La zona central está viviendo una mega sequía única en la historia de la creciente escasez de aqua
Aunque el fenómeno se ha repetido decenas de veces en la historia, sólo en 1968 se tomaron medidas efectivas, que aún sirven para enfrentar la catástrofe. El río está seco y es ineludible el racionamiento del líquido
Las sequías en Chile no son un fenómeno extraño. Los estudios estadísticos del tema que parten sólo en 1924, dan larga cuenta de ello. Justamente el año que inaugura la estadística fue extremadamente seco. Entonces, desde las actuales regiones de Valparaíso a Nuble llovió muy poco. También lo fue 1955, desde Coquimbo hasta el Bío Bío. Y 1964, que afectó a las zonas entre Coquimbo y Valparaíso. Aunque la que más se mantiene en la memoria de los chilenos -por lo menos los de la Zona Centralfue la llamada Gran Sequía de 1968. Afectó desde las actuales regiones de Antofagasta a Nuble. Y no sólo duró un año, sino tres: 1967, 1968 y 1969. En Ovalle, Valparaíso y Quintero el déficit de lluvias llegó a un 80 por ciento. Se produjo una migración desde el norte chico a sectores como El Melón, Nogales y La Calera.
LA GRAN SEQUIA DE 1968 La duración del fenómeno de falta de lluvias, quizás, obligó a tomarse el tema en serio. “La agricultura se vio duramente afectada por la sequía, estimándose en mil millones de dólares los costos totales de sus efectos. La producción de cereales y hortalizas decreció en un 65 por ciento, las áreas de riego disminuyeron un 40 por ciento, y el ganado del país se redujo en un 45 por ciento. Ello provocó el desempleo de 225 mil trabajadores agrícolas”, detalló Juan Antonio Arrese. Se fundó la Comisión Nacional para la Sequía a cargo del Ministerio de Agricultura. Se trabajó en serio, porque la situación era seria. Las pérdidas en la ganadería fueron notables. Se produjo mortandad en los animales por falta de forraje, particularmente en los rebaños caprinos y ovinos del Norte
Chico y sectores de la Cordillera de la Costa. Hubo que transportar gratuitamente 80 mil cabezas de ganado de la zona de sequía a las regiones sureñas. También se debió bonificar el transporte de forraje a las zonas afectadas. Para afrontar los problemas en el abastecimiento de agua potable se desarrolló un programa de emergencia que abarcó a 30 ciudades, destinado a mejorar los sistemas de captación, construir pozos y asegurar el normal abastecimiento urbano. Se tuvieron que adquirir camiones aljibe y estanques plásticos para suministrar agua a localidades pequeñas y villorrios rurales. Hubo que suministrar víveres a 20 mil familias de pequeños campesinos, ocupándolos en obras de mejoramiento de caminos u otras obras públicas. Otra actividad afectada fue la gran minería del cobre, puesto que la escasez de agua implicó una baja en la producción de energía eléctrica que era utilizada en los procesos mineros, como lo que sucedió en El Teniente, donde se tuvo que detener la producción del metal. Entonces, la mayor generación de electricidad era hidroeléctrica y dependía del caudal de los ríos y estos tenían muy poca agua, si es que tenían algo.
EL PROYECTO ACONCAGUA Ha habido muchas más sequías en Chile -en este caso sólo vemos las que han afectado a la Zona Central. La Gran Sequía de 1968 terminó con grandes aguaceros en el invierno de 1969. La situación mejoró lentamente y quedaron algunas obras, como cientos de pozos de captación. También la experiencia vivida sugirió otras, como la construcción de algunos embalses. Especialmente en la zona de Ovalle. Entonces también se pensó en hacer lo mismo en el río
Aconcagua, pero los intereses de unos u otros generaron conflictos. Después de los grandes aluviones de 1987 -que botaron puenteshubo sequías entre 1988 y 1990; luego desde 1994 a 1997. Luego de un gran aguacero que hizo que el río se paseara por La Calera, la escasez hídrica se alargó desde 1998 hasta 1999. Esta sequía está más en el recuerdo de los contemporáneos. Se reabrieron los pozos de la Gran Sequía de 1968, comenzaron su auge los camiones aljibes y se debió racionar la energía eléctrica en el uso de las luminarias públicas. Por algún tiempo los habitantes desde Atacama a la Región del Bío Bío, tuvieron en los postes del tendido eléctrico de sus calles, sólo una ampolleta poste por medio. También se debió trasladar forraje del sur de Chile y las veranadas del ganado en la cordillera comenzaron en septiembre, tres meses antes de lo normal. Era evidente que el país debía enfrentar el tema de la sequía como un hecho evidente. El desierto, que a principios de siglo tenía sus límites en La Higuera, una localidad bien al norte de La Serena, se acercaba. Es el tiempo de la instalación de las grandes termoeléctricas, que no dependerían del agua de los ríos para generar energía. También del riego tecnificado que rebajaba ostensiblemente el uso del agua de riego de los cultivos. Asimismo, ya se hablaba -con diseño en manodel Proyecto Aconcagua, que permitiría acunar
el agua que se perdía en el mar en tres embalses en las secciones altas del río. Había hasta la posibilidad de traspasar alguna cantidad del agua en los mega tranques a la Provincia de Petorca.
