Autor: SERGIO PAZ
KATE BINGHAM EN CHILE HISTORIA SECRETA DE LA PANDEMIA
Hace unos días estuvo en Chile Kate Bingham, la mujer que —a pedido de Boris Johnson— dirigió el selecto erupo gracias al cual Reino Unido logró contar con las primeras vacunas para el Covid.
Gracias a esa experiencia, Kate —experta en biotecnología, riesgo y fondos de inversión — acaba de publicar un portentoso libro (The Long Shot), en el que revela sorprendentes pasajes de la historia (secreta) de la pandemia. Aquí algunas claves; incluidas (hasta ahora desconocidas) de cómo el gobierno de Sebastián Piñera logró inéditos acuerdos con las principales farmacéuticas del planeta. “'Me acusaron de pertenecer al circulo íntimo de Boris Johnson, cosa que no era. Me acusaron de ser una incompetente, que no sabía nada de biotecnología y me acusaron de ser una corrupta. Incluso la BBC, sí, la BBC, emitió un programa sobre la corrupción en los nuevos tiempos y ahí me pusieron de ejemplo", relata. “Claro que fue astuto (Piñera). Ahí están las pruebas. Mira lo rápido que Chile fue capaz de vacunar a su población. Fue genial”. Enero 2020. Kate Bingham, experta en biotecnología y directora de SV Health —un portentoso fondo de inversiones orientado al desarrollo de innovadoras drogas y nuevas terapias— intenta conseguir, en San Francisco, un paraguas. En California, el agua cae en baldes, aunque eso poco y nada inquieta a Kate.
Sí, que los científicos e inversionistas, que han llegado al meeting centran su atención en una extraña neumonía viral, desatada en Wuhan, que amenaza con convertirse en pandemia; eso pese a que, hasta ese momento, la mayoría de los expertos —con la evidencia del SARS y del MERS— coincidían en señalar que la posibilidad de que se transformara en crisis global era más bien teoría. Kate, sin embargo, está inquieta. Sabe que las cosas pueden ponerse mal. Muy mal. La certeza es completa cuando de regreso en Londres se da cuenta que nadie —incluido el gobierno— le da mucha importancia al tema.
Nadie salvo Patrick Vallance, alguna vez el hombre fuerte de Glaxo SmithKline (la farmacéutica que desarrolló Niaid, la vacuna experimental para el ébola) y que luego se convertiría en asesor gubernamental, gracias a su experiencia como gestor de nuevos modelos de desarrollo para el sector salud. Con todo, la pandemia avanza. Y, ya iniciada la primavera, en el mundo son más de 400 millones los infectados. Y 6 millones los muertos. Kate, a esas alturas, sabe de primera fuente lo que se planea en Dowling Street. Boris Johnson ha ordenado a Vallance (conocido por Kate) que reúna a un equipo de primer nivel, con el objeto de asegurar al menos una vacuna para Inglaterra. Sin embargo, a poco andar, el plan fracasaría estruendosamente. La burocracia aplasta las buenas intenciones. Y los burócratas ni siquiera tienen los teléfonos de los científicos claves, menos los de los CEOS de las farmacéuticas relevantes. Poco falta para que ocurra algo impensado para Kate. De pronto la llaman y le preguntan si quiere ser la jefa en el último intento. Kate duda.
Y cómo no. —Es una emergencia nacional—le dice su marido para animarla, como si estuvieran en el primer capítulo de una nueva serie de Netflix; una en la que UK no necesita a James Bond sino a Kate Bingham. Kate, finalmente, acepta. Pero impone condiciones. Todas las decisiones se tomarán fuera de la burocracia estatal. Se dispondrá de un millonario fondo público, que operará como si se tratara de uno privado. Es decir, habrá riesgo. Se gastará muchísimo dinero. Y está la posibilidad real de que todo termine en nada. Al mundo le han puesto un candado y nadie estará a salvo hasta que no aparezca la llave. Así es que, desde ahora ya, todos (científicos, inversionistas, funcionarios públicos) deberán ayudar a encontrarla. Kate sonríe.
