Reformas al sistema político: Cómo y por qué
Reformas al sistema político: Cómo y por qué Se ha extendido la conciencia de que urge un cambio constitucional que favorezca una mejor gobernabilidad en nuest ro país. Como base para una propuesta, muchas fuerzas políticas tienen a la vista el acuerdo transversal que logró la Comisión Experta el año pasado. Sebastián Soto V. Profesor Facultad de Derecho UC; exvicepresidente de la Comisión Experta, 2023 En Chile, desde hace ya algún tiempo, el motor de los cambios funciona a medias. Y así el país avanza lento, con más ruido que el habitual, perdiendo fuerza en las subidas y trancando la marcha en las bajadas. Lo que antes, por tantas razones, era un motor de cambios dinámico, adaptable y cierto, ahora no logra encontrar el tono. El «motor de los cambios» es el sistema político, esto es, el conjunto de instituciones y reglas que configuran el aparato estatal. Y el corazón del sistema político es la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo.
En torno a ellos se estructuran otras instituciones y reglas que son igualmente vitales y también inciden en su funcionamiento: los servicios públicos que ejecutan políticas y, la mayor de las veces, son la cara visible del Estado frente a las personas; las municipalidades que son uno de los entes públicos con más intensa penetración en el territorio; los tribunales; entre tantos otros. Hay algo, sin embargo, que distingue al sistema político de un motor verdadero. Este último es un mecanismo que opera según reglasyrelaciones reglasyrelaciones causales que, bien diseñadas, nunca nos sorprenderán. En cambio, el sistema político que impera en un países un mecanismo que opera según reglas, pero también, en un grado incierto aunque relevante, sobre reglas informales, prácticas compartidas y acuerdos tácitos.
Quien crea que leyendo los artículos de una constitución puede comprender el funcionamiento de un sistema político comete un error sobre el que ya advertía Andrés Bello en 1848: no se puede apreciar bien una constitución constitución «sino teniendo nociones exactas sobre las costumbres y usos». Todo esto aumenta la dificultad de reparar reparar el «motor de los cambios». Puede pasar entonces que, modificando una pieza, el efecto logrado sea otroy no el originalmente pensado. Es lo que sucedió con las reformas del 2015, tanto la electoral como aquella al sistema de partidos políticos.
Esta última, fruto de una reforma para aumentar la transparencia y asegurar el financiamiento público, terminó generando un incentivo perverso a la generación de «partidos «partidos Pyme», que aprovechan la estructura partidista para acceder a un generoso monto de dinero fiscal. Por eso entonces examinar el sistema político, y más específicamente, las relaciones entre La Moneda y el Congreso Nacional, exige analizar reglas y prácticas, teoría y realidad. No basta describir normas que lo regulan.
Es necesario también comprender el modo como se despliegan en el presente y conocer su trayectoria trayectoria en el pasado.. Reformas al sistema político: Cómo y por qué Un pacto para la gobernabilidad Son muchos los que, en el mundo, han advertido que hoy el virus que destruye las democracias no es el temor a un golpe de Estado. Las democracias hoy caen por su inoperancia, por su incapacidad de reaccionar.
Como ha escrito Samuel Issacharoff, Issacharoff, profesor de la New York University, la legitimidad de las democracias se ha levantado tradicionalmente sobre la deliberación conjunta acerca de cuestiones de bien común, pero se ha menospreciado la habilidad del «get it done». Por eso, ahora que el ciclo constitucional se ha cerrado, es necesario iniciar un nuevo ciclo que ponga el foco en la gobernabilidad. Es decir, que preste atención a la capacidad para enfrentar desafíos a gran escalayconvelocidad;y al mismo tiempo que sea capaz de construir confianza en las operaciones del Gobierno. Como sugiere la Las democracias hoy caen por su inoperancia, por su incapacidad de reaccionar. OCDE, hablar de gobernabilidad en el siglo XXI es también hablar de resiliencia y tenacidad para superar esa sensación de inoperancia y desborde que parece caracterizar la acción de todos los Estados, aquí y allá. Iniciar un ciclo para la gobernabilidad exige abordar muchos desafíos. Uno de ellos es la reforma al sistema político para que así el corazón del «motor de los cambios», es decir, la ipiluili A r)JJ [! q 0 I. A[ tç. Jr a. sin rj 1 ti 4 1 -t al!. n. Reformas al sistema político: Cómo y por qué relación entre La Moneday el Congreso Nacional, se levante sobre un nuevo trato. De esta forma, las dos instituciones más relevantes al momento de elaborar la política pública Gobierno y Legislaturapodrán procesar de mejor forma los cambios necesarios en una sociedad plural y dinámica como la nuestra.
