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Francisco Castañeda Economista de la Universidad de Santiago de Chile
"Una política industrial inteligente debería por tanto, contribuir al desarrollo económico de las ciudades alejadas de las mega urbes generando economías menos extractivistas, más complejas y con mayor provisión de servicios complementarios avanzados para estas actividades de producción de bienes"
La expansión de las mega ciudades en Latinoamérica ha demostrado más costos que beneficios a largo ¦¦ plazo para la sociedad. Ejemplos de externalidad negativa son el impacto sobre el transporte (directos e indirectos), la polución excesiva, el incremento del precio de los bienes raíces más allá de los fundamentales un mayor gasto en infraestructura pública y los bolsones de pobreza generados por la incapacidad de la economía de absorber a las personas que migraron a las grandes urbes.
Si bien con esta expansión se ha generado una masa crítica capaz de servir a los grandes conglomerados empresariales como facilitadores del aprovechamiento de las economías de escala, en paralelo se han reducido los niveles de sana competencia que debe tener una economía. Monopolios o duopolios que inhiben la innovación entre las empresas medianas y pequeñas, lo que dificulta un adecuado acceso al mercado para estas empresas. Las mega capitales, en Latinoamérica, evidencian claramente esta desventaja.
Pero ¿qué pueden hacer las ciudades menos desarrolladas (o sus gobiernos y políticas públicas) para prepararse y así evitar finalmente este drenaje de mano de obra y de capital? En el caso de ciudades y territorios asociados a la producción de commodities (bienes e industria productora en general) las autoridades deberían promover la provisión de servicios (financieros, de seguros marketing, logística, consultoría, entre otros) en las ciudades y regiones donde se materializa la producción de estos bienes. Generalmente esta industria avanzada de servicios se concentra en las ciudades capitales, impidiendo que las regiones y ciudades alejadas de los grandes centros urbanos se apropien debidamente de la riqueza de su territorio. Así parte del excedente económico se concentra en las grandes ciudades, debido a que para los oferentes de servicios avanzados no es atractivo localizarse en espacios con retraso económico. Esta provisión genera a largo plazo ciudades con menor densidad y menos complejas desde el punto de vista de la conectividad y del desarrollo de redes empresariales. Y al mismo tiempo, contribuye en forma negativa al crecimiento ya desmedido de las mega urbes con todos los costos sociales que esto significa.
De lo anterior se desprende la necesidad de que debe existir una política industrial que tome en cuenta los efectos adversos y que a través de una alianza publica-privada se promueva el desarrollo en ciudades y territorios menos aventajados. Así el Estado puede ser un partner estratégico, contribuyendo a mitigar los riesgos de inversión para el sector privado en áreas con menor desarrollo: promoción de la transferencia tecnológica, subsidios para localizar empresas fuera de las grandes urbes, acceso a créditos a empresas pequeñas, etc.
Una política industrial inteligente debería, por tanto, contribuir al desarrollo económico de las ciudades alejadas de las mega urbes, generando economías menos extractivistas, más complejas y con mayor provisión de servicios complementarios avanzados para estas actividades de producción de bienes. Esto repercutirá en la creación de una masa crítica de negocios de modo que se genere un polo de atracción para nuevas empresas, para más emprendedores, y así potenciar el desarrollo económico de estas ciudades. ©
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