En su agenda, por lo pronto, están los números de al menos un puñado de buenos cerrajeros: incluidos los números personales de Mene Pangalos, el capo de Astra Zeneca, y de Jeff Almond, el microbiólogo de Sanofi, más todos los rock stars de Oxford que, por cierto, hace rato hacen cerrajería en 3D. Noviembre, 2022. Santiago. Los patos caen asados. En las dependencias de la Escuela de Negocios de la Adolfo Ibáñez, Kate —que está ahí porque acaba de un conversatorio sobre “venture capitals” y salud— aparece para esta entrevista. Kate, una mujer que nunca deja de sonreír, lleva sandalias blancas con flores, ideales para usar en una piscina en Miami. Kate, hay que decirlo, es sofisticada.
Pero también relajada. la escolta Juan Carlos Jobet, decano de la Escuela de Negocios de la UAL Al día después acompañó a su marido, el político conservador inglés Jesse Norman, a una reunión con empresarios y consejeros en el Centro de Estudios Públicos (CEP). En cuanto nos conocernos, Kate cuenta que está feliz en Chile, país que ya ha visitado cinco veces.
Ahora último para cabalgar en Torres del Paine. —Qué lindas son esas colinas— dice Kate, sin apartar la vista del reseco Manquehue, que a media tarde pareciera que poco le falta para incendiarse—. Donde yo vivo —continúa— no hay muchas colinas. Aun así, tenemos sabuesos y salimos a cazar ciervos. ¿Hay ciervos aquí?— pregunta. —Ciervos no. Solo cogoteros. Cuídate de esos animales —le recomiendo, como para entrar en confianza. Kate ríe. Apenas la conozco, pero ya amo a Kate Bingham. Hay que decirlo. No es que uno llegue y entreviste a Kate Binham. De partida porque es lo más cerca que, un plebeyo como uno, podría estar de la realeza.
De hecho, no es solo una mujer de poder, hija de un lord, de un noble, sino una mujer que en Londres vive en Primerose Hill, el parque que alguna vez fue el coto de caza preferido de Enrique V.
La cosa es que ahí todos los días toma su bicicleta y pedalea 15 minutos para llegar a la oficina en la que maneja un poderoso fondo de inversión, especializado en salud; uno en el que durante décadas, entre otras cosas, han intentado que ciegos con degeneración macular, vuelvan a ver. Y hoy están cerca de conseguirlo. —No puedo imaginar —dice Kate— nada mejor. Lo que hacemos es convertir ideas en ciencia. Crear nuevos medicamentos, nuevas terapias para enfermedades que parecieran no tener cura.
El desafío es tan grande que, aunque sabes que algunas funcionarán y la mayoría fracasarán, resulta imposible imaginar un trabajo mejor. —Si desarrollar las vacunas para el Covid requirió mucho dinero, es dable pensar que, con más dinero, encontraremos la cura para todos los males. ¿Sí? ¿ No? —Se necesitó mucho dinero, es verdad. Pero el punto es que no es solo eso. Es decir, se requiere mucho dinero, pero también ensayos clínicos eficientes y organizados. Si bien diagnosticar a los pacientes a tiempo es importante, lo más relevante es detectar qué es lo que cambia cuando intervienes.
Lo contrario sería esperar a que la gente sufra, no sé, un ataque al corazón y decir “tomen algo para reducirla presión”. En la medicina que viene, el desafío será identificar los problemas con antelación basándose en biomarcadores y gracias a ellos actuar a tiempo. Una gran tecnología en desarrollo es el ADN tumoral circulante.
Se trata de buscar el ADN que se libera de las células cancerosas en una etapa temprana, y luego controlar rutinariamente. —O sea se trata de dinero ¿ y tiempo? —Se necesitan nuevas ideas y luego probarlas.