EL NIÑO Y LA NIÑA Entonces, los geógrafos medían la temperatura del agua del mar para determinar si el siguiente invierno lo dominaría el fenómeno del Niño o de La Niña. Gracias a esas verdaderas clarividencias podíamos saber, con anticipación, si llovería o no en la temporada de aguas. Muy pronto, El Niño y La Niña entraron en un descrédito grande. La calentura de El Niño y el enfriamiento de La Niña, que tienen periodos cíclicos no eran el único elemento para prever un invierno lluvioso. Había cambios climáticos que se estaban manifestando con fuerza. Luego de las heladas de 2007, hubo un nuevo fenómeno de sequía desde ese año y el siguiente. Abarcó entre las regiones de Atacama y Los Ríos. Por lo menos así lo señalan las estadísticas oficiales. En 2009 hubo algún aguacero por lo que los estadísticos señalaron que fue un año lluvioso, aunque no llovió tanto. El problema es que desde ese año las lluvias comenzaron a brillar por su ausencia y no sólo en nuestra zona. Lo que los científicos llamaron, después, la Mega Sequía de 2010 al presente, abarcó, inicialmente desde las regiones de Atacama a la del Bío Bio. En los últimos años la han situado entre Atacama y la Región Metropolitana. Aunque algunos sostienen que el fenómeno ya tiene 12 años seguidos. En noviembre de 2009 dos años después del comienzo de la mega sequía que afecta actualmente al país, los embalses acumulaban siete mil 644 millones de metros cúbicos de agua. Diez años después, tienen 20 por ciento menos de reservas. O sea, mil 543 metros cúbicos menos. Como en nuestra zona no tenemos embalses en el río, no sabemos cuánto ha sido la pérdida de agua acumulada. Los datos son de lugares donde tuvieron la sapiencia de entender que el agua dulce, cuando corre a destajo, no se puede perder en el océano.
La situación de la baja de las lluvias no es sólo de la zona donde se supone que se vive el fenómeno de la mega sequía. Hay déficit de lluvias en Punta Arenas, en Aysén, en Curicó, y en otros lugares del país, donde siempre había superávit. San Felipe también está en las estadísticas con una falta del 83 por ciento de precipitaciones. En Chile, una de cada tres comunas está catalogada como Zona de Escasez Hídrica. Este año, a la falta de lluvias, se ha agregado el calor. Las veranadas en la cordillera no son muy seguras, porque el sol quemó el pasto en su estado creciente. También el calor (y los tres mil incendios forestales registrados a la fecha) han provocado que la floración de las plantas no sea completa y, por ello, las abejas no tienen alimentos ni polinizan los huertos. Se mueren. El Ministro de Agricultura, Matías Walker, dijo: “Noviembre fue el mes más cálido de la historia”. El Secretario de Estado se alarga, señalando: “La disponibilidad de agua es mucho peor de lo que pensábamos hace cuatro meses”. La meteoróloga Edita Amador, de la Dirección General de Aguas, no lo va en zaga respecto al pesimismo: “Por ahora no hay evidencias que el próximo invierno sea más benigno”, dice. La solución sería sólo cuidar el agua, para evitar un racionamiento que parece irreversible.
Nunca en la historia registrada el río Aconcagua había estado más seco
En San Felipe, el año 2019 cayeron sólo 38,7 milimetros de lluvia. Un déficit de 83 por ciento de un invierno normal que considera 183,2 milímetros de agua caída por metro cuadrado. A ello se suma una escasa cantidad de nieve en la cordillera. Son las dos razones principales para determinar la razón de los escasos niveles de los caudales del río Aconcagua. Según la Dirección General de Aguas, entre septiembre y noviembre, hubo días en que el río en San Felipe y El Romeral (Hijuelas) marcaban el paso de 0, 3 metros cúbicos de agua por segundo. Es el promedio más bajo de la historia del río, desde que hay mediciones del caudal. Un 81 por ciento menos que la media habitual. Pese a que la agricultura del valle del río Aconcagua ha conseguido altos niveles de tecnificación, especialmente en el cultivo de frutales, se duda que el agua del río alcance para cubrir las necesidades de toda la temporada. Ya se están regando frutales con escaso nivel de aguas. Santiago Matta, de la Tercera Sección del río Aconcagua, dice que “las 21 mil hectáreas de paltos, frutales y hortalizas debieran regarse óptimamente con un caudal mil veces superior y tal déficit no es mitigado en forma suficiente por el reciente acuerdo con las secciones 1 y 2, que se ubican en la parte superior de la cuenca del fío, que cada fin de semana dejan escurrir el total del caudal de aguas abajo sólo por 36 horas”. La falta de agua podría generar, aparte de la pérdida de los cultivos, problemas de desempleo, especialmente en la época de cosechas.