Descarbonización: En el camino del desafío de la carbono neutralidad
“Esta estrategia de cierre de centrales, sin duda, va por el camino correcto, pues es un buen primer paso en el largo camino de ser un país carbono neutral al 2050”,
Un desafío de gran magnitud que tenemos —a la luz de los evidentes efectos del cambio climático— es la necesidad de llegar a ser un país carbono neutral, lo cual implica que el funcionamiento global no aporte a la emisión de CO» a la atmósfera, para así no contribuir al aumento de las temperaturas globales.
Se trata de una meta que el actual Gobierno fijó para el 2050, es decir, en largos treinta años más. De acuerdo al Tercer Informe Bienal de Actualización de Chile sobre Cambio Climático, la reducción de emisiones de CO2 depende del compromiso de muchos actores, casi todos relacionados con diversos sectores productivos del país, ya sea la generación de energía eléctrica, industria, transporte, minería y agricultura, entre los principales. Un ejemplo de esto es que la sola generación de energía eléctrica es responsable, al 2016, del 40% de los Gases de Efecto Invernadero (GE! ), lo que la convierte en la principal generadora de este elemento.
Un hecho de suma gravedad pues, por sí sola, la industria eléctrica genera casi la mitad de estas emisiones contaminantes. Uno de los actores clave en el desafío de carbono neutralidad es, entonces, la transformación de la generación de electricidad en base a combustibles fósiles —petróleo, carbón, gas natural, petcoke— a una basada en Energías Renovables No Convencionales —solar, eólica, geotérmica— aunque la realidad no es tan auspiciosa como se desearía.
En 1999, según la Comisión Nacional de Energía, el 48% de la generación de electricidad provenía de centrales que utilizaban combustibles fósiles.
En 2017, casi veinte años después, ha aumentado a 57% lo que evidencia que seguimos siendo un país que produce electricidad, principalmente en centrales termoeléctricas. ESCENARIO ACTUAL Pero en este periodo, afortunadamente, han aparecido con fuerza las Energías Renovables No Convencionales (ERNC), principalmente solar y eólica, que permiten dar señales de esperanza de cara al objetivo nacional y mundial de no aumentar la temperatura del planeta en más de 2 grados, respecto de los niveles preindustriales (Acuerdo de París). Ya en 2017, el 30% de la generación correspondió a ERNC, reemplazando, principalmente, a la energía hidráulica de embalses.
Ante este escenario, cabe preguntarse cuáles son los factores que apuran o inhiben la transformación de la matriz energética nacional hacia una matriz sustentable. Actualmente, el primero y más decidor en el actual sistema eléctrico, es el costo de la generación, pues mientras más barato sea el costo de esta generación de energía, más posibilidades existen que esa electricidad efectivamente sea despachada.
Esta lógica mercantil adolece de un problema grave, pues no considera las externalidades de la generación de energía que generan los combustibles fósiles.
Una externalidad, es el costo que tiene sobre terceros el funcionamiento de una determinada industria y que no son asumidos por ella.
En este caso, los costos para la sociedad de generar energía mediante combustibles fósiles, son los niveles de contaminación en los entornos y su contribución al cambio climático, ambos efectos difíciles de estimar en dinero.
Un claro ejemplo de esto es la zona de Ventanas, donde la contaminación ha destruido las posibilidades agrícolas y pesqueras, dejando en la pobreza y vulnerabilidad a muchos de sus habitantes. En la realidad de esta prevalencia de quien tenga menores costos de producción, los profesionales que toman las decisiones en la industria de la energía, lo hacen buscando optimizar sus costos directos y olvidando su responsabilidad social.
PLAN DE CIERRE Una señal alentadora en este ámbito fue la decisión del Gobierno de implementar un plan de cierre de las centrales basadas en combustibles fósiles, básicamente carbón.
Cuando las decisiones de quienes dirigen empresas no son socialmente empáticas, la literatura plantea que el Gobierno debe intervenir para alcanzar el óptimo social, y esta vez así ha sucedido.
Entre las medidas que se proponen adoptar están establecer una normativa, definir impuestos y establecer permisos transables, entre los más comunes.
En Chile, ya hemos implementado un impuesto a las emisiones de CO2, pero su éxito depende de su monto, de la fiscalización que se realice y de si, efectivamente, este impuesto desalienta la generación.
Lo reciente de esta medida, no permite aún evaluar sus resultados. Aun así, podemos decir que el cierre anunciado de centrales es un acuerdo inédito entre Gobierno y particulares, el cual plantea la salida de ocho centrales a carbón al 2024 y el cierre de las restantes veinte al 2040.
Se espera que durante este 2020 se cierre la primera de ellas.
Esta estrategia de cierre de centrales, sin duda, va por el camino correcto, pues es un buen primer paso en el largo camino de ser un país carbono neutral al 2050. Se esperaría, en todo caso, un mayor protagonismo de la clase política a la hora de legislar, para el pronto término de la generación de energía con todos los tipos de combustibles fósiles, y que no sea, como ha sido hasta ahora, solo un acuerdo entre Gobierno y privados.