Y eso requiere tiempo, organización y mucho dinero. —Cuando apareció el Covid 19, tiempo valioso ya se había ganado. ¿ Sí? —Aunque no había vacunas exitosas contra un coronavirus humano, mucha gente ya lo había intentado. Un grupo de Oxford, de hecho, había desarrollado una vacuna para el MERS que, si bien no se había aprobado, sí contaba con pruebas de inmunidad. O sea, ya se había diseñado una vacuna para un coronavirus humano y, por lo tanto, no había que partir de cero. La cuestión es que igual había que poner la vacuna a la gente y ver si era segura o no. Ni hablar de conseguir la respuesta inmune esperada —Pfizer llevaba la delantera. —Ellos habían estado desarrollando una vacuna de ARNm (ARN mensajero) para la gripe y para eso habían hecho un montón de trabajo. Sin embargo, la secuencia por la que finalmente se decidieron era diferente a la que pensaron originalmente. Es más, en un principio, Pfizer investigó en la clínica cuatro caminos diferentes. Ellos no sabían cuál sería el correcto y, para tener la certeza, debieron probar.
Por eso, cuando hablé con ellos representando al gobierno del Reino Unido, lo primero que me dijeron es que no podían hacer un trato pues no sabían qué terminarían vendiendo. —Una de las cosas delirantes en pandemia era que todos sabíamos que las vacunas tardan años, décadas, en desarrollarse y, finalmente, aprobarse. —Antes de la vacuna para el Covid, la más rápida que se había desarrollado —50 años atrás— fue la de las paperas y tardó cuatro años. Más encima, eso fue cuando las normas de regulación no eran tan estrictas como las de ahora. Así que sí, evidentemente, para desarrollar cualquier vacuna, necesitas tiempo. La razón de por qué ésta se hizo tan rápido fue, en primer lugar, que había una gran cantidad de dinero y, básicamente, el resto era escalar los procesos.
Así, cuando Oxford reveló los datos de fase dos en los que mostraba que su vacuna podía provocar una respuesta inmune (julio 2020), ya habían reclutado al menos a la mitad de la gente que necesitaban para la fase tres.
La escena es la siguiente: cuando todo el mundo espera, con evidente angustia, que los laboratorios anuncien que han dado con la maldita vacuna, Kate —en cuyas manos está, al menos, el futuro de Inglaterra— se ha refugiado en un cottage en el campo (a Kate le encanta hablar de su cottage en el campo) donde no tiene luz, agua, ni televisión.
En su particular lock down, Kate ha optado por mantenerse lejos de la locura de la prensa y los noticiarios. —Todo lo que hacía —recuerda hoy— era estar de día y de noche frente al computador. Cuando el país se cerró, de algún modo yo ya me había ido. Y eso fue fundamental. Nunca me estresé. Todos los días eran iguales.
Lo único posible era hacer todo velozmente, para así tener las vacunas lo antes posible. —|magino a Boris Johnson chancón, histérico, llamándote para preguntar ¿ cómo vamos Kate? ¿ Cuándo está la vacuna? —Él mellamó solo una vez, y luego me reuní con él, creo que dos veces en Downing Street.
Por mi parte, yo lo llamé dos o tres veces cuando pensé que el gobierno se estaba portando mal y necesitaba que interviniera. —Entiendo que fuiste tú quien ayudó a que Chile consiguiera uno de los primeros contratos mundiales con Pfizer. —En eso fue relevante David Gallagher, a quien conozco porque es amigo de Jesse Norman, mi esposo. Tras mencionar a su marido, Kate toma su notebook, lo abre y comienza a buscar, frenéticamente, archivos en el Inbox. En ese momento, en su pantalla cae una tempestad de letras y números, hasta que pestañea y dice: “A ver, déjame abrir esto”. “Aquí está”, dice. Luego agrega: “Esto es del 6 de mayo, el día en que el Primer Ministro me llamó para que le resumiera cómo íbamos con la vacuna.
Para entonces, se mantenía en secreto que era yo quien estaba a cargo del equipo que buscaba una vacuna inglesa para el Covid. —Y ese día... —Gallagher le escribió a Jesse, mi esposo, preguntándole si Kate no sabía algo de las vacunas... En resumen, David Gallagher —embajador de Chile en el Reino Unido— le había escrito a Jesse Norman, esposo de Kate, para decirle que Chile estaba interesado en acceder al proyecto que se desarrollaba en Oxford. Para eso, ofrecían que nuestro país se convirtiera en un centro de distribución confiable.
