Ara Claudia Heiss, el asunto no es que el populismo se instale en Chile. Para ella se trata de un fenómeno que siempre ha existido al interior de nuestro sistema político. El problema, para esta doctora en Ciencia Política (de la New School for Social Research de Nueva York), es que el actual debilitamiento institucional, principalmente de los partidos y del Congreso, pueda contribuir a que los discursos populistas tengan más adhesión. “El antídoto al populismo —a diferencia de lo que les he escuchado a algunas personas que se han mostrado muy alarmadas con su auge— es fortalecer los mecanismos de representación política y hacerlos más democráticos”, dice desde su oficina de calle Huérfanos donde ha enfrentado meses intensos: en septiembre del año pasado asumió como jefa de la carrera de Ciencia Política de la U. De Chile, que recién este año comenzó a dictarse (antes solo existía como posgrado). Según esta politóloga —que trabajó muchos años como periodista en radios, diarios y como corresponsal en Estados Unidos—, la falta de dicha representación política ha sido causada, entre otros, por el marco rígido que tiene la Constitución de 1980, los efectos que en su momento tuvo el sistema binominal y por la forma de funcionamiento interno de los partidos. De esto hablará esta tarde en el seminario «Populismo en el Siglo XXI. Lecciones para Chile», organizado por el Centro de Estudios Públicos (CEP). —Estamos en una etapa en que todo el mundo acusa de populista a los demás. Al final, ¿qué es el populismo? cientistas políticos hablan del “estiramiento conceptual”, y el término populismo es un concepto que está estiradísimo y que muchas veces se usa simplemente para denostar lo que a uno no le gusta. Es un concepto complejo de asir, es difícil quedarse con una definición.
ETT en un seminario del CEP, reconoce que MEA ELO AEREAS identificación política de los ciudadanos.
Por Martín Romero E.
Claudia Heiss, politóloga:
—En su libro “Populismo” (2019), Cristóbal Rovira y Cas Mudde señalan que el concepto se caracteriza por concebir la vida social y política, y los problemas que la acompañan, como una división entre la élite y los ciudadanos comunes y corrientes. —Estaría de acuerdo con ello. Una de las características del populismo es hablar con un discurso anti-élite. Trump hace un discurso contra las élites de Wall Street y contra los intelectuales. El populismo de izquierda asocia la élite con el capital transnacional y al pueblo, con los trabajadores. Para la derecha, el pueblo sería como la nación, en su origen más nacionalista y étnico, y la élite, como los intelectuales o aquellos que no representan el sentido común. Hay que decir que en el caso de Trump y de los populistas de derecha europeos, como Viktor Orban, Mateo Salvini, Marine Le Pen y Bolsonaro, tienen discursos anti-élite, pero no tienen políticas anti-élites. A eso se suma la utilización de un discurso antiinmigrantes, porque la migración atacaría la naturaleza de lo que se supone que somos como nación. —Teniendo este marco conceptual: ¿ hay populismo en Chile? —Siempre ha habido populismo en Chile. El populismo que se ha producido hoy en el mundo es consecuencia de la crisis política: su resurgimiento es parte de la incapacidad de los sistemas políticos para canalizar la representación, es el fracaso de los partidos para canalizar la soberanía popular. La legitimidad tiene dos ejes: uno vertical, la legitimidad de la soberanía popular, y otro de corte horizontal, que es la dimensión más liberal de las democracias, que es la idea de los frenos y contrapesos, de los derechos de las minorías y del constitucionalismo. Son dos principios que están en tensión y en Chile se ha fallado mucho en el sentido vertical de la legitimidad: tenemos fuertes mecanismos de contrapeso institucional y un sistema liberal que funciona, pero poca rendición de cuentas de las autoridades hacia la ciudadanía. —Dices que siempre ha existido populismo en Chile. Uno se acuerda del texto de Arturo Valenzuela (“Intermediarios políticos en Chile”), en donde demostraba cómo en los *60 y en períodos eleccionarios el Congreso se ponía a aprobar leyes que beneficiaban económicamente a sus electores. ¿Dónde empezó el populismo en nuestro país? —Muchos autores definen el populismo más como un discurso que como un contenido de hacer políticas públicas. El discurso populista siempre ha existido en Chile: algunos lo asocian a la llegada de Arturo Alessandri al poder en 1920, con la irrupción de las masas en la política. Carlos Ibáñez, claramente, tiene un discurso antipolítico, anti élites que lo hacen ser lo más cercano al populismo latinoamericano tradicional que hemos tenido en Chile. Lo que pasa es que hemos tenido instituciones más resistentes, más sólidas, pero que hoy, ante la crisis institucional, están
vulnerables a que esos discursos populistas tengan más adhesión. La gente piensa que da lo mismo por quién votar, fenómeno que se exacerbó a partir del binominal.
