Editorial: Venta informal de medicamentos
Editorial: Venta informal de medicamentos L a venta de medicamentos en ferias libres o negocios de barrio es una práctica que lamentablemente se ha ido extendiendo.
Y no se trata de la comercialización de compuestos de baja complejidad, que puedan ser adquiridos sin receta médica, como tradicionalmente lo eran los paracetamoles o las aspirinas, sino que fármacos que solo pueden adquirirse en farmacias con el correspondiente documento emitido por un médico, como antibióticos, analgésicos, corticoides, antialérgicos, antihipertensivos, antimicóticos, antidepresivos o ansiolíticos, cuyo uso sin el control correspondiente puede provocar daños a la salud. Las ferias "de las pulgas" de la capital regional y Calama o la "Feria Rotativa" de El Loa, son sitios de venta habitual de distintos fármacos. Es por eso que autoridades policiales y sanitarias, constantemente está realizando operativos tendientes a sacar del mercado informal estos productos, dada la peligrosidad que revisten para quienes los adquieren.
Esto porque a la venta indiscriminada y sin ningún tipo de supervisión de medicamentos de todo tipo se agrega también el que no cuentan con la trazabilidad sanitaria que permita asegurar su calidad o que no se encuentren descompuestos. Por ello, más allá de los controles que puedan hacer las policías, los usuarios deben entender los peligros que reviste el comprar y consumir medicamentos de manera informal y sin la correspondiente supervisión médica. Los riesgos son evidentes, tanto por lo referido a los peligros de la automedicación, como por la procedencia y características de los remedios. Entonces, además de evitar la compra de estos productos se debe denunciar a quienes los expendan.
Adquirir fármacos en el comercio informal puede generar un grave problema de salud, ya que no hay seguridad de lo que se está consumiendo.. Es cada vez más fácil conseguir remedios en ferias de Antofagasta y Calama. Los riesgos son altos por la automedicación y la calidad de los fármacos. E Editorial