Hace diez años que el periodista, investigador y docente Andrés Scherman estudia cómo piensan los jóvenes, cómo ha cambiado su manera de participar políticamente, y la forma en que la tecnología ha modificado los circuitos informativos que utilizan y su relación con el entorno. En medio de los hechos de esta semana, el también director del Magíster de Comunicación de la UDP, analiza cómo en esta última década se ha intensificado la desconfianza de este segmento de la ciudadanía hacia las instituciones y autoridades, su rol en las movilizaciones y su temeraria visión del poder.
As últimas tres grandes movilizaciones que ocurrieron en el país tienen un factor en común: el alto protagonismo de los jóvenes. Entre la denominada Revolución de los pingúinos, de 2006, y el movimiento estudiantil de 201, la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales (UDP) en conjunto con la agencia de comunicaciones Feedback desarrollaron la encuesta Participación, jóvenes y consumo de medios, un estudio cuyos resultados han mostrado sistemáticamente la creciente desconfianza que los jóvenes, de entre 18 y 29 años, tienen hacia instituciones y autoridades. Así, por ejemplo, han podido constatar cómo la confianza hacia la figura del Presidente de la República aumentó su descreencia de 27% a 13%
entre 2009 y 2018, Carabineros pasó de 57% a 23%, y los medios de comunicación cayeron de 60% a 20% en el mismo período. No solo eso, el estudio también ha consignado cómo las calles aumentaron su valor como un espacio de expresión para los jóvenes, así como también el rol fundamental que las redes sociales han tomado como circuito informativo, en desmedro de los medios de comunicación tradicionales. Una tercera gran movilización estalló el viernes pasado, después de semanas en que un grupo de secundarios se rebelara ante el alza en las tarifas del metro, realizando evasiones masivas que escalaron hasta desatar una movilización transversal. La situación actual obliga a revisar los datos que el investigador Andrés Scherman y
Por Nicolás Violani / Franco Nieri
ANDRES SCHERMAN
Compañía han estado entregando los últimos diez años. ¿Realmente no se veía venir esta explosión social, como se ha planteado en algunos sectores? Uno puede tener hartas ideas sobre las razones de esta situación, pero por qué pasó ahora, en estos momentos, creo que es imposible de responder. La élite no tenía idea que estaba sentada sobre una bomba de tiempo, pero sí existía hace harto tiempo preocupación por cómo se ha dado el proceso de modernización de Chile. Esta modernización ha sacado a mucha gente de la pobreza, pero, al mismo tiempo, ha generado inequidades muy profundas, tanto a nivel material como emocional. Van desde el acceso a la salud, a la educación, a la vivienda, a cómo se vive esta desigualdad: la gente siente que la tratan mal, por ser más pobres, por el barrio en el que viven, por cómo se visten y una serie de situaciones de su vida cotidiana que reflejan una sensación de ser ciudadanos de segunda categoría. Ese factor emocional influye tanto como la inequidad material. Por otro lado, hay una élite política y empresarial con muy poca capacidad de escuchar e interpretar al resto y con una mirada muy soberbia sobre cuál es el camino hacia el desarrollo. Cuando eso se combina con años de expectativas defraudadas, como el mayor empleo prometido por Piñera en su campaña, se convierte en una fórmula explosiva. Y lo del empleo no es menor: En nuestra encuesta del año pasado, por primera vez apareció el empleo como un tema importante que los jóvenes creían que el Gobierno debía prestar atención. Eso no lo habíamos visto”. ¿Cómo evalúas el rol de los jóvenes en este estallido social? Los jóvenes han jugado un rol de liderazgo importante, aunque, menos protagónico que los movimientos del 2006 y 201, que eran netamente estudiantiles. Pero su presencia ha sido fundamental, sobre todo en las calles. Su motivación tiene que ver con varios factores. Uno de ellos es la profunda desconfianza en las instituciones, un tema que conocemos hace mucho y no es sorpresa para nadie. Esa desconfianza es transversal: hacia la religión, las empresas, los partidos políticos. La confianza hacia los medios de comunicación tradicionales como fuentes de información ha caído en forma dramática, y eso ha ido acompañado de un crecimiento altísimo en el uso de redes sociales, no solo como entretención y vida social, sino que también como insumo informativo. Muchos jóvenes han empezado a circular en un circuito de información distinto. Y eso lleva a que haya discusiones que para otros, que están mucho menos presentes en esas plataformas, sean invisibles. La diferencia de circuitos informativos es, entonces, una de las causas de la distancia entre los jóvenes y