La paradoja frente a la élite peligro de que formas extremas, a lo Trump o Bolsonaro, se instalen en Chile? —Es peligrosa la pendiente por la cual hemos transitado en los últimos años, donde la política ha perdido relevancia y prestigio, y se ha producido una tendencia a la desinstitucionalización. Uno de los síntomas de aquello es la falta de identificación partidaria: la gente hoy no habla de política, no es cercana a los partidos, y lo que es peor, ni siquiera se identifica con el eje izquierda-derecha. Para mí, que soy de la generación de la transición, que alguien diga “a mí no me importa la izquierda y la derecha” es muy fuerte. Y tenemos que darnos cuenta de que este escenario no se produce porque la gente es tonta, porque hay cierto discurso de la élite que dice “¿ cómo la gente no va a votar?, no se dan cuenta de todo lo que está en juego, ¿cómo pueden ser tan ignorantes?”. Es un error ver la desafección política como una enfermedad que se cura con educación cívica. —Uno tiene la sensación de que los partidos no dan el ancho en este tema. Los recientes comicios internos del PS parecen confirmarlo: aparte de las acusaciones sobre vínculos con el narcotráfico, estuvo el muy engorroso sistema de votación y elección de representantes. —El PS y todos los partidos son parte del problema. Son partidos estables, pero sin raíces: ¿ quién milita hoy en un partido político? Hoy, la gente que milita lo hace para conseguir cargos, por intereses de corto plazo. ¿Cuán ideológicos son los partidos? Siempre se habla de lo ideológico como algo malo, pero la ideología es también un proyecto social. Sin partidos programáticos, ideológicos y conectados con una base social, no se puede construir la representación política. No veo que sea posible proteger un sistema político del populismo si no es con partidos fuertes y vinculados a las demandas sociales. —Además, uno siente que los debates políticos están en otra parte y que no son de muy buena calidad: llevamos 15 días escuchando una discusión sobre las horas laborales con muy poca evidencia que sustente las posiciones. —No quiero ser catastrofista, ya que tenemos una clase política mejor que otros países, pero hoy no está la capacidad técnica de traducir en propuestas legislativas las distintas ideas políticas que existen. Yo he estado revisando mociones parlamentarias, y para empezar están muy mal escritas. El ente legislador en Chile es el poder Ejecutivo. Y esa concentración del poder, en este sistema hiperpresidencial, tiene pocos espacios para canalizar voces distintas, y esa tarea no pasa simplemente por crear partidos políticos. Hay que tener espacios con capaciDad técnica para traducir esas voces, y eso requiere de formación política.
“Los partidos funcionan como empresas” —¿ Las reformas institucionales que ha anunciado el Presidente Piñera podrían ayudar a mejorar algo? —La vía legal no es suficiente, pero es algo. Ha sido bueno lo que ha pasado en materia de reformas a la probidad y la ética pública. Se reguló el financiamiento de la política. Pero el problema de fondo tiene que ver con las bases institucionales sobre las que estamos construyendo esta forma de representación política: la Constitución de 1980. —Pero ahí no hay un acuerdo nítido. Gente como el subdirector del CEP, Lucas Sierra, ha advertido que la Constitución debe “ser lo más parca posible y dejar a la política que juegue”. —Estoy de acuerdo en que la Constitución no va a resolver todos los problemas y no van a desaparecer todas las amenazas. Sin embargo, hay que pensarlo así: la Constitución tiene 18 Leyes Orgánicas Constitucionales que regulan un montón de aspectos y que requieren de mayorías de 4/7 que hacen que lo que la gente vota en las elecciones, no se traduzca en políticas públicas, y eso es un desprestigio para el sistema. El déficit democrático tiene que ver con la Constitución. —Los partidos tradicionales en Perú, Brasil y Argentina, han desaparecido. ¿ Qué tan lejos estamos de esos escenarios?—Han existido varios estudios que han alertado sobre la crisis del sistema de partidos en Chile. Lo que pasa es que no es tan evidente como en otras partes. Hasta ahora pareciera que todavía tuviéramos partidos estables. Mira al PS: sigue teniendo poder y una votación razonable. Pero se trata de partidos donde progresivamente sus candidatos se convierten en microempresarios, donde usan el partido como paraguas y solo se preocupan de conseguir la plata para financiar su campaña. No funcionan como partidos, sino como empresas para conseguir escaños. —Ascanio Cavallo dijo que no había que comparar a José Antonio Kast con Trump, porque “era demasiado católico” para parecerse. ¿Kast es populista? —Él tiene ese discurso populista de identificar a un enemigo para unir a la nación. Juega a eso. Ahora no sé si desde el punto de vista programático se puede decir lo mismo: otra de las variables para identificar a los populismos es la aversión a la tecnocracia, y no creo que Kast sea susceptible de esa crítica. —¿ Y el Gobierno? Se ha dicho que a partir de la política de seguridad estaría cayendo en cierto populismo. —Hay un componente populista en todos los gobiernos. Es inevitable que los gobernantes le prometan cosas a la gente, y muchas veces cosas que no se pueden cumplir. Pero yo no diría que el gobierno de Sebastián Piñera es populista.
Todos los partidos en Chile son parte del problema. Son partidos estables, pero sin raíces. La gente hoy solo milita para conseguir cargos”.
El término populismo es un concepto que está estiradísimo y que muchas veces se usa simplemente para denostar lo que a uno no le gusta”.