Autor: Fredi Velásquez
RECUERDOS de una asamblea constituyente
Entre la comunidad venezolana y la colombiana suman el 41,3 % de los migrantes en Chile. La mayoría ya ha pasado por un plebiscito y la aprobación de una nueva Constitución. Ahora repiten la historia, pero en un país que no es el suyo. Juan Carlos Pérez vivía de cerca todo el movimiento social que empezaba a despertar en Colombia. Recién había cumplido la mayoría de edad y estaba en el primer año de universidad. Veintinueve años después, se encuentra viviendo en Santiago. Es nacionalizado, tiene hijos chilenos y hace clases en la Universidad Diego Portales. Pero por estas semanas, suele recordar aquellos días. Sabe que este domingo asistirá por segunda vez a un proceso electoral que podría definir una Constitución para el país en el que vive. Es como si la historia se volviera a repetir. “En 1988 los universitarios estaban como dormidos, pero ocurrió como un estallido social. Se convocó a marchas y se buscaron alternativas para parar la ola de asesinatos y masacres. El narcotráfico estaba colocando bombas. Fue una época muy álgida. La propuesta fue cambiar la Constitución para dejar de ser un país feudal”, dice Juan Carlos, quien en esa elección votó a favor de la asamblea constituyente. Como en el estallido social chileno, fueron los más jóvenes quienes salieron a manifestarse a las calles. El asesinato de varios políticos generó una masiva “marcha del silencio”, que tuvo una alta adhesión popular. La radio fue el medio de comunicación en donde se concentraron las campañas. La franja se transmitía después de las noticias en televisión. El 9 de diciembre de 1990, Colombia votó a favor de una asamblea constituyente que tendría 70 representantes, también elegidos democráticamente. La familia de Desiré Zapata fue a votar el 30 de julio del 2017 por el referéndum que aprobaría la formación de una Asamblea Nacional Constituyente para Venezuela. En el caso desu país, fue el Presidente, Nicolás Maduro, quien convocó a la elección en medio de una fuerte crisis económica y política. Los días previos a la elección estuvieron marcados por las violentas protestas que no estaban autorizadas. El día de la elección, según recuerdan, no hubo mayores problemas. La gente salió a votar temprano y alas 10 de la noche supieron que había ganado la opción que aprobaba una nueva Carta Magna. “Yo les he dicho a amigos chilenos que espero de corazón que todo sea para bien. Como a nosotros no nos funcionó, espero Que aquí sí pueda funcionar este cambio. Esperemos que no pase lo que pasó en Venezuela”, dice Desiré Zapata, quien no fue a votar esa vez, pues estaba fuera del país. Había viajado desde su ciudad, Puerto Cabello, a Santiago, en el 2015. La oposición a Maduro aseguró que en el plebiscito participó un 18% de la población. Poreso decían que los resultados eran poco fiables. “En el caso de Chile, y hasta donde he podido percibir, la iniciativa salió de la gente, estimulada por algunos partidos y organi Zaciones, principalmente no gubernamentales. En el caso de Venezuela, la propuesta inicial se originó en la cúpula del poder presidencial, a raíz de una promesa electoral.
Son orígenes diferentes y a lo mejor eso está a favor de unas consecuencias positivas”, explica Luis Barrera Linares, profesor “Yo les he dicho a amigos chilenos que espero de corazón que todo sea para bien. Como a nosotros no nos funcionó, espero que aquí sí pueda funcionar este cambio”. Einvestigador venezolano de la Universidad Católica Silva Henríquez. Si la Constitución chilena, aprobada en medio de una dictadura militar, tiene -según sus críticosun pecado de origen, en Venezuela ocurre algo similar. La sensación desde la oposición, es que la asamblea constituyente se trató de un proyecto poco democrático, ideado por Nicolás Maduro para favorecer sus propias reglas. “Sobre el papel, la nueva Constitución aportó cosas positivas. Formalmente, Venezuela pasó a contar con un “Estado democrático y social de derecho y de justicia”, garantizando múltiples derechos y otorgando un amplio reconocimiento a los pueblos indígenas. Pero el desempeño político posterior no cumplió con nada de eso”, comenta Miguel Ángel Martínez, profesor venezolano de Estudios Políticos de la Universidad de Santiago. La expectativa venezolana sobre una posible nueva Constitución en Chile es distinta. Más allá del resultado, se espera una mejora en las condiciones de vida. “El proceso es fundamentalmente para los chilenos. La esperanza es que, cualquiera que sea el resultado, traiga beneficios para todos”, dice Martínez.