las instituciones Creo que sí. Es una hipótesis, hay que estudiar con más detención, pero las conversaciones, los tonos o los referentes no son los mismos, porque los circuitos informativos se han diferenciado mucho. En Chile antes era tradición que la familia viera la televisión en conjunto. Era casi un ritual, un momento en que las familias se encontraban en la noche, y los jóvenes la veían no porque quisieran, sino porque era el espacio de la estructura familiar. Hoy esa situación ocurre rarísima vez. Es muy posible que, incluso al interior de la familia, padres e hijos circulen en circuitos de información distintos. En la primera encuesta de 2009, las redes sociales aparecieron como un nuevo espacio de manifestación que se sumaba a las calles. ¿Cómo se han asentado esos espacios durante estos años? ¿ Qué rol juega cada uno? Creo que son perfectamente complementarios. Las redes sociales jugaron un rol importante en las movilizaciones de tanto en el movimiento estudiantil, como en los movimientos medioambientales. Hoy prácticamente todas las marchas se
difunden a través de las redes sociales. Esta generación las sabe ocupar de manera inteligente. Me llamó la atención que en la radio había algunos que se reían de los hashtags que aparecieron cuando comenzaron las protestas por el alza de las tarifas del metro, porque un día pusieron evasión con 'ce'. Eso es no entender que de esa manera se busca engañar el algoritmo de Twitter, que no lo hacen por error, sino porque tienen estrategias para moverse en el mundo digital. Ahora, lo que sí tienen las redes sociales hoy, y que en 20I era una preocupación mucho menos relevante, es el tema de las fake news. Cuando nos quedó más claro ese poder fue con la elección de Trump. Esta movilización se inició por un grupo de secundarios que comenzó a manifestarse por el alza de las tarifas del metro, aun cuando a ellos no les afectaba directamente. ¿Esta juventud tiene más compromiso o interés en participar en los temas sociales respecto a generaciones pasadas? Depende de cómo midamos compromiso y participación. Quizás nos falta una manera de medición menos tradicional. Porque si el compromiso tiene que ver con ir a votar, con participar de los partidos políticos, entonces no. Pero creo que no es casual que en los últimos tres movimientos sociales importantes que hemos tenido (el de 2006, el de 201 y este) la participación de los jóvenes haya sido tan protagónica. A modo de hipótesis, creo que los jóvenes operan en representación de los grupos a los que pertenecen, fundamentalmente de sus familias. Por ejemplo, el tema de las pensiones es algo que no les toca directamente, pero lo ven en sus abuelos o sus papás, que se están pensionando prácticamente con una miseria. Y el drama de las pensiones no afecta solo a los sectores de bajos ingresos, también llega hasta la clase media alta. La encuesta también ha identificado que causas como la legalización del aborto o la marihuana y la protección del medio ambiente han avanzado en los jóvenes; también el feminismo y la diversidad sexual. Todos han sido temas de manifestaciones. Esta parece ser la primera gran movilización que hace confluir atodos estos grupos en pos de demandas vinculadas al sistema general. ¿Estás de acuerdo con eso? Es cierto que este movimiento ha logrado unificar a actores muy distintos, en términos temáticos, socioeconómicos y etarios, y eso es bien impresionante. Cuando empezamos la encuesta, en 2009, prácticamente no había jóvenes que participaran de movimientos de minorías sexuales o feministas, y la cantidad de gente que participaba en el movimiento medioambiental era muy menor. Hoy, si uno desglosa por causa, quizás los niveles de participación no son tan altos, pero si se suman todas, es mucha más la gente que participa que hace diez años. Aun así, creo que la institucionalidad tiene herramientas para salir adelante. El tema es que ni yo ni nadie tiene la receta de cómo hacerlo. Quizás las medidas anunciadas por Piñera ayuden a descomprimir en el corto plazo, pero no resuelvan los motivos que nos llevaron a la crisis. ¿Qué te ha sorprendido más de la conducta de los jóvenes en esta manifestación en particular? Me ha llamado mucho la atención la actitud de los jóvenes frente a los militares. Para todos los que tenemos algún recuerdo de la dictadura, un enfrentamiento cuerpo a cuerpo o a una interpelación directa a un militar era impensable, estaba asociado a riesgos altísimos. Esto muestra que hay una mirada distinta sobre el poder, no solo frente al poder político, sino que también frente al coercitivo, sobre alguien que está objetivamente en una posición de fuerza, con armamento y respaldo del contexto para actuar. Estos jóvenes no solo han perdido la confianza, también han perdido el