Autor: Miguel Laborde
Caral, voy hacia ti
Algunos humanos nacieron en el Mediterráneo, otros en el norte de África, millones a lo largo del río Yangtsé, el más largo de China. Nosotros, aquí, somos de los Andes Centrales, una civilización de 5 mil años que tuvo en Caral su ciudad madre. Por_ ecién fue descubierta hace 25 años, y costó aceptarla. Su descubridora, Ruth Shady, padeció suspicacias porque ningún colega quería cambiar, de nuevo, la identidad de “la primera civilización de América”. Ni tampoco el nombre de su ciudad madre. Pero las evidencias se acumularon y la Ciudad Sagrada de Caral-Supe ya es Patrimonio Mundial de la UNESCO desde el año 2009, motivo de justo orgullo para los peruanos. También costó aceptarla porque está lejos de las cumbres andinas, las que cobijaran a Tiahuanaco y Cuzco, de amplio prestigio mundial. Caral está más abajo, en el curso medio del río Supe y en un ambiente desértico, lo que favoreció su perfecta conservación. Gracias al clima parece haber sido recién abandonada —a causa del terremoto o las inundaciones que destruyeron su medioambiente—, pero todo se mantiene en pie para recorrerla. La matriz original Lo notable de Caral es que ya están ahí todos los principales elementos que caracterizan a las culturas andinas.
Ellos, los caralinos, que hacían maquetas de sus ciudades —sí, hace más de 5 mil años—, parecen haber concebido el modelo completo, de una sola vez, cuando lo esperable es que se trate de fenómenos progresivos, evolutivos.
Hace pensar en Sumeria, la civilización madre del otro lado del mundo, de la que se llegó a decir que debió ser resultado de la caída de un meteorito asociado a rayos estimulantes; a diferencia de los ultravioletas, que disminuyen la producción de neuronas y causan depresión, habrían sido rayos que activan las neuronas y estimulan la actividad cerebral. No se sabe a ciencia cierta qué hizo despertar a esta civilización.
En todo caso, Caral tuvo una duración prolongada, y algo pudo haber tardado ese proceso de diseñar el modelo andino; de 3700 años antes de Cristo a 1800 a.C., que fue su duración, hay casi 2 mil años. Esperamos que los arqueólogos arrojen más luces porque es enorme el interés por saber cómo fueron los creadores de la primera civilización americana.
Miguel Laborde es Director del Centro de Estudios Geopoéticos de Chile, director de la Revista Universitaria de la UC, profesor de Ciudad y Territorio en la UDP miembro honorario del Colegio de Arquitectos y autor de varios libros sobre historia, arte y cultura en Chile. A Lu X = wn Ly [=] E =x co o pa wn pú a ul Ahí está, bien adaptada a su entorno natural y alineada con las estrellas. Supo canalizar sus aguas escasas y cultivar la cuenca del Supe de manera sustentable, además de crear una religiosidad alineada con el espacio sideral, en sintonía con la Naturaleza y el Cosmos. Todo articulado mediante un calendario de ritos que daba sentido a su vida personal y colectiva, con reuniones en plazas abiertas y salas ceremoniales.
El informe para UNESCO se refiere a que “el diseño de los conjuntos arquitectónicos y espaciales es magistral”. Es un diálogo entre edificios piramidales que se elevan y plazas circulares hundidas, entre lo alto y lo bajo, entre este mundo y el otro. Enlucidas de blanco o amarillo claro, las piramidales edificaciones con sus escaleras centrales debieron sorprender a peregrinos y viajeros —al contemplarlas desde lejos—, por el contraste con el tono arenisco que domina el paisaje. Más aún si quien se acercaba lo hacía en día de ceremonias, al oír conjuntos de 32 músicos con sus instrumentos de viento y tambores resonantes generando ecos entre los cerros. Arriba y abajo Un pequeño animal (invertebrado), el caracol de lomas, aparece obsesivo en cerámicas, muros y textiles. La espiral de su concha se reitera una y otra vez, así como escenas de su recolección. Es una forma geométrica sugerente que ha maravillado a muchos pueblos, al verla aquí en la Naturaleza y también en el cielo nocturno, como rutilante Galaxia de Andrómeda. Lo pequeño y lo grande, lo terrestre y lo celestial vinculados, lo mismo de arriba aquí abajo, unidos.
El diseño de la concha, a partir de un punto central, se define por una línea que avanza desde ahí hacia fuera y desde afuera hacia adentro, una trayectoria que también une lo interior con lo exterior. Para desplazarse los caracoles prefieren la oscuridad, la sombra, la noche. Son los habitantes de un mundo misterioso. Los caralinos los consumían purgados, secos, pero ritualmente se preparaban en un proceso que mantenía todas sus propiedades. Como estos moluscos habitan y se alimentan de una cactácea que contiene mescalina, un cierto efecto se transmitía a través de ellos.
El dL me Aa arqueólogo Julio César Tello, figura mayor de su disciplina en el Perú, ya había encontrado un entierro en Punkurí —templo de la cultura Sechín—, donde un cuerpo aparece rodeado de 60 caracoles, a los costados y alrededor de los hombros. Un ser preparado para el vuelo a otras dimensiones. Ir de peregrino Necesitamos acercarnos a estos caralinos, que supieron instalar bolsas con piedras en las fundaciones de sus edificios, para que no desmoronaran en los terremotos. Es un territorio seco y sísmico, pero, en toda América, fue el de desarrollo más temprano. Necesitamos entender la razón. Su influencia se extendió hasta muy lejos y en paz. No hay muros defensivos ni fortalezas ni armas.
Sorprende ver que debieron trabajar mucho más que otros pueblos, para conducir agua a sus huertas y organizar caravanas que llegaran a la costa —en busca de pescados y mariscos—, y a las montañas —por tubérculos y plumas de cóndor-—. Incluso, se encontraron productos de la selva en las excavaciones. En Caral confluían productos de cuatro ambientes diferentes. El quipu, sistema de contabilidad tan estético y característico de las civilizaciones andinas, ya aparece aquí en Caral hace tantos miles de años. Nos gustaría caminar entre los caralinos un día cualquiera.
Entrar al amanecer, cuando todavía se oye el rumor del agua de los canales y ver cómo llegan los agricultores con sus papayas, lúcumas y guayabas; ver entