INVESTIGACIÓN Cómo ocupar el espacio público:
Conservadoras, feministas, Obreras.. . Cien años de
PRENSA DE MUJERES
ARCHIVO BIBLIOTECA
Imagen: La Familia, "periódico semanal ilustrado de literatura, ciencias, artes, modas y conocimientos útiles”, era dirigido por Celeste Lassabe y circuló en Santiago entre 1890 y 1892.
Imagen: La Alborada (Valparaíso, 1905-1907) periódico feminista obrero
Bajo un enfoque de género, la historiadora Claudia Montero publica "Y también hicieron periódicos”, un valioso rescate del papel que cumplieron las mujeres en el periodismo entre los años 1850 y 1950.
Imagen: La Silueta (1917-1918) se inscribe género revista de moda.
Imagen: Alejandra, revista social, diplomática, de arte y literatura (1946-1949).
Imagen: La juventud liberal democrática publicó Política Feminista (1931-1932).
Y TAMBIÉN HICIERON PERIÓDICOS Claudia Montero Hueders, Santiago, 2018, 291 páginas, $14.000.
MARÍA TERESA CÁRDENAS M.
Mientras hacía su tesis de pregrado en Historia, Claudia Montero descubrió una veta que, veinte años después, la llevaría a publicar esta contundente investigación sobre la prensa de mujeres en Chile. Editado por Hueders, “Y también hicieron periódicos” abarca desde 1850 a 1950, aunque, en rigor, el primer periódico del que se tiene registro es de 1865. Profesora del Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la U, de Valparaíso, Claudia Montero (Santiago, 1975) es licenciada en Historia por la U. De Santiago, magíster en Estudios Latinoamericanos por la U. De Chile y la U. De Salamanca, y doctorada en la U. De Chile. Desde Valparaíso, donde vive, habla de lo que significa publicar este libro. “Es muy importante, porque cuando con Carola Agliati, la colega con la que iniciamos este trabajo en esa primera tesis de pregrado, nos dimos cuenta de que había unos documentos que estaban sin explorar y que eran de una gran envergadura, dijimos que teníamos que escribir un libro acerca de eso y que esto iba a implicar un aporte en la historiografía. Luego seguí yo sola. Entonces, después de tanta investigación, de tratar de hacer un trabajo riguroso, es una gran satisfacción, porque de verdad creo que es un aporte a la historiografía chilena, a la historia de la prensa, a la historia de las mujeres”. El volumen, que contiene un exhaustivo listado de publicaciones, está dividido en cuatro capítulos: Las precursoras (1850-1890); La explosión de las voces (1900-1920); La emergencia de las políticas (1930) y La institucionalización y su dilución (1940-1950). Respecto a esta última parte, la autora escribe: “En ningún caso la dilución es un final de la historia”, dejando abierta la puerta a nuevas investigaciones, así como ella cita una abundante bibliografía, en la que destaca el trabajo de Ana María Stuven sobre “El eco de las señoras de Santiago”, el primer periódico. Montero no quiere “dejar un sabor amargo” con este libro. Y anota: “La revisión de la prensa hecha por mujeres invita a plantearse nuevas preguntas”, “Por eso creo que es tante hacer estos estudios —señala—, porque cuando hablamos de historia no estamos hablando de cosas del pasado porque son bonitas, porque son un fetiche, sino porque nos hacemos preguntas desde ahora y vamos a mirar para atrás. Para mí, la pregunta compleja es la relación de las mujeres con el espacio público”,
—Desde las “precursoras” en adelante, buscan ocupar el espacio público, pero ¿ por qué siempre con las reglas impuestas por los hombres? “Yo creo que hay dos dimensiones. Por un lado, el saber que se está en un lugar que no es propio, por lo tanto hay que ser muy cautas. Ahí está la experiencia de las feministas inglesas y norteamericanas, ese modelo de la feminista europea que fue tan vilipendiado, tan caricaturizado. Tienen esa alerta, entonces siempre hay cautela. Por otra parte, esta necesidad de expresar sin romper esa norma hace que sean muy hábiles, pudiendo administrar y manejar el recurso que tenían, que en este caso era la prensa. Y es lo interesante de tener una perspectiva de género, porque aquí no esta- mos hablando solo de mujeres feministas, sino de mujeres conservadoras, obreras, etcétera, que son cuestionadas por salir al espacio público. Y eso se puede ver por ejemplo en “El eco de las señoras de Santia- go”, son señoras conservadoras y están luchando por mantener el statu quo; ellas también hablan de lo tormentoso que es salir al espacio público y están siempre cuidándose”. —Todas reclaman ese espacio, pero no hay relación entre las mujeres de distintos estratos. “Exactamente. Hay diferencias de clase, y diferencias ideológicas, también. Una cuestión interesante es que, hasta 1930, las que tienen posturas distintas en temas como el voto femenino no dialogan y ni siquiera pelean entre sí. O no se reconocen. Las mujeres de elite no reconocen que hay mujeres obreras, y las mujeres obreras tampoco se refieren a las mujeres de elite. Creo que eso tiene que ver con la cultura chilena, que evita la confrontación. Lo que hay es un silencio frente a la otra”.