“Tal vez —escribe David Gallagher por mail— Kate tenga algunas ideas”. Acto seguido, Kate comparte con Gallagher el plan que están impulsando y que se basa en desarrollar varias vacunas al mismo tiempo, pues no saben si al menos una funcionará. Luego, ella propone que Chile ofrezca sumarse a los ensayos clínicos, Y, así, Pfizer se anime a vender sus vacunas en este lejano rincón latino. En esta entrevista, Kate cuenta que hubo una llamada desde la oficina del Presidente.
El tema era el más relevante de todos. ¿Habría indemnizaciones estatales en caso de ser requeridas? Kate explica: “Las vacunas, normalmente, se aplican cuando los ensayos están completos, Y eso, en la fase clínica, requería de al menos un año. El punto es que necesitábamos empezar ya ainyectar a los más vulnerables. Y eso requería una autorización de emergencia, lo que significaba que la aprobación era condicional. El punto es que las compañías farmacéuticas dijeron: Miren, no hemos completado nuestros ensayos. Y no queremos ser responsables de ningún daño. Menos correr con los costos de alguna indemnización.
Así que queremos que ustedes, el gobierno, se haga cargo de eso durante el periodo en el que no estén los datos que se requieren”. —Entonces, cuando te llamaron desde Chile... —En la llamada que recibí desde la oficina de Piñera, la pregunta clave fue: ¿ El gobierno británico firmó el pago de posibles indemnizaciones de las farmacéuticas? Y la respuesta fue sí. De lo contrario, no hubiéramos conseguido ninguna vacuna. Y eso es algo muy difícil de asimilar para cualquier gobierno. Es entender que están comprando un producto que no sabes si funcionará o no. —En tu opinión ¿ fue astuto Piñera a la hora de enfrentar el Covid? —Claro que fue astuto. Ahí están las pruebas. Mira lo rápido que Chile fue capaz de vacunar a su población. Fue genial. Y, además, el país se involucró en la realización de ensayos clínicos claves. En ese tiempo, estaba distante de lo que ocurría, pero en cuanto echaba un vistazo lo que veía era impresionante. —|gual, en Chile, muchos tuvimos como primera dosis la vacuna china. Los con Pfizer eran una casta especial. Los del populacho éramos Sinovac. —Con algunas diferencias, en el Reino Unido pasó lo mismo. Tenías que tener una cartera variada pues no sabías cuál funcionaría y cuál no. Se trataba de vacunas que nunca habían sido probadas y, aunque contaban con avanzada tecnología, en verdad poco y nada sabías de ellas.
Así es que Chile hizo muy bien en repartir su apuesta en diferentes carteras. —Se instaló la idea de que Sinovac era más o menos. ¿Era? —La razón de por qué nosotros no incluimos la vacuna china fue porque nuestro regulador no la habría aprobado rápidamente. Sí pensábamos que una vacuna basada en un virus completo era una idea sensata, Una forma probada de obtener una buena respuesta inmunitaria. Ahora bien, lo que se utiliza en esas vacunas es algo llamado ayudante, que es como una taza de café en la mañana. Te despierta. Es lo que mueve a tu sistema inmunológico y le dice: pon atención, necesitas reconocer esto. El punto es que los chinos utilizaron un ayudante muy anticuado, mientras que otras vacunas basadas en virus enteros utilizaron ayudantes modernos. Así, finalmente, las vacunas chinas no funcionaron tan bien, no fueron tan exitosas. Aunque definitivamente mucho mejor que no tener nada. “Finalmente, las vacunas chinas no funcionaron tan bien, no fueron tan exitosas. Aunque definitivamente mucho mejor que no tener nada", señala. En la foto, trabajadores de la salud en las calles de Wuhan, en mayo de 2020. “Creo que tendremos Covid de por vida, al igual que siempre tendremos gripe. El asunto es aprender a manejar la infección.
E, idealmente, inventar vacunas que detengan la transmisión”. —En Chile, la pandemia vino poco después de lo que algunos llamaron el “estallido social”. Entonces, una de las frases que se repetía era que nuestro sistema de salud era una porquería, muy distinto al británico que era una maravilla. —Se considera que un sistema sanitario es de gran calidad cuando en él se pueden realizar ensayos clínicos seguros y confiables. Desde ese punto de vista, lo importante es saber si los datos que salen de un país son o no correctos. Y para eso deben ser validados por los reguladores del mismo país. Chile, ciertamente tiene los mejores estándares regulatorios.
