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HERMANDAD
DE LAS . programadoras
Cada mañana de sábado, un grupo de escolares asisten a clases con alumnos de ingeniería para aprender a codificar en lenguaje de computador. Las Niñas PRO (gramadoras) buscan imponerse en las Olimpíadas Ch ilenas de Informática y, de paso, ayudar a cambiar la mirada sobre las mujeres en STEM en las casas, el colegio y la universidad. "Si yo quiero saber más de matemáticas en el colegio, los profesores me dicen 'no, porque vas a estar m uy adelantada para el curso"', cuenta una participante. Por CLAUDIA GUZMÁN V. Foto CHRISTIAN ZÚÑIGA. m
s un sábado por la mañana en la
Facultad de Ciencias Físicas y
Matemáticas de la Universidad de
Chile, el tradicional enclave de calle JBeauchef, en pleno barrio Club Hípico
_de la capital. En la vereda poniente se levanta el histórico edificio neoclásico francés que desde su inauguración, en 1822, ha formado generaciones de ingenieros, físicos, geólogos y astrónomos. En la calzada oriente, en cambio, una minimalista fachada de hormigón, acero y vidrio alberga a los futuros profesionales del departamento de Ciencias de la Computación. El moderno patio de la nueva construcción está casi vacío, no hay clases hoy. Sin embargo, una decena de jóvenes de jeans y zapatillas están en el campus universitario a pesar de estar en edad escolar. Son las Niñas PRO (gramadoras), estudiantes de enseñanza media que desde 2016 tomaron el desafío de aprender a codificar en el lenguaje de los computadores para participar en las Olimpíadas Chilenas de Informática, que se realizan hace cinco años. El primer año en que compitieron fue testimonial, pero el año pasado lograron llegar a la competencia nacional; una final que nunca ha tenido en su podio a una mujer. -Antes acá había un taller mixto dedicado a la preparación de escolares para las Olimpíadas, y de repente llegaban una o dos niñas, pero se iban a lo largo del año -cuenta Vanessa P. Araya, estudiante de doctorado en Ciencias de la Computación de la U. -Y pasaba que los profesores de ese taller, alumnos como nosotras, también eran puros hombres. Entonces ellos mismos nos decían que por qué no nos involucrábamos más para que llegaran mujeres también. Y cuando ya terminé la tesis, dije, 'Ok, ahora puedo, vamos a hacer algo pero solo para mujeres porque los niños iban muy avanzados ya' -agrega Jazmine Maldonado, alumna de magíster y cocreadora de Niñas PRO (gramadoras). A la primera convocatoria llegaron 30 niñas, las que se enteraron del taller sabatino mediante los avisos que Vanessa y Jazmine enviaron a los Facebook de los Centros de alumnos de colegios emblemáticos, como Liceo 1 o Liceo Carmela Carvajal, otras llegaron pollos talleres de verano que se dictan en Beauchef. Hoy el núcleo duro son cerca de diez, pero las organizadoras ya planean lanzar una nueva convocatoria en abril. -La verdad es que uno no les toma el peso a los temas de la brecha de género mientras está en la universidad yo al menos no era consciente -reconoce Vanessa-. Pero gracias a profesoras como Bárbara Poblete, que organiza el día Women in Computing' chileno, uno se va dando cuenta de qué tan grandes son y empiezas a querer hacer cosas para que eso cambie, como Niñas PRO. Vanessa y Jazmine recuerdan que en su primera semana de clases en estas manzanas del barrio Club Hípico aceptaron tácitamente que su etapa universitaria estaría marcada por algo que desde los años 60 se deno
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\ pw ií?b '14 5Í&----- íra «íSv II I Con entre 15 y 29 años, alumnas y profesoras de Niñas PRO (gramadoras) están cambiando los estereotipos de las "computinas".
mina "El síndrome Beauchef".
-Me acuerdo de que en el 'mechoneo' me dijeron
"¿cachái el síndrome Beauchef?"- recuerda Jazmine.
