Defensor del bosque nativo, fundador de la Sociedad Protectora de Animales, alarmado ante las sequías, creador de escuelas talleres para ciegos y sordomudos, amante de los viajes, creyente en el poder de la tecnología, hoy mismo podríamos tener a Benjamín Vicuña Mackenna en un panel sobre la cultura chilena; un hombre de nuestro tiempo.
Rolífico, Bejamín Vicuña Mackenna (1831-1886) se movía en todos los frentes. No había cosa que no le interesara. De capacidades fuera de lo común —el hombre más inteligente de América Latina, según Rubén Darío—, recién ahora están de actualidad sus propuestas. Ahora se lamenta no haberlo valorado antes como creador de un modelo de desarrollo integral, apropiado para la mestiza América Latina. Espíritu libre, los dueños de los poderes fácticos prefirieron por entonces llevar al opaco Aníbal Pinto a la presidencia de la República, cuando la población pedía, con vehemencia, que fuera Vicuña Mackenna el elegido. Ahora, recién, regresan sus ideas.
Hoy se exige educación de calidad para todos, tal como lo hizo él con un grupo de amigos, fundadores de la Sociedad de Instrucción Primaria el año 1856. No podía haber democracia, visos de igualdad, en un país donde apenas el 14% sabía leer y escribir. La educación era un privilegio. La pública era pobre, los sueldos de sus profesores eran miserables, en las leyes de presupuesto siempre había intereses más poderosos en juego. Vicuña Mackenna, de 25 años entonces, será su secretario. Pronto hubo cinco escuelas, abiertas en sectores populares. En la vida diaria, la ciudad era otra fuente de inequidad. Aunque, como Intendente, se le acuse de dejar “el potrero de la muerte” fuera de sus reformas —los rancheríos periféricos—, lo que hizo fue separar lo urbano de lo rural y, dentro de lo primero, emparejar la cancha; se contruyeron entonces grandes alojamientos obreros, plazas en barrios apartados hacia el norte, el sur y el poniente, el Teatro Popular en San Diego, el Paseo de Avenida Matta y, su hito mayor, el Santa Lucía; al que llamará “obra esencial de democracia”. Con arboledas, biblioteca, pinacoteca y espacios para el recreo gratuito de los santiaguinos, era el modelo que debía repetirse después en las principales ciudades de provincia. Criado en el campo, con niños campesinos como compañeros de juegos, su cercanía a la cultura popular era de piel, no postura política.
El humor, los bailes, las canciones, todo era parte de su propia identidad; por lo mismo, en momentos en que se acusaba a los mapuche de saqueos y violaciones para justificar el avance de las tropas, él incluyó lo indígena en sus exposiciones de cultura chilena. Lo mismo reconoce el origen hispano (de ahí su proyecto de Museo del Coloniaje) en un periodo antiespañol de total afrancesamiento de la sociedad chilena. No debieran olvidarlo, los y las feministas. Es su generación, su grupo etáreo, la que abre la universidad a la mujer; él mismo, en el Santa Lucía, crea un sector para ellas. Es interesante lo que ahí les instala: para comenzar, una zona para el tiro a la ballesta, imagen de la Diana cazadora, dueña de su destino, autónoma.. . En el programa dieciochero de 1873 anuncia que pronto vendrán más atracciones, “que llegarán para el mismo sexo”. La actual importancia del cuerpo, la salud, el deporte, también tiene en él a un pionero. Incluso su dimensión ambiental es una constante en Vicuña Mackenna, partiendo por la calidad del aire. Ve a la ciudad necesitada de más pulmones para que respire bien, al menos dos céntricos, la Alameda y el Santa Lucía, este último definido por él como “hospital de sanidad”. Contra los hacinamientos en barrios insalubres y las epidemias, promueve mataderos y mercados higiénicos, y grandes áreas verdes. Partidario de una dieta sana, cual vegano en ciernes, en marzo de 1873 inaugura una original Exposición de Frutas y Legumbres en el Santa Lucía. La cercanía a la Naturaleza iba más allá de la salud. Sus excursiones a la cordillera, su idea del Mapocho navegable —rodearlo de casas de recreo donde se arrendaran botes—, apuntan a un íntimo goce de ella, propio de un niño que vivió en el campo hasta los 8 años, bañándose en los ríos cada verano y descansando a la sombra de los árboles. Por lo mismo, denuncia muy temprano la incipiente destrucción de los bosques nativos por la desaparición de los oasis del norte en manos de las mineras, para seguir con “la limpieza del monte” de los colonos agrícolas en el sur—, así como advierte el avance del desierto. Con estudios agronómicos, promoverá la plantación de árboles nativos en plazas y parques, de menos consumo de agua. Su sensibilidad estética y humana, muy actual, también lo hace
