en el momento cero
En el siguiente extracto, el sociólogo y académico Alberto Mayol, y el historiador e investigador Andrés Cabrera hacen una introducción a los cambios y razones que dieron como resultado la formación del Frente Amplio como coalición.
Alberto Mayol - Andrés Cabrera FRENTE AMPLIO en el momento cero
/ i •L Desde el acontecimiento de 2011 hasta su irrupción electoral en 2017
El acontecimiento que marca el ciclo sociopolítico actual se produjo en 2011. Los movimientos sociales y sobre todo el movimiento estudiantil desencadenaron una inercia y configuraron una nueva escenografía, bosquejando la aparición incluso de otros actores. Desde entonces el viejo orden habita en la crisis y las respuestas políticas han sido dos. La primera, el cierre formal, mas no sustancial, de la Concertación y la creación de la Nueva Mayoría. Respuesta que fracasó a tal punto que entregó el gobierno a los líderes políticos impugnados en 2011.
Este fracaso terminó dando una nueva oportunidad a ese viejo orden. La segunda respuesta es la formación del Frente Amplio como coalición. Esta obra es el primer esfuerzo relevante por comprender fundadamente el fenómeno del Frente Amplio, a través de un ensayo que desarrollan dos de sus principales investigadores.
Editorial: Catalonia PVP: $11.500 Páginas: 204 Fecha de lanzamiento: 16 de abril
Del acontecimiento al momento cero El cambio del ciclo político se cía dos veces: primero socialmente, después políticamente; primero por inundación, luego por competencia. Al primero aquí lo llamaremos acontecimiento; al segundo momento cero. El primero es desborde, el segundo es irrupción. El primer instante desestabilizará la geología de los procesos políticos y sociales, el segundo los reestructurará. El primer momento lo identificamos con los movimientos sociales —especialmente el de educación— en 2011, el segundo lo identificamos con la elección nacional del 19 de noviembre de 2017.
El cambio de ciclo político hoy tiene un nombre: Frente Amplio, que es simplemente la tercera fuerza política del país que producirá una nueva estructuración del ser oposición, que dibujará una nueva relación con el modelo de sociedad y que es la respuesta política vigente al ciclo político de crisis.
Pues aun cuando su tercer lugar lo llevará (al Frente Amplio) a ser un actor sin capacidad de gobierno y sin capacidad suficiente para imponer su fuerza parlamentaria, no es menos cierto que hoy ya es y será —probablemente cada vez más— el actor con mayor capacidad para adaptarse a la necesidad de cambio de repertorio político, que ha impuesto el malestar social con el mercado y el descrédito de la política. Nadie puede dudar hoy que el Frente Amplio surfea la ola correcta o, al menos, una ola que existe.
A toda crisis social de alto impacto suele acompañarla una respuesta política.
No es poco frecuente que la primera respuesta falle, entonces se abre la opción de que, más tarde o más temprano, surja una segunda respuesta política. Es normal que la primera respuesta sea menos lejana al viejo orden que la segunda, es decir, si la crisis social fue de gran tamaño y politizó el escenario hasta exigir una respuesta, la primera suele ser una ruptura solo parcial con el viejo orden, es decir, una ruptura que tiene bastante de ritual y no tanto de real. Pero cuando esa no funciona, suelen surgir respuestas más radicales y audaces.
Las sociedades son sumamente conservadoras.
Solo un gran malestar y el fracaso incesante de los cambios parciales conducen a la búsqueda de más transformaciones. Las sociedades ensayan toda clase de conservaciones antes de apostar por una transformación y, cuando aceptan el cambio, suelen morigerarlo en el camino. Por eso las ciencias sociales deben poner particular atención cuando la tendencia a la inercia de una sociedad no se cumple.
Y es que muchos piensan que un escrito sobre el Frente Amplio es simplemente la presentación de un nuevo actor; sin embargo, lo que es necesario comprender es que se trata de un hecho excéntrico que solo puede explicarse por una condición social especifica y robusta en su significación.La irrupción del Frente Amplio y su —relativo— éxito electoral el 19 de noviembre no es un hecho meramente electoral, 110 deriva de las virtudes tácticas o estratégicas de la coalición naciente, o al menos no es solo eso. Es ante todo un acontecimiento (de segundo orden, en tanto momento cero), una fisura en el orden político, una transformación en el sentido común. Es un hecho social que solo puede explicarse por otros hechos sociales.
No es el tiempo de la anécdota situacional, sino de comprender la historia. La crisis social que marca el acontecimiento central en los albores del Chile del siglo XXI, el momento en que lo social inunda lo político luego de un distanciamiento sostenido que tornó impertinente lo social para los códigos de la política; se produjo en 2011 y tuvo como principal actor —pero indudablemente noel único— al movimiento estudiantil o, mejor dicho, el movimiento por la educación gratuita y de calidad, cuyo centro político estaba en las orgánicas del mundo universitario y, particularmente, de la CONFECH.