-Claro, era como un concepto importante para entrar -agrega su compañera. De lo que hablan es de cómo entendía la tradición de este campus la relación hombre-mujer: -Se supone que las mujeres ingenieras son feas, pero como son tan pocas, al final los hombres las empiezan a encontrar lindas a todas -cuenta Jazmine. Vanessa agrega: -Y eso después se traduce en prejuicios como que si a una mujer le va bien y saca buenas notas, es porque andaba con falda, escote o short. Entonces, tenemos que partir por probar que si usamos shorts no es para tener buenas notas, sino porque hace calor. Y su compañera concluye: -Otra cosa que pasa, y que creo que me pasó a mí, es que cuando estás en plan común y vas a tomar la especialización en matemáticas o computación, tienes que sentir que eres realmente buena si eres mujer. El hombre, en cambio, elige porque le gusta no más. A ellos les da un poco lo mismo sacarse un rojo, y uno piensa "no sirvo, voy a dar bote, no soy de aquí". MIEDO A FALLAR La última revista Bits, del Departamento de Ciencias en la Computación, dice que en los últimos 25 años ha ido bajando la incorporación de mujeres en esta área. La Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas ha tomado conciencia del tema y, entre otras medidas, tiene un programa de admisión especial con cupos de género. Si en 2013 solo el 9% de los ingenieros que optaron por Computación eran mujeres, en 2015 la razón ya era de 21,8%. Iniciativas como Niñas PRO (gramadoras) también pueden ayudar a equiparar esa proporción porque ojalá, el incentivo venga desde una etapa anterior a la universidad. -Para mí, pasar por acá abrió mi mundo. El colegio me aburría, no me sentía cómoda ahí -dice Monserrat Prado, de 18 años, que este año entró al plan común y ya tiene clara su especialización-. Un curso de programación es tan cautivante; era lo que me motivaba a estudiar en la semana para que llegara el sábado ya. Tamara Muñoz, de 17 años, hoy en cuarto medio de La Giroutte, coincide: -Todos los sábados en la mañana despertaba con un sueño tremendo, y no quería venir, pero luego salía de la clase y nunca me arrepentí. Lo que pasa aquí dentro es muy especial: es joder, joder y joder para lograr resolver un problema... Y el hecho de que funcione es algo precioso. Es cómo hacer una demostración matemática. Es demasiado genial. Cómo hacer que una sandía quede dividida en dos mitades iguales fue la primera misión que el grupo de Niñas PRO (gramadoras) recibió. Pensaron lo más simple: partirla por la mitad; pero el desafío era crear una fórmula matemática a base de porcentajes que asegurara el resultado para cualquier sandía de la creación. Todas reconocen que fracasaron en ese primer intento pero así y todo no dejaron de asistir. -Creo que acá encuentras tu lugar -dice Andrea Arredondo, también de 17 años, del colegio Josefina Santísima Trinidad, de Providencia-. En el colegio te pueden hablar de ciencias y puede ser interesante, pero no es tanto como la pasión que uño tiene por la programación. Le das y le das a un problema hasta que encuentras una solución. Y cuando llegas acá, te encuentras con profesoras que tienen una motivación increíble, y te la contagian a ti. Niñas PRO (gramadoras) funciona con un pool de profesoras voluntarias que son estudiantes de pre y
posgrado de carreras afines, como ingenierías, astronomía y matemáticas. Yasett Acuranza, Paula Cáceres Constanza Villegas, Florencia Miranda y Valentina
Urzúa cuentan que han ido diseñando en forma bastante intuitiva la forma de enseñar. Creen que la principal barrera que les ha tocado romper es la de la baja tolerancia a la frustración que las niñas -a diferencia de los niños- suelen tener:
-Quienes vienen acá lo hacen porque quieren resolver problemas, cosas difíciles. Entonces se atreven a tomar un desafío -dice Florencia.