Un nuevo trato podrá sentar las bases para retomar la senda del crecimiento económico, tan importante para generar bienestar; podrá combatir de modo más eficaz los enormes problemas de la sociedad actual, como la seguridad, la salud, la precariedad del empleoy tantos otros; podrá, en definitiva, reaccionar con políticas y planes para atender las necesidades, para construir espacios que incentiven las iniciativas económicas y sociales de todos y, en general, para promover el bien común. Veámoslo con un ejemplo. Pensemos cualquier desafío público de los más acuciantes: mejorar la educación, salud de calidad, aumentar aumentar la seguridad de nuestros barrios y tantos otros. Todos y cada uno de ellos requiere tanto de acción estatal como compromiso del sector privado, que se despliega bajo el paraguas de alguna política pública. Esas instituciones y las políticas han nacido de procesos deliberativos alojados en el corazón del sistema político. Y su correcto diseño, evaluacióny puesta en marcha pasa, en gran medida, por la relación virtuosa Ejecutivo-Legislativo. No quiere decir esto que para mejorar la educación o la gestión de los hospitales se requieran siempre leyes. Esa creencia es un viejo pecado del que debemos sanarnos. A veces no son reformas legales, sino que mejoras en la gestión, fortalecimiento de los liderazgos o modificaciones a alguna práctica incrustada en la maraña burocrática.
Pero lo que sí es cierto es que para que aflore el problema y se busque la solución, los elaboradores de política pública autoridades y funcionarios requieren que la relación Ejecutivo-Legislativo se levante sobre ciertos presupuestos compartidos que permitan que en el «motor de los cambios», cada pieza cumpla su función adecuadamente. Una reforma al sistema político no es entonces una pócima mágica que transformará automáticamente al Estado. Sí es, en cambio, el ajuste necesario a un mecanismo del motor que favorece que todos los demás engranajes operen dentro de un marco compartido y un esfuerzo común. Eso fortalece las capacidades estatales y la potencia de las políticas para dirigirlas al bien de todos. Enfrentar los nudos de la gobernabilidad Coincidir con lo anotado es más fácil que coincidir coincidir en el cómo modificar el sistema político. Qué ajustes hacer al motor de los cambios ha sido una pregunta larga en la historia de Chile. Durante décadas, esa pregunta se ha respondido desde la abstracción. Y hemos así gastado mucha mucha tinta en discutir si debemos profundizar nuestro presidencialismo o emigrar hacia otro régimen de gobierno que reconfigure la relación Presidente-Congreso. Hoy es posible superar esa prédica, pues hay un reciente antecedente que debiera motivar una nueva reflexión. Ese antecedente surge del ciclo constitucional que acaba de terminar. En los últimos cinco años Chile buscó un nuevo pacto constitucional. No fue posible y, en dos procesos distintos, le ofrecimos a los chilenos un texto políticamente disputado. Con todo, si hay algo que puede concluirse de ambos procesos es el arraigo del sistema presidencial en la cultura política chilena. Ni aún la asamblea asamblea más emancipada de cualquier tradición histórica, como fue la Convención, optó por un cambio en el sistema presidencial. Este antecedente nos debe llevar a buscar buscar el «cómo» al interior del presidencialismo. Lo importante es ahora identificar problemas específicos que debilitan la gobernabilidad y empezar a dibujar soluciones, primero en la Constitución y luego en las leyes, prácticas políticasy políticasy acuerdos tácitos.
Es tiempo de enfocarse en «la última milla», esto es, en las múltiples reglas específicas que regulan aspectos precisos de la relación entre los poderes y al interior de aparato público, y que estructuran un entramado entramado de incentivos y prácticas que hoy tienen trabado el motor. Un momento, en los últimos años, en que se ha abordado el «cómo», fue en el acuerdo de la Comisión Experta del segundo proceso constitucional. constitucional.
En el sistema político, y en general en casi todas las preguntas relevantes del constitucionalismo constitucionalismo chileno de las últimas décadas, la Comisión Experta alcanzó un acuerdo transversal transversal en lo político y profundo en sus aspectos técnicos.