La incapacidad de respuesta ante la crisis en ese instante, por parte del gobierno de Sebastián Piñera no se tradujo en una oportunidad para su oposición política: la Concertación.
Más bien al contrario, tanto la coalición de gobierno como la coalición de oposición bajaron simultáneamente en las encuestas su aprobación y fueron vistos, crecientemente, como un grupo homogéneo como una elite que era, toda ella, incapaz de dar respuestas.
Esto condujo a la necesidad de cerrar el proyecto histórico más exitoso electoralmente jamás conocido en Chile: la Concertación, para fundar una nueva coalición que —al incorporar a líderes importantes del movimiento por la educación— pudiera articular una respuesta. Esa apuesta fue electoralmente exitosa, y la existencia de una figura no contaminada por la crisis como Michelle Bachelet, cuyos excelentes rendimientos en confianza eran completamente excéntricos en comparación con el sistema político, permitieron así que la Nueva Mayoría (la coalición naciente que va desde la Democracia Cristiana hasta el Partido Comunista) fuera la primera respuesta a la crisis.
El fracaso de dicha respuesta invitó a todos quienes consideraban que en 2011 no había ocurrido un cambio geológico a pensar que, dado el fracaso del gobierno de Bachelet (cuya aprobación alcanzó el 15%) entonces la derecha sería la que crecería hasta ganar fácilmente la elección de 2017, incluso con la opción de transformar la segunda vuelta en un mero trámite.
Sin embargo, el fracaso de la primera respuesta política supone la necesidad de una segunda respuesta política, y esta es el Frente Amplio.
Si la primera fue una combinación de actores principales del viejo orden con incrustaciones nuevas, la segunda se articula claramente desde fuera del viejo orden, al menos desde fuera del orden político.
Muchos enfatizan, y hasta la presidenta Bachelet señaló en el Frente Amplio están literalmente "los hijos de la Concertación", revelando un mero recambio generacional. Aunque no es falsa la existencia de frecuentes vínculos familiares con la anterior política cuestión nada extraña en la historia de Chile y por lo demás bastante normal sociológicamente (los que apuestan a la política suelen conocer el código de la política con más facilidad y saben jugar el juego), es evidentemente claro que la respuesta del Frente Amplio no es una respuesta orgánica del viejo orden para adaptarse a lo nuevo.
Esto no lo hace revolucionario. Ni siquiera lo convierte (al Frente Amplio) en una estructura política radicalmente disidente. Pero sí es la primera respuesta política a la crisis social que, efectivamente, se sitúa fuera del orden transicional. Flace casi un siglo un biólogo ruso dijo que el origen de la vida se dio en una sopa primigenia, un caldo hecho de carbono cuyas evoluciones fueron desencadenando la emergen
cia de microorganismos queluego habrían de evolucionar.
La noble, perfecta y arrogante vida nacía de un líquido parecido que, más que un lago cristalino, asemejaba a un pantano o un basural. La historia suele ser así. En todo origen histórico de una época gloriosa nos imaginamos a los grandes guerreros cruzando las montañas en sus corceles briosos, pero en realidad solo hay cansancio, agobio y —como motor de la historia — alguna causa personal deshonrosa, cobarde o sencillamente condenable. Así es el origen de la vida, de la riqueza, del poder de las religiones.
Lo demás lo ejecuta el triunfo, que adorna el pasado con el precioso oropel de la dignidad. Esta no suele llevar al triunfo.
Es la victoria la que, luego del origen construirá su propia dignidad. La convicción fundamental del sistema de coaliciones en Chile es que no podía nacer, bajo ninguna circunstancia, un nuevo mundo.
Que el mundo existente, las dos coaliciones transicionales (la derecha y la Concertación), administrarían eternamente a las nuevas fuerzas políticas, con mayor o menor facilidad. Se pensaba que las épocas de presiones podían ser más fuertes en un momento y menos en otro instante, pero que en cualquier caso no había alternativa, y el orden —con las variaciones naturales del afán de cada día— se conservaría incólume.
Fuera de las fronteras del binominalismo, convertido ya no solo en 1111 sistema electoral, sino en una forma de estructuración de las elites; soloexistirían grupos atomizados, sin articulación suficiente para avanzar sobre la distribución del poder real.