-Y luego vas desarrollando habilidades del pensamiento computacional, la lógica. Aprender a programar implica ser ordenado, hay que tener súper claro los pasos que uno va seguir, para ir indicándoselos al computador en su código -añade Constanza. Y Yasset resume: -Estamos preparando a las niñas para unas olimpíadas. Y en las olimpíadas, bueno, se sabe que algunos van a ganar y otros van a quedar más abajo. Hace unos años veíamos que los niños salían y decían "di todo lo que pude" y si no ganaban decían que era porque estaba muy difícil. En cambio, las niñas salían diciendo: "Soy una tonta". Eso queremos cambiar. -Programar es un proceso súper iterativo, y en particular, a las niñas les frustra o les da mucho miedo equivocarse - agrega Vanessa P. Araya. Jazmine Maldonado recuerda que el proceso de enfrentar la frustración fue lento: -Les dábamos un problema y un tiempo para que lo resolvieran, y nos poníamos a dar vuelta por la sala y nos encontrábamos con que aparentemente no habían hecho nada. Pero si le dabas Crtl+Z al teclado, para deshacer lo hecho, aparecía lo que habían borrado. Y sí habían logrado avanzar. Ellas decían "no sé, no se me ocurre nada", pero en realidad no querían mostrarte que se habían equivocado en alguna etapa de la resolución. Entonces, Niñas PRO (gramadoras) empezó a usar estrategias de incentivo, como darles globos de colores a medida que las pequeñas programadores avanzaban en la resolución. JUGAR SU PROPIO JUEGO En la historia de la computación hay una mujer tan fascinante como fundacional: Ada Lovelace (1815-1852) considerada la creadora del primer programa computacional. La hija del poeta inglés Lord Byron, fue criada en plena Revolución Industrial por una madre visionaria que intentaba alejar a su hija del romanticismo que encarnaba su temperamental figura paterna. Ada fue educada con destacadas institutrices y profesores de lógica y matemática, quienes más de una vez se mostraron "preocupados" por los avances de la joven en áreas que no eran propias de una mujer. La educación formal del siglo XIX no estaba habituada a ingenios como ei de Ada Lovelace, pero ella supo encontrar espacios para crecer y crear el primer algoritmo destinado a una máquina de calcular. A las Niñas PRO (gramadoras) esa historia les resuena familiar. -Me pasa que si yo quiero saber más de matemáticas en el colegio, los profesores me dicen "no, porque vas a estar muy adelantada para el curso" -cuenta Tamara. -Los profesores te van estancando sin quererlo, porque tienden a ayudar más a los que les cuesta o no quieren avanzar -coincide Andrea. Romper resistencias a nivel familiar también fue parte del camino de las Niñas PRO (gramadoras): -Yo fui hija única mucho tiempo, entonces mi mamá era súper aprensiva conmigo. Estuve hinchando desde los 14 años por tomar talleres de verano, y recién me dejó a los 16 -cuenta Valentina Honorato, de 18 años, quien acaba de empezar a estudiar Ingeniería Matemática en la Usach-, Además, yo venía todos los sábados desde Peñaflor. No era menor. -Y yo vengo desde Rancagua -se suma Fernanda Flores, de 16, alumna de tercero medio del liceo Luis Oscar Castro de esa ciudad-. Tuve que convencer a mi mamá, porque los pasajes son caros y el viaje es largo. Ellas dicen que nada impide que cada sábado, como este, se reúnan a aprender cómo codificar, cómo hablar en el lenguaje del computador para que la máquina siga las instrucciones y así dar con las soluciones que ellas crearán. -¿Qué juego le recomendarían a una niña de 10 años para que se empiece a fascinar con la programación? Tamara es tajante: -Nada de jugar, a programar al tiro no más. En el juego uno no ve el algoritmo detrás de las cosas. Crear un juego sí que es otra cosa. Paz Casaretto, de 15 años, agrega: -Cuando te metes en un juego creado por otro, te encierras a pasar los niveles, pero eso no te hace funcionar la cabeza: te pones tonta. -¿Y cómo se crea un juego? Responden a coro: -¡Con Scratch!- y luego enumeran: La Hora del Código o App Inventor, hay un montón. Todas estas Niñas PRO (gramadoras) impresionan por su seguridad. No quieren seguir patrones establecidos, sino que los quieren crear. No buscan consumir tecnología, sino generar más. Ellas son las que vienen a plantear un problema, un cambio de mirada total. Antes de dejarlas, les comparto, con pesar, que mi hija de 10 años acaba de elegir su actividad extraprogramática escolar. No es computación ni ciencias ni matemáticas ni ajedrez. Tampoco teatro o educación musical. Les digo que ella eligió un taller para aprender a tejer. Tamara se pone de pie, me toma del hombro y mirándome fijamente, me da la más lógica solución: -Eso no es un problema. Lo único que importa es que la dejes ser quien ella quiera ser. Nota al cierre: Ada Lovelace ideó su algoritmo después de pensar en cómo aplicar las tarjetas con patrones de puntos de un Telar de Jacquard a una máquina de calcular. ¦ "Cuando te metes en un juego creado por otro, te encierras a pasar los niveles pero eso no te hace funcionar la cabeza: te pones tonta".