Y seremos millones...
Por:Pedro Canales Tapia. IDEA-USACH Hace más doscientos años fue asesinado de manera cruel y abominable, el líder indígena Tupak Amaru en la ciudad del Cuzco (Perú), por ser un rebelde y un peligro para el poder del rey de España en estos lugares.
Las crónicas inmortalizaron la frase final de este emblemático indígena antes de morir: "Volveré y seremos millones".
Cuando el 4 de mayo recién pasado, en el Instituto Nacional de Estadística (INE) en Santiago se entregaba los resultados del Censo 2017, se me vino esta célebre frase incaica a la memoria. ¿El motivo? Sin duda el millón setecientos mil de personas que declararon ser mapuche en dicho conteo. El censo de 1992 habló de un millón de mapuche. Luego de veinte años, esta cifra casi fue duplicada. Sin duda uno de los guarismos más asombrosos e inesperados -para algunos- de este último censo de población.
A partir de estas cifras, quiero compartir una reflexión a partir de tres coyunturas históricas chilenas referidas al pueblo mapuche. En general, es parte de una estructura de pensamiento colonial-asímilacionista chileno pensar que los pueblos indígenas en general, y el mapuche en particular, tienen "sus horas contadas" en la fas de la tierra. Luego de consumada la ocupación militar del antiguo territorio mapuche al sur del río Bío Bío conocido como Ngülümapu, las autoridades chilenas idearon un plan con el cual los mapuche sobrevivientes de la guerra iban a extinguirse inexorablemente. El primer paso de este plan fue aglutinar -radicación decían la ley- a estos hombres, mujeres y niños en "reducciones" de tierra de manera aleatoria, sin un ordenamiento según familias o territorios específicos de origen. No.
Aquí se apostó al desarraigo y la destrucción de la cohesión familiar. El segundo paso de este plan fue entregar tierras de bajo valor productivo, a las "reducciones" según Titulo de Merced entregado a un Lonko en representación del grupo reducido. De esta manera se consagraba la pobreza y pauperización de la vida de los mapuche post ocupación. El tercer paso tenía que ver con la educación chilena que se iba a comenzar a otorgar a los mapuche sobrevivientes; una educación occidental, cristiana y discriminatoria contra esta población. Al respecto hay muchos testimonios de este tipo entre los mapuche más antiguos. Juan Porma Oñate joven historiador con raíces en la zona de Huincul al suroeste de Nueva Imperial, a estudiando el impacto de la escuela chilena en territorios mapuche, en Llancahue más precisamente. También hay trabajos de mi autoría, para la zona de Rulo en el cual relatos como los de don Altao Coña dan cuenta de la violencia chilena contra niños y niñas mapuche en contexto escolar.
La educación lisa y llanamente pretendió "borrar" a la población mapuche de todo enunciado. Todos debían ser chilenos y punto, se decía de manera autoritaria.
Una vez implementados estos pasos, varios observadores comenzaron a dar sus impresiones acerca del futuro de la población mapuche. El caso más emblemático es el del profesor de castellano, Tomas Guevara quien hacia 1910 trabaja en el liceo de Temuco, hoy Liceo Pablo Neruda. Este investigador creyó que los mapuche no soportaría el peso y descalabro vivido como pueblo luego de la guerra de ocupación finalizada en 1883. Por este motivo, Guevara escribió un libro acerca de, como él título, las "últimas familias araucanas".
Pensó que este sería el texto por el cual, las siguientes generaciones de chilenos, conocerían quienes fueron los mapuche de Ngülümapu. Asi hubo otros testimonios e iniciativas. Pero no. Los pasos del estado fallaron; Guevara no acertó en su diagnóstico, y los mapuche hoy son/somos un millón setecientos mil personas, diseminados por varias regiones de Chile.