Es primera vez en la historia de Chile que un grupo de personas representantes de todos los sectores políticos institucionalizados («desde el Partido Comunista al Partido Republicano», Republicano», se solía decir al interior de la Comisión) alcanzan un acuerdo que construye puentes en torno a disputas constitucionales históricas. Este acuerdo ofrece en materia de sistema político un pacto para la gobernabilidad que en lo técnico.
Reformas al sistema político: Cómo y por qué Si el pacto de la transici n fue la poi tica de los acuerdos ; el pacto de una reforma al sistema pol tico debe ser la reivindicaci n del bien com n y el combate al populismo. es consistente, que en lo político es transversal y que en lo sustantivo es pragmático. La propuesta de la Comisión Experta propuso soluciones concretas para enfrentar los nudos de la gobernabilidad.
Se levantó sobre un diagnóstico compartido y problemático: i) un congreso fragmentado; u) un debilitamiento de los mecanismos formales e informales de coordinación y cooperación entre el Congreso Nacionaly el Presidente; iii) un debilitamiento del Parlamento como contrapeso eficazy responsable; responsable; iv) un sistema de partidos políticos atomizado, atomizado, con escasos vínculos con la ciudadanía e incapaz de ser mediadores; y y) un conjunto de disposiciones constitucionales que, por diversas diversas prácticas políticas, habían pasado a ser letra muerta o habían sido desnaturalizadas. Propuestas de la Comisión Experta Sobre ese diagnóstico, la Comisión Experta propuso diversas medidas. Primero: planteó una amplia caja de herramientas para configurar un «presidencialismo de coalición» que ofreciera espacios de coordinación entre La Moneda y el oficialismo en el Congreso, y espacios de colaboración colaboración con la oposición. Así incluyó a nivel constitucional una decena de herramientas, algunas relevantes y otras más simbólicas, para crear espacios para consolidar alianzas y buscar colaboración. Sin embargo, en un sistema de separación separación de poderes los contrapesos también son relevantes. Por eso, como segundo aspecto, construyó diversos mecanismos para fortalecer el Congreso Nacional como lugar de escrutinio y de deliberación política. Tercero: propuso diversas reglas para fortalecer el sistema político.
En esto se alejó radicalmente de la Convención previa, que terminó sus sesiones al grito del «pueblo unido unido avanza sin partidos». La Comisión Experta incorporó normas de disciplina parlamentaria para evitar el transfuguismo y diseñó la regla del «umbral», esto es, la exigencia de que para poder tener representación parlamentaria los partidos políticos debían lograr al menos un 5% de votación nacional. Tal regla, que existe en otros países, reduciría el número de partidos y los haría más estables, superando la fragmentación fragmentación actual. Cuarto, y para aumentar la conexión de los partidos con la ciudadanía, sugería crear una serie de mecanismos de participación ciudadana que buscaban fortalecer el rol de mediadores de los partidos políticos.
Quinto: proponía diversas correcciones a malas prácticas que se han ido consolidando al margen de las normas escritas y que son altamente altamente disruptivas (por ejemplo, el abuso de las acusaciones constitucionales). Es evidente que muchas de estas propuestas propuestas deben ser revisitadas, pues admiten variados perfeccionamientos. Con todo, más importante que las virtudes y defectos de cada una es el conjunto de todas ellas, que logra articular un presidencialismo de coalición que debiera abrir paso a una nueva gobernabilidad. No todo son reglas... Por último, también hay que advertir que las reglas son importantes, pero a veces más importantes importantes que las normas escritas son los acuerdos tácitosylas prácticas que las interpretan.
Por eso, cualquier nuevo acuerdo para reformar el sistema sistema político requiere también un cambio en eso que llamamos «cultura política». Posiblemente podemos coincidir al identificar los defectos de esa cultura hoy: la frivolidad, su farandulización, farandulización, la lógica del amigo-enemigo, la tentación refundacional y el coqueteo esporádico con la violencia. Desterrar esos defectos y contener la retórica no se logra con cambios constitucionales, sino que con convicciones respecto de aquello que es correcto e incorrecto en la arena política. Digámoslo distinto: si el pacto de la transición fue la «política de los acuerdos»; el pacto de una reforma al sistema político debe ser la reivindicación del bien comúny el combate al populismo. O mejor, ahora parafraseando parafraseando a Hannah Arendt: si en «la esfera política de la vida, la palabra predomina», más que leyes, requerimos compromisos. M.