Rediseñando el consumo de agua
I bien se ha descartado el racionamiento para este verano en Santiago, la Superintendencia de Servicios Sanitarios ha señalado que existe incertidumbre sobre el suministro de agua potable para el verano de 2021. Especialistas han augurado ese escenario ante el bajo caudal de las principales fuentes de abastecimiento de la capital. En este contexto, y más allá del necesario debate acerca de la institucionalidad del agua, es necesario discutir también, de manera urgente, estrategias de gestión para enfrentar eventuales restricciones del consumo en nuestras principales ciudades. El uso residencial representa el 6% del consumo total de agua en el país (el grueso de la utilización corresponde al agro con un 82%). Pero en Santiago ese registro alcanza al 23% (Dirección General de Aguas, 2016). En una situación donde la demanda crece en los meses del verano, mejorar el uso doméstico y crear conciencia sobre la disponibilidad limitada del agua parecen requerir de un esfuerzo distinto a los desarrollados hasta ahora (más bien centrados en la
realización de inversiones), que debería ser abordado desde propuestas específicas que pueden ayudar a perfeccionar el abastecimiento residencial en la capital. Un reciente trabajo de Sebastián Vicuña, Oscar Melo y Eduardo Bustos, académicos del Centro de Cambio Global de la U, Católica, contrasta las circunstancias de sequía y abastecimiento en Santiago y en Sídney, la principal ciudad de Australia (5, 2 millones de habitantes en su área metropolitana). Aunque algunos contextos son distintos, hay también numerosos puntos que sí es posible comparar. De acuerdo al estudio, y a diferencia de Santiago, donde son las empresas sanitarias las que proponen medidas de mitigación —principalmente la compra de derechos de agua o nuevos sondajes de aguas subterráneas—, la urbe australiana cuenta con un plan de gestión de aguas (administrado por una autoridad metropolitana) que considera varios planos de acción de acuerdo al nivel de gravedad de la sequía. Así, por ejemplo, si el nivel de los embalses es inferior a un 55%, se empieza a restringir el consumo de agua hacia los usuarios. Por ejemplo, la prohibición de regar jardines, lavar automóviles o mojar superficies en horarios de intenso calor, y la obligación de solicitar permiso antes de llenar una piscina de más de 500 litros. Las infracciones son penadas con multas que llegan hasta los 290 mil pesos chilenos. Ninguna de estas imposiciones revertirá por sí sola la sequía, pero podrían ayudar a adaptarse a sus efectos más dramáticos. Ello requiere, sin embargo, de planes de gestión con medidas explícitas y concretas. Ejemplos como Sídney, u otros territorios que han enfrentado emergencias similares, como Ciudad del Cabo o Sao Paulo, pueden ser una adecuada inspiración para el diseño e implementación de dichas herramientas.
“Un reciente trabajo de académicos de la UC contrasta las circunstancias de sequía y abastecimiento en Santiago y Sidney”.