Esta visión no era cuestionable, porque no era una hipótesis, era una premisa. Y fuera de ese orden, naturalmente, existían personas que planteaban otros mundos, una serie de proyectos considerados populistas, absurdos o Cándidos. Pero en cualquier caso esas ideas y proyectos eran irreales —y esto es importante— no solo no eran imposibles, utópicos, sin sentido de realidad; sino que también eran irreales en el sentido literal: su existencia no era histórica sino que calificaba como anécdota.
Las personas que habitaban en ese mundo fuera de la frontera eran consideras excéntricas. Sus acciones eran vistas como interesantes esfuerzos de la mera imaginación, sin racionalidad o —derechamente— como locuras premodernas. Estaban en el basurero de la historia y no resistían siquiera un tratamiento literario. Pero claro, lo que no se pensó en ese instante por parte del orden transicional es que un basurero, incluso el basurero de la historia, puede ser simplemente un lugar donde se reciben los desechos, pero también puede ser una sopaprimigenia donde la vitalidad caótica y sucia de los residuos dé lugar a la vida orgánica.
Lo cierto es que en ese basurero histórico de la transición residían, con plena impotencia, los grupos sociales que habían sido oposición de la dictadura y que luego, en transición, no habían sido gobierno: estudiantes, sindicatos, pobladores, el ala izquierda de la Iglesia católica, el mundo intelectual de las humanidades, ecologistas, en fin. Perseguidos por la dictadura y olvidados por la transición constituían un gran basurero, y fueron también la sopa primigenia.
No es este el momento de pormenorizar sus historias, habrá otro instante. Pero desde ahí comenzaron a surgir las organizaciones por la vivienda digna en continuidad con las luchas antidictatoriales; se forjó el movimiento por la educación, en contra de las políticas neoliberales; surgió la movilización contra Hidroaysén, pero también contra Barrancones; y —sin duda— desde antes y desde ese mundo vino el retorno de los estudios sobre desigualdad social, malestar y transformación política. Pero, en cualquier caso, todo eso parecía una aberración para quienes configuraban el orden social, casi una excentricidad, a ratos simpática, a ratos de mal gusto.
La tesis de un malestar subyacente al modelo neoliberal —que iba en crecimiento, deslegitimando la operación del orden social y la capacidad restauradora luego de las crisis— surgió con fuerza en 2011.
El derrumbe del modelo (2012) fue un libro que retomó la senda que se había pormenorizado más de diez años antes en esa línea. En esa obra se sostenía que —no obstante, el sitio específico de las principales movilizaciones era la educación— el malestar no estaba solo ubicado en ella, sino que era un proceso generalizado de deslegitimación del modeloeconómico y de la sociedad que de él se derivaba. Las respuestas siguen apareciendo hasta hoy (o en rigor, ayer).
Las más explícitas en sus títulos son El regreso del modelo (2012) de Luis Larraín, El Malestar de Chile (2012) de Oppliger y Guzmán; El Otro Modelo (2013) de Atria, Larraín, Benavente, Couso y Joignant, y El derrumbe del otro modelo (2017) de Ortúzar, Mansuy y otros, con el prólogo de Alejandro Fernández.
I ALBERTO MAYOL Académico de la Universidad de Santiago y director del Centro de Investigación Sociedad Economía y Cultura de la USACH. Sociólogo magíster en Ciencia Política, diplomado en Estudios Avanzados en Teoría Sociológica licenciado en Estética. Es uno de los principales expertos en el ciclo político y social que comenzó en 2011, aunque sus líneas de investigación exceden este periodo tematizando asuntos como la cultura de la desigualdad, el análisis económico político del modelo neoliberal, o las características de las zonas mineras. Autor de cinco libros, el más reciente Autopsia. ¿De qué se murió la elite chilena? (Catalonia), y numerosos artículos. Es también libretista de ópera.
ANDRÉS CABRERA.
Licenciado en Historia con mención en Ciencia Política (pucv), magíster en Análisis sistémico aplicado a la sociedad (UCH) y magíster en Filosofía (PUCV). Actualmente es director de Fundación Crea e investigador del Centro de Investigación Sociedad, Economía y Cultura (CISEC) de la USACH. Publica sus columnas de análisis político en El Mostrador.
"Y es que muchos piensan que un escrito sobre el Frente Amplio es simplemente la presentación de un nuevo actor; sin embargo, lo que es necesario comprender es que se trata de un hecho excéntrico que solo puede explicarse por una condición social específica y robusta en su significación".
"La irrupción del Frente Amplio y su —relativo— éxito electoral el 19 de noviembre no es un hecho meramente electoral, no deriva de las virtudes tácticas o estratégicas de la coalición naciente, o al menos no es solo eso. Es ante todo un acontecimiento (de segundo orden, en tanto momento cero) una fisura en el orden político, una transformación en el sentido común. Es un hecho social que solo puede explicarse por otros hechos sociales".