Y, en lo que tiene que ver con salud, es considerado un país occidental. —En el mundo post Covid ¿ siempre habrá Covid? —Creo que tendremos Covid de por vida, al igual que siempre tendremos gripe. El asunto es aprender a manejar la infección. E, idealmente, inventar vacunas que detengan la transmisión, lo cual sería genial. Hasta ahora, no hemos logrado vacunas así, ni siquiera para la gripe. Y para lograr eso tendremos que una nueva generación que logre lo que se conoce como “comunidad esterilizada”. —Poco antes de la pandemia, se hablaba de que la globalización estaba en peligro. Y, al parecer, el Covid fue el tiro de gracia. —Lo que vimos con en el nacionalismo de las vacunas es algo que probablemente va más allá.
Hoy cada país se mira y dice: somos dependientes de tal y tal cosa... Pero... ¿Cuáles son las áreas en las que queremos tener completa seguridad? Lo estamos viendo con el tema de Ucrania y la energía, que es donde ahora todos quieren tener el control. —Pareciera que el Covid puso la estocada final a la globalización. Yo tengo la vacuna: maravilloso. ¿Tú no? Jódete. —No creo que dejemos de ser una sociedad global, pero sí que habrá algunas áreas en las que los países harán potentes inversiones para ser menos vulnerables.
Se trata de estar en un lugar seguro donde no termines convertido en rehén; tal como hoy lo intenta hacer Rusia con la energía. —Otra cosa que evidenció el Covid es que la OMS no servía para nada. Ahí estaba el griego que, en vez de ofrecer ayuda, día por medio pedía auxilio. —Los de la OMS no fueron ayudados por el Presidente Trump, quien todo el tiempo los desestimó y socavó.
Ahora, más allá de eso, lo que se necesita es un organismo realmente poderoso, que reúna a los países de altos ingresos para hacer mucho dentro de sus fronteras, pero también mucho en los países en desarrollo que sufren con estas epidemias globales.
No tener un organismo fuerte, creo, fue un problema adicional porque parte de la solución hubiera sido unir. —Déjame recordar... ¿Cuántos dosis me han puesto? ¿ tres, cuatro? ¿ De verdad hay que inyectarse más? ¿ No hay fin? —Bueno, tiene que haber un fin porque tenemos que conseguir mejores vacunas y una mejor manera de inyectarlas. En Reino Unido, el costo de una vacuna es menor que el costo de ponerla. No sé cómo fue el programa de vacunación en Chile, pero en Reino Unido requirió de mucha logística. Así es que tenemos que encontrar formas más baratas de vacunar que no impliquen esta infraestructura monumental. —+¿ Pero hasta cuándo hay que seguir inyectándose? —No lo sabemos. Solo sabemos que las vacunas no protegen contra la transmisión. Así es que el hecho de que todos estemos vacunados no significa que no nos vayamos a infectar, sí que no vamos a enfermar gravemente o morir. Si hay que dar más dosis es algo que tiene dos respuestas. Una desde la perspectiva de la salud. La otra desde la política. Los gobiernos siempre querrán decir: Estamos cuidando a la gente. Tenemos vacunas disponibles.
Vayan a vacunarse. —¿ Y desde el punto de vista de la salud? —Desde el punto de vista de la salud no hay ninguna lógica para seguir impulsando la vacunación, a menos que empecemos a ver que los vacunados comienzan a morir o a enfermar gravemente. —Mi mamá, química farmacéutica, funcionaría del ISP toda su vida, al principio se negó a la vacuna.
Razones tenía. —Metocó cuidar a mi prima de 93 años, que había sido médico, y empezó diciendo: “No quiero que me pongan una vacuna”. Yole dije: “¿ Por qué?” Ella dijo: “Bueno, porque tienen efectos secundarios”. El problema es que las vacunas que se hicieron hace 50 años, y que hoy llamamos vacunas sucias, no estaban bien desarrolladas.
