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Editorial
El hostigamiento hacia niños o adolescentes puede llevarlos a actuar impulsivamente si no cuentan con el consejo y guía de su familia.
Las redes sociales han impuesto en la sociedad un nuevo modo de interrelacionamos entre las personas. Por una parte, permite conectarnos con peleonas que nos son completamente desconocidas y poder interactuar de manera instantánea, rompiendo las propias barreras humanas o de la personalidad, lo que permite por ejemplo ampliar nuestra red de contactos. Pero por otro lado, las redes sociales también son un lugar donde muchas personas actúan escondidas en el anonimato o bajo un seudónimo, y bajo ese prisma cualquiera de estas plataformas puede ser un medio para la comisión de ilícitos. Sin duda que son bemoles ya conocidos de los beneficios y riesgos que ostentan las redes sociales pero particularmente para los menores de edad o adolescentes existe otro peligro todavía mayor: el ciberbullying. El acoso o matonaje juvenil que se desarrolla en este tipo de plataformas es muchas veces más dañino que el que se da al interior de las escuelas o colegios, pues ocurre en un contexto público que para un niño o joven puede constituir una caiga emocional o sicológica capaz de llevarlos a situaciones extremas como el suicidio.
Un reciente caso de ciberbullying comenzó a ser investigado esta semana en nuestro país y tuvo como víctima a una joven de 16 años, estudiante del colegio Nido de Águilas. La menor fije hallada sin vida en una cafetería y se determinó que su deceso ocurrió poco después de haber sido objeto de hostigamiento a través de las redes sociales. ¿Por qué es más grave el bullying en estas plataformas? La psicóloga infanto-juvenil y Directora del Centro de Atención Psicológica de la Universidad de Santiago, Jade Ortiz, lo explica porque "acá todos saben lo que te dicen y tiene un efecto dominó, porque se subentiende que la comunidad en silencio más la que se ríe avala esta situación, lo que significa que no hay lugar donde ir para la víctima (...) se interpreta que la comunidad que observa representa un apoyo social que, finalmente, termina validando este acoso".
Es aquí donde nuevamente entra a jugar un rol preponderante la supervisión y el diálogo con los padres. En la actualidad, es muy común que los jóvenes cuenten con algún teléfono inteligente donde se conectan con este mundo virtual.
La regulación, pero sobre todo el acompañamiento, el generar confianzas y credibilidad, durante una edad en que la personalidad adolescente es más frágil y emocional es, ajuicio de la experta, clave para evitar que los menores den cabida a la impulsividad que podría llevarlos a atentar contra sus vidas. Estas son parte de las "enfermedades" a las que la modernidad nos tiene expuestos y que hay que aprender a sobrellevar con la adecuada orientación.
"El acoso es una conducta permanente que inhibe el proceso de desarrollo de la persona que lo padece y daña su autoestima", asegura la psicóloga infantojuvenil Jade Ortiz.
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