Cómo nos ven A pesar de que la franja del Rechazo ha incluido opiniones de migrantes venezolanos advirtiendo que el proceso no trajo el bienestar que el gobierno de Maduro prometió, en una gran parte de la colectividad existe mesura. Ven la votación de este domingo de lejos. La mayoría no puede ira votar por no cumplir la cantidad mínima de años viviendo en el país. Están conscientes de que el contexto chileno no es comparable a la crisis política que recuerdan en su propio país. “Venezuela y Chile me parecen países distintos en varios aspectos; sus procesos sociopolíticos, sus economías, su geografía, no tienen mucha similitud.
No obstante, habría que estar alerta, porque lo que sí existe son “manos peludas” que, ante la inconformidad manifiesta y razonable de los sectores menos favorecidos, más precarios y peor tratados, buscan pescar en río revuelto”, señala Luis Barrera Linares. Muchos venezolanos repiten un mantra: Sebastián Piñera no es Nicolás Maduro. Aunqueno esperaban el estallido social, reconocen que Chile es un país mucho más estable y con instituciones que funcionan. Eso es una garantía. “Cuando gana el plebiscito en Venezuela, es porque que el mismo gobierno incitó al pueblo a votar. Aquí es al revés. Se ve que el pueblo tiene el descontento con el gobierno y ellos están invitando a que cambie. En este punto digo bueno, puede que esto funcione, porque es el pueblo el quelo está haciendo. Es más democrático”, comenta Desiré Zapata. El referéndum en Venezuela tenía una novedad: quienes fueran a votar podrían agregar una marca oficial al carné para demostrar que habían sido parte de aquel día Histórico. Era una idea del gobierno para, según ellos, incentivar la participación ciudadana. Hasta hoy, y entre varias prórrogas, la asamblea no ha presentado un proyecto definitivo para una nueva Constitución. “El día fue tranquilo, la gente fue a votar, y como a las 10 de la noche fue que dieron los resultados por el Sí”, recuerda Desiré Zapata. El medio más utilizado por los venezolanos para informarse respecto del plebiscito ha sido internet y, sobre todo, las redes sociales. Entre ellos conversan sobre el Apruebo o el Rechazo. Existe preocupación, pues ven que algunas propagandas electorales suelen ofrecer soluciones rápidas que no ven en la práctica. “Percibo desaciertos en el modo cómo algunos importantes hablantes públicos, promotores del Apruebo, propagan subliminalmente la idea de que todo irá a mejorar súbitamente apenas se apruebe un nuevo texto constitucional. Y atribuyen algunos desajustes sociales, económicos y políticos sólo al texto vigente”, señala Luis Barrera Linares. El futuro La campaña colombiana a favor de la votación por la asamblea constituyente de 1991, intentaba entregar optimismo.
Así lo cuenta Gustavo Espitia, un periodista de Bogotá que vive en Chile hace 11 años: “Recuerdo que estaba sucediendo mucho movimiento en la calle y también las personas empezaban asentirunpoco la esperanza de que este escenario tan violento, tan pesimista, tan pesado que había en la época pudiera cambiar”, comenta Después de las elecciones, la Constitución colombiana fue escrita en cinco meses. Hasta hoy, tiene 46 reformas a cuestas. “Hubo una alta abstención que hizo quelos políticos, las personas que tenían el poder en el Congreso, siguieran siendo más o menos los mismos. No hubo mucho recambio y, por lo tanto, muchas de las propuestas o potencial de la Constitución se han diluido”, dice Juan Carlos Pérez. En el caso de Venezuela todo es más difuso. En septiembre, el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, anunció que no presentará un proyecto de reforma a la Constitución pensando que en el 2021 debería elegirse una nueva asamblea nacional. Según cifras del Servicio Jesuita para Migrantes, en Chile viven 455.219 venezolanos y 161.192 colombianos. Ambos países concentran un 41% de la población migrante local. Algunos votan y otros no, pero el tema es recurrente. La opinión que más se repite es la esperanza. Opinan que una nueva Constitución podría traer importantes mejoras sociales. Por eso, sostienen, no les asusta vivir nuevamente este proceso: “Tal vez la palabra no sea temor. Posiblemente sea más adecuado hablar de incertidumbre. Es como la sensación de estar regresando del futuro o de que la película haya seguido corriendo sin que nos diéramos cuenta, y estemos todavía a la espera de un final feliz”, dice Luis Barrera. O