Si un niño tiene que tomar unas tres mil decisiones al día, un adulto llega a tomar 30 mil antés de siquiera entrar a evaluar las opciones que surgen desde su teléfono
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MENOS DECISION
La gran cantidad de alternativas que las nuevas tecnologías permiten descubrir aumentan la sensación de que siempre puede haber algo mejor, lo que dificulta la toma de decisiones e incluso puede paralizarlas. Esto es conocido como FOBO, término que deriva de la expresión fear of better options (miedo de mejores opciones) y puede tener grandes efectos en la salud mental.
Ilustración: FRANCISCO JAVIER OLEA.
N hombre y una mujer conversan en un bar. Acaban de conocerse en persona, gracias a Tinder. Él piensa lo de siempre: que ella es agrada- ble, pero menos guapa de lo que se veía en las fotos. Ella piensa lo mismo de él. Mientras él aprovecha cada momento de distracción para revisar su teléfono -Tinder no para de ofrecerle opciones de posibles ella recuerda lo difícil que fue ponerse de acuerdo a la hora de escoger un lugar para el encuentro: pasaron más de una hora cada uno buscando en TripAdvisor, en Zomato. Com, en Atrápalo. Cl, en Google y en los grupos de Whats App de los amigos. Finalmente, ninguno de los dos está conforme con el lugar escogido: hay mucho ruido y apenas pueden conversar. Quedan en volver a verse algún día en otro lugar. Miran sus teléfonos para escoger dónde. No llegan a ningún acuerdo. De vuelta en su casa, cada uno prende el televisor y entra en Netflix. Luego de más de media hora navegando, ella logra decidirse por una serie de las que están de moda, pero a los quince minutos empieza a pensar que de seguro se está perdiendo una buena película. Comienza a navegar otra vez, hasta que la rinde el sueño. No logra ver ni un capítulo completo. Él está igual de indeciso. Luego de ver cuatro fragmentos de filmes -un documental sobre el narcotráfico en Colombia, una cinta de los años 50 con Marilyn Monroe, una película simpática con Julia Roberts y una de acción con Tom Cruise- decide apagar el aparato y dormir. Él y ella son hijos de una nueva era, en la que decidir se hace cada vez más complejo, tanto en este tipo de situaciones del día a día como en asuntos más trascendentes: la elección de una carrera, un cambio de trabajo o incluso el matrimonio. Si un niño tiene que tomar unas tres mil decisiones al día, un adulto llega a tomar 30 mil antes de siquiera entrar a evaluar las opciones que surgen desde su teléfono. La gran cantidad de alternativas que hoy tenemos y que las nuevas tecnologías nos permiten descubrir, aumentan la inquietante sensación de que siempre puede haber algo mejor que estamos dejando de lado. Esto es conocido por los especialistas en salud mental como FOBO, término que deriva de la expresión fear of better options (miedo de mejores opciones) y alude ala postergación prácticamente infinita de todo tipo de decisiones, en espera de una alternativa perfecta que, en rigor, nunca llegará. Es un concepto similar a FOMO (fear of missing out; miedo a quedar fuera), pero de diferente naturaleza, porque este último se refiere especificamente a la vida social. En 2004, Barry Schwartz estadounidense, profesor emérito en Swarthmore College y acádemico de Haas School of Business, en Berkeley- ya había advertido sobre la dificultad para tomar decisiones en su libro “La paradoja de la elección: Por qué menos es más”. Desde Swarthmore, Filadelfia, advierte que hoy el escenario es aún más complejo: escribí mi libro, tomar una decisión ya era
abrumador. Pero ahora decidir es simplemente alucinante. Podemos mirar cientos, miles de opciones, sin levantarnos de un sofá. Si el problema ya existía en 2004, hoy es definitivamente mucho peor (.. .) Asumimos que mientras más opciones tenemos, mejor estaremos y seremos más libres para encontrar exactamente lo que queremos en cada decisión. En este sentido, la elección es liberadora. Pero la gran paradoja es que cuando las personas tienen muchas opciones, en vez de sentirse liberadas, se paralizan. Se sienten incapaces de decidir. —Es como si llevaras a un niño a una heladería donde hay cien sabores: lo pasaría pésimo, incapaz de decidirse y con ganas de comerse los cien helados -acota Daniel Halpern, académico de la Universidad Católica y especialista en nuevas tecnologías. El investigador asegura que el fenómeno de la multiplicidad de opciones no para de acelerarse, en especial desde que comenzó la masificación, hace unos diez años, de las estrategias de remárketing. Con la ayuda de algoritmos, filtros y cookies que registran búsquedas anteriores y preferencias, las nuevas plataformas constantemente vuelven a ofrecer productos, servicios y hasta personas, como en el caso de las aplicaciones para búsqueda de pareja. Es fácil marearse -dice—. Uno ve el impacto que esto está teniendo en las generaciones más jóvenes: se las acusa de inmadurez, y esto muchas veces se debe a que el bombardeo de información hace que les sea más difícil tomar decisiones. Les cuesta más definirse. Ir cerrando puertas, enfocándose, es parte de ir creciendo. Pero si no has madurado emocionalmente, si no logras tener claridad y seguridad con respecto a lo que quieres, puedes estar casado y creer que puedes seguir mirando para el lado. O viajar y sufrir mirando las fotos de los hoteles a los que no fuiste.