De hecho, las vacunas de ese entonces hoy no se aprobarían porque los estándares son más estrictos. —La gente dice: ¡ Nos inyectaron material genético! Debo confesarte que, a veces, me miro al espejo y me pregunto: ¿ Volveré a ser el de antes? —La gente se preguntaba... “Eso que me pondrán, ¿cambiará mi ADN?” Finalmente, la indecisión frente a la vacuna ha tenido mucho que ver con la falta de información. La gente debe saber que las vacunas con ARNn, tan pronto como se inyectan, se eliminan y no puede integrarse a tu ADN. Una vacuna así provocará una respuesta inmunitaria, pero no te cambiará a ti porque lo que te inyectan nunca entrará al núcleo que es donde tienes tu ADN. —Okey. Pero la pesadilla sigue. La paranoia está ahí. Hace unos días nos advertían que había comenzado a circular el perro del diablo. Al otro lado están quemando Beijing porque los chinos no quieren que los encierren. —Es verdad. Hay paranoia. Mi madre se vacunó, creo que seis veces, y eso me enloquece.
Pero, bueno, ella tiene artritis reumatoide, lo que significa que toma un medicamento que suprime parte de su sistema inmunológico y, aparte, los ancianos no responden muy bien. —Dime la verdad... La pandemia nunca terminará... —Algunas personas dicen: Los niveles de anticuerpos bajan y, por lo tanto, la protección disminuye. Pero eso es biología simple. Tu cuerpo no necesita seguir produciendo anticuerpos. Lo que necesita es memoria inmunológica, de modo que cuando te vuelvas a exponer al virus, rápidamente se activen los anticuerpos. Ahora bien, hay datos que demuestran que, si sólo te has vacunado dos veces, eres susceptible de infectarte y pasarlo mal. Distinto es tener una tercera dosis de refuerzo. En resumen; tres es crítico. ¿Cuatro, cinco, seis? No lo sabemos. Cierre, la teoría de la conspiración. Kim Jong-un, Trump, Putin... Alguno de ellos fue el que fabricó el bicho en un laboratorio. —Si así fue, el producto es muy malo. Su estructura es simple y fácil de destruir. —Escribiste un libro. Algo así como la historia secreta de la pandemia. —Si fuera por mí, no habría escrito ningún libro.
Me convencieron diciéndome que sería bueno tener una historia de cómo habían sido las cosas, especialmente cuando una persona que viene del mundo de los negocios termina trabajando en el gobierno. — ¡ Pesadilla! —Nunca escribiré otro libro.
Fueron cuatro meses de hablar mucho, luego seis de escritura sin noches, sin fines de semana, sin vacaciones, Y escribiendo el libro recordé lo ridículo que fue todo. —¿ Cómo ridículo? —Tuvimos, por ejemplo, cinco audiencias ante el Comité Selecto y la próxima semana, cuando vuelva, habrá otra. No sé cómo se llamará en Chile, pero en Inglaterra un Comité Selecto es un grupo de parlamentarios que puede llamar a cualquier ente público y pedirle explicaciones delo que ha hecho y debe responder. Aparte apareció la Oficina Nacional de Auditoría, que nos empezó a revisar cuando ni siquiera habíamos firmado un contrato. Y entonces dije, esto es ridículo. Y ellos dijeron: Nuestra intervención temprana ayudará a que agudicen su pensamiento. ¡Y eran contadores! Y solo nos hacían perder tiempo. Otra cosa es que, en el Estado, ningún organismo se comunica entre sí. Y entonces la pérdida de tiempo es monumental. Terrible. Molesta. Estúpida. Y, cuando crees que la pesadilla terminó, que eso fue todo, aparece la prensa política. —UVuu —Me acusaron de pertenecer al círculo íntimo de Boris Johnson, cosa que no era. Me acusaron de ser una incompetente, que no sabía nada de biotecnología y me acusaron de ser una corrupta.
Incluso la sí, la BBC, emitió un programa sobre la corrupción en los nuevos tiempos y ahí me pusieron de ejemplo. —Y eso que tú y tu equipo... —Habíamos logrado tener, en tiempo récord, la primera vacuna para el Covid. Y un contrato con Pfizer-Bio NTech para que Inglaterra se convirtiera en el primer país en inmunizar a su población. S