Autor: EDUARDO ALDUNATE LIZANA Pontificia Universidad Católica de Valparaíso SOLEDAD BERTELSEN SIMONETTI JOSÉ IGNACIO MARTÍNEZ ESTAY MARCELA PEREDO ROJAS Universidad de los Andes IGNACIO COVARRUBIAS CUEVAS Universidad Finis Terrae EMILIO GARROTE CAMPILLAY Universidad de Atacama SANDRA PONCE DE LEÓN Pontificia Universidad Católica de Chile
Congreso y nueva Constitución
Señor Director: De entre los significados del plebiscito del 4 de septiembre, hay uno que no debe perderse de vista: los ciudadanos rechazaron abrumadoramente no solo un proyecto de Constitución alejado del sentido común, sino que, de paso, el trabajo de un órgano que dio cabida a visiones extremas, a la intolerancia y a la idea de que había que refundar la nación. Los ciudadanos quieren una nueva Constitución, pero nuestra reciente experiencia y los mejores modelos comparados demuestran que no es adecuado que el texto constitucional sea elaborado por otra convención. Piénsese por ejemplo que en las democracias occidentales la elaboración de constituciones por asambleas o convenciones es una rara excepción, pues, mayoritariamente, son redactadas por los parlamentos, y aprobadas por el pueblo mediante plebiscitos.
Más aún, por regla general los países que han optado por la vía de asambleas o convenciones han sido más bien aquellos con débiles sistemas democráticos, que, peor aún, han devenido en dictaduras o regímenes populistas, como lamentablemente ha ocurrido en Latinoamérica durante los últimos años. El Congreso Nacional, órgano bicentenario que forma parte de nuestra tradición constitucional, es una institución cuya legitimidad democrática está fuera de duda. De hecho, la Cámara de diputados fue renovada en su totalidad hace justo un año, y en el caso del Senado, este renovó también la mitad de sus miembros.
Pero, además, y como ocurre con la práctica totalidad de los parlamentos de los sistemas constitucionales democráticos, nuestro Congreso posee el Poder Constituyente instituido, por lo que no cabe duda de que puede ejercer esta facultad a fin de redactar con rigor y prontitud un proyecto de nueva Carta Fundamental. Evidentemente este texto debería ser sometido a la aprobación de los ciudadanos en un plebiscito.
Es legítimo y sensato plantear que el Congreso asuma plenamente la tarea de redactar en un breve plazo un nuevo proyecto de Constitución, y que lo someta a la aprobación de los ciudadanos en un plebiscito.