MAXIMIZAR VERSUS SATISFACER
Las reflexiones en torno a la toma de decisiones no son recientes. Ya en 1979, los psicólogos Daniel Kahneman (Premio Nobel de Economía en 2002) y Amos Tversky advirtieron, en su reputada teoría de las perspectivas, que pretender decidir algo en base a “información completa” es algo imposible de alcanzar. Nunca se puede tener “información completa” sobre nada y esperar tenerla no puede servir de excusa para demorar una decisión: en algún punto hay que parar y elegir un camino. Incluso antes, en los años 50, el economista Herbert Simon Nobel de Economía 1978- hizo un llamado a no esperar más de la cuenta a la hora de decidir. Si bien los postulados de Simon aludían a temas de interés corporativo —gestión de los ejecutivos, conducta de los consumidores-, sus ideas forman parte de toda la investigación posterior en torno a la toma de decisiones. Simon distinguió dos perfiles que aún son utilizados por los expertos en salud mental: a un extremo están las personas que maximizan las opciones; al otro, las que se centran en la satisfacción. Quienes maximizan intentan tener siempre la mayor cantidad posible de datos antes de tomar una decisión, mientras que los segundos eligen lo que cumple con lo suficiente como para sentirse con-
Cuando estas personas logran decidirse, e incluso si escogen bien, se sienten menos satisfechas con lo que han escogido que si hubieran tenido menos Opciones.
“Cuando las personas
tienen muchas opciones, e
vez de sentirse liberadas, se paralizan”, dice Barry Schwartz, autor de “La paradoja de la elección”
A través de algoritmos, filtros y cookies, las estrategias de remárketing ofrecen constantemente productos, servicios y hasta personas, afirma Daniel Halpern, investigador de la UC
El FOBO le da a demasiado peso a aspectos irrelevantes relacionados con una decisión, advierte Mark. D. White, columnista de Psychology Today.
Buscar lo mejor sin
disfrutar lo que se tiene lleva a una profunda insatisfacción, sostiene Jeremy Nicholson, The Chicago School of Professional Psychology.
Formes; son los que escogen lo “suficientemente bueno”. Aparentemente, quienes maximizan estarían cerca de la elección correcta, al considerar un mayor número de variables. En cambio, quien tiende a quedarse con lo que lo satisface, podría caer en decisiones mediocres o tomadas a la rápida. Pero ahí es donde el fenómeno del FOBO entra en escena y desvirtúa lo esperado: si bien maximizar pareciera ser lo óptimo, la evidencia muestra lo contrario. Maximizar aumenta el riesgo de perderse en un mar de posibles caminos o de procrastinar (postergar lo importante). De los riesgos que han identificado tanto los psicólogos como los economistas conductuales es que (el FOBO) lleva a dar demasiado peso a los aspectos irrelevantes relacionados con una decisión y a confundirnos con respecto a nuestros intereses reales —acota Mark. D. White, profesor de Filosofía y columnista de Psychology Today, quien escribió sobre estos temas en dos de sus libros: The Manipulation of Choice (2013) y The Decline of the Individual (2017). Mark cree que las nuevas tecnologías pueden ser de utilidad, siempre que aprendamos a usarlas a nuestro favor, sin dejar que abrumen con su exceso de información. Ser una tremenda ayuda al permitirnos encontrar, recoger y organizar la información que necesitamos para tomar mejores decisiones. El peligro surge cuando confiamos en que ellas tomarán las decisiones por nosotros, porque nunca podremos estar seguros de que ellas tomarán las decisiones del mismo modo que nosotros. Son buenas herramientas, pero no hay que olvidar que son solo eso, herramientas. Maximizadores siempre están buscando lo mejor y no se detienen a disfrutar lo que ya tienen, lo que puede derivar en una profunda insatisfacción. Y esto es cierto tanto al escoger un producto de consumo o una pareja romántica Jeremy Nicholson, psicólogo y académico de The Chicago School of Professional Psychology, quien asegura que las nuevas tecnologías y aplicaciones son una fuente de estrés para los maximizadores, pero pueden ayudar a quienes siguen la estrategia contraria, centrada en lo suficientemente bueno. El problema, dice, es que hoy el mundo nos empuja cada vez más hacia una mentalidad maximalista.