Por_ Miguel Laborde* Ilustración Paula Álvarez
FUNDACIÓN EL OBSERVATORIO
Animalista. Autor de varias crónicas contra las peleas de gallos y canes, fue también enemigo declarado de las corridas de toros. Al terminar su mandato impulsará, en 1876, la creación de la Sociedad Protectora de Animales. La importancia del agua, en sus más diversas funciones, también tiene en él a un adelantado: ¿ Cómo tener una población sana, sin ella? ¿ O una ciudad limpia? ¿ O suficientes parques y plazas? ¿ O sonoras fuentes temperando el ambiente? Tanto el agua de riego, por canales, como la dotación de agua dulce, lo motivan a salir en mula a recorrer la cordillera hasta dar con la gran Laguna Negra —que nos ha abastecido en febreros de sequía—, y la laguna de El Encañado, en la cuenca del Maipo. Impulsor de embalses y captaciones, logró que el agua potable, que era privada, se transformara en una municipal Empresa de Agua Potable, de servicio público. También es muy actual la pasión de Vicuña Mackenna por los viajes, así como su interés en compartir las experiencias que vivía o lo que observaba de interés en ellos, mediante columnas de prensa que tuvieron enorme influencia en su época; eran pistas para el Chile que quería.. . Es pintoresco ver que previó la llegada de las comunicaciones a distancia, luego de conocer a un joven de Nueva York; en sus diarios de viaje cuenta que, según ese “innovador”, desparecerían las cartas y los correos porque “cada vecino debería tener en su cuarto de trabajo una maquinita alfabética sumamente sencilla y barata, con la cual, puesta en contacto con los alambres de la calle, podía escribir, conversar, hacer negocios, con las cuatro partes del mundo”.
Fue parte de una generación que creyó, firmemente, en la necesidad de un Estado proactivo y capaz de acciones para emparejar la cancha. Para él, como para los demás, era Francia el modelo a aplicar, ejemplo de una sociedad organizada y un aparato estatal fuerte y omnipresente, capaz de normar pero también fiscalizar el cumplimiento de las leyes, con educación cívica en la base y partidos políticos por lo alto. Él mismo, a los 18 años, fue secretario del Partido Liberal para comenzar a canalizar sus inquietudes. Ello era necesario para lograr crear (y dio el ejemplo) narrativas atractivas de Chile, tanto de su pasado (y escribió varios libros históricos y promovió la creación de monumentos con ese propósito) como de su futuro. Así, esperaba, se forjaría un sentido de comunidad, de pertenencia a un territorio común, base geográfica sobre la cual los ciudadanos se organizarían para llegar a un nivel de bienestar para todos y todas. Su marco iba más allá de las fronteras. Tras sus viajes por Europa y Estados Unidos percibió la gran identidad continental, y de ahí que, entre tanto cargo, también fuera Director de la Sociedad de la Unión Americana. Ha debido pasar un siglo y medio para que sus convicciones, entonces utópicas, bajaran al plano de la realidad. Ahora, son parte de la contingencia, de las conversaciones diarias, del deber ser exigible en el
Al menos 13 países recorrió, sacando ideas de cada uno para la modernización de Chile y su desarrollo cultural: Francia, Estados Unidos —de costa a costa—, México, Inglaterra, Italia, Escocia, Irlanda, España, Perú, Alemania, Brasil, Argentina y Portugal.
*MIGUEL LABORDE es Director del Centro de Estudios Geopoéticos de Chile, director de la Revista Universitaria de la UC, profesor de Urbanismo (Ciudades y Territorios de Chile) en Arquitectura de la UDP, miembro del directorio de la Fundación Imagen de Chile, miembro honorario del Colegio de Arquitectos y de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, y autor de varios libros.
Ahora, recién, regresan sus ideas. Hoy se exige educación de calidad para todos, tal como lo hizo él con un grupo de amigos, fundadores de la Sociedad de Instrucción
Primaria el año 1856.