—Usted sitúa la emergencia de la prensa política en 1930, pero desde antes se planteaban objetivos políticos, como el derecho a la educación, al trabajo. “Ahí creo que es importante tener en cuenta esta definición que yo hago sobre qué significa prensa de mujeres: es reflexionar sobre el lugar de las mujeres en la sociedad, por una parte, y por otra, es que toda la prensa de mujeres, insisto, de conservadoras o feministas o lo que sea, desarrolla un tipo de texto que se llama de género”, Esa es la clave, porque el ensayo de género es lo que reúne y le da unidad a todo este grupo variado de prensa. Hay una capacidad de reflexión en esos textos que permite defender derechos, demandar derechos. Es muy interesante, por ejemplo, que en una revista de cine exista entremedio un texto por la educación de la mujer. Eso, que es un texto político y que lo podemos calificar como ensayo de género, hace que digamos que es prensa de mujeres. Porque prensa hecha por mujeres hay mucho más”.
—El afiche del movimiento pro-emancipación muestra a una mujer que lleva una bandera y en el otro brazo sostiene a un niño. ¿Cuál era la relación de las mu- jeres emancipadas con la maternidad? “Esa es una característica del feminismo latinoamericano, según Asunción Lavrín, pero además es una estrategia discursiva del propio feminismo latinoamericano. Nuestro lugar de poder es la reproducción de la vida, esa es nuestra moneda de cambio, lo que nos distingue, con la que podemos negociar. Entonces, una mujer que se asuma como madre para pedir derechos va a pararse en el lugar de poder que se le reconoce. Si una mujer se asume desde la emancipación, incluso desde una maternidad libre o elegida, va a tener puntos en contra dentro de una sociedad tan conser-
vadora como la latinoamericana.
—Usted refiere que en algunos casos encontró solo un ejemplar de un periódico o revista pero no puede determinar si hubo más. ¿En qué medida eso afectó su investigación?“Hay distintos mecanismos en cómo uno puede salvar aquello. Lo primero es hacerlo evidente. Porque la propia evidencia permite hacerse preguntas, y las preguntas en la investigación y en la reflexión académica o de las humanidades son muy importantes. Lo segundo es comparar. Comparar con otros periódicos, y también con otros países. Por supuesto que son interpretaciones; la historia implica interpretación, aunque muchos historiadores no quieran asumirlo”.
—De acuerdo a su búsqueda, ¿cree que hay una falta de conservación que va más allá de las publicaciones de mujeres, un descuido patrimonial? “Aquí los expertos, como Ema de Ramón, podrían decirlo mucho mejor. Yo solo voy a hablar como usuaria, pero lo que sucede es que la ley de archivo en Chile es muy antigua, y lo que dice es que protege las cuestiones que están en el servicio público. Lo que se conserva en el archivo nacional son documentos de la administración pública, y no hay ninguna capacidad de conservar como Estado los que son de privados. Lo que se necesita es una ley de archivo moderna que permita a este mandato que tiene el archivo nacional, que incluye los documentos de valor patrio, archivar también las cuestiones que son de privados y que son de interés patrio. Ahora, una vez en el archivo, y ahí está la marca de género, opera el sesgo patriarcal. Mientras está la correspondencia de un gran personaje varón, no hay correspondencia de mujeres. Precisamente porque tampoco ocupaban cargos de poder. Entonces, ¿ cómo aparecen las mujeres en los archivos? De forma oblicua, en documentos que no son directamente producidos por ellas sino que están mediados por un notario, por un escribano. Y en el caso de la prensa de mujeres no se considera a quien produjo el medio, Porque, además, y ahí está la exclusión previa, muchas veces ellas tampoco ponían en sus periódicos que eran las dueñas o las editoras”.
—En ese sentido, usted dice que la omisión comienza en el momento en que se publican estos periódicos. ¿Son tambien responsables las propias mujeres? “Eso es muy interesante, Porque lo que hay que preguntarse es por qué las mujeres creen que su trabajo no vale, que no va a ser considerado, y en esa pregunta lo que hay es la relación de género y poder. Allí hay una cuestión importante que nos tiene que hacer reflexionar: la relación que las mujeres tenemos con el espacio público, con este espacio de varones, con reglas de varones, que ha excluido a las mujeres. Cuando las mujeres tenemos algún intento de salir al espacio público nos encontramos con barreras y nosotras mismas consideramos que en realidad no es importante lo que estamos haciendo. Y eso se ve en la escritura de los periódicos, en la calificación que hacen de ellos; es muy típica esta idea de que es una hojita, es un trabajito simple. Es interesante mirarlo con esos lentes de género, para que nos permita ver cómo funcionan nuestras exclusiones, que están tejidas en nuestras prácticas más arraigadas”,
—¿ Hay más de una interpretación en el título “Y también hicieron periódicos”? “Claro, por una parte es que las mujeres siempre hemos estado en el espacio público de una u otra forma. Hemos estado siendo productoras no reconocidas en diversos ámbitos: escribiendo, en el cine, como intelectuales, en la ciencia. Y también en la prensa. Por otra parte, está la idea de la tercera jornada. Es decir, las mujeres nos encargamos de la jornada laboral, la doméstica.. . Y en la tercera jornada, o cuarta.. . también hacen periódicos”.