ELECCIONES Y FELICIDAD
-La clave para administrar decisiones en el mundo de la hiperelección es buscar lo que sea suficientemente bueno, y no lo “mejor”. Si haces esto, puedes parar apenas encuentras lo que cumple con tus estándares. En cambio, si esperas hasta encontrar lo mejor, la búsqueda nunca termina Schwartz. Pero sus investigaciones van más allá del resultado, correcto o incorrecto, que puedan tener las decisiones tomadas. A su juicio, el principal efecto que produce el FOBO es el daño que implica en el bienestar emocional. Al estrés, la ansiedad, la depresión y, en términos generales, la falta de satisfacción con la vida. Además, pone una carga alta en personas que ya están sufriendo de estrés y necesitan tiempo para equilibrar
su vida. Cuando estas personas logran decidirse, e incluso si escogen bien, se sienten menos satisfechas con lo que han escogido que si hubieran tenido menos opciones el psicólogo, quien incorporó este punto de vista en su libro sobre la paradoja de las elecciones y continuó investigando sobre el tema durante años. En 2012, uno de sus estudios demostró que, al escoger sus primeros trabajos, los maximizadores se sentían más insatisfechos, temerosos de estar perdiéndose alguna buena opción laboral. Constantemente cuestionaban su decisión y esto los hacía sentir inseguros. Otro trabajo de 2002, citado por Jeremy Nicholson, encontró que las personas que tienden a maximizar reportan menores niveles de felicidad, autoestima y satisfacción vital, y mayores índices de depresión y culpa. Este último estudio se llama “Hapiness is a matter of choice” (La felicidad es cuestión de elección). ¿Cómo salir de esto? ¿ Es posible aprender a saber cuándo parar de buscar información y, finalmente, tomar esa decisión que tanto postergamos? En su charla Ted, la conocida consultora estratégica estadounidense Priya Parker entrega algunas ideas. Lo principal, dice, es dejar espacio para el desarrollo personal: solo conociéndose mejor se puede tener el foco necesario para reconocer “lo suficientemente bueno” cuando lo tenemos al frente. También sugiere evaluar los costos alternativos de demorar una decisión: el tiempo no pasa en vano. Mientras tramitamos una decisión, otros pueden quedarse con lo que anhelamos: un trabajo, una posible pareja, un cupo en un curso y hasta un asiento en el cine. El paso del tiempo es, para Nicolás Labbé, psicólogo, académico de la Universidad de los Andes y miembro del Instituto Chileno de Trastornos de la Personalidad, uno de los costos más subvalorados entre quienes sufren de este problema. -A medida que se “tramita” con tintes obsesivos una decisión, la intensidad de la motivación baja —explica — y ase pierden oportunidades: lo que uno quiere y lo que a uno lo tranquiliza, que no siempre es lo que parece ser mejor, puede haberse cumplido hace rato. Esto deriva en mucha frustración, es reflejo de una profunda inseguridad y signo de una sensación de competencia muy alta, con uno mismo o con otros. Hacia los demás, implica cierto desprecio y falta de consideración, por ejemplo, si no acepto una invitación a la espera de una mejor. -Es interesante ponerle nombre a este tipo de fenómenos, porque permite identificarlos mejor Cuando el no poder tomar decisiones interfiere con una vida normal y hace imposible concretar un proyecto de vida, la situación se vuelve patológica. La respuesta, dice Labbé, depende de la magnitud del problema: si se remite, por ejemplo, solo al ámbito laboral, puede bastar con la ayuda de un coach. Pero si abarca varias áreas de la vida, es aconsejable una terapia. Si tiene raíces muy profundas, recomienda una terapia psicoanalítica; si no, una de tipo cognitivo-conductual.
Por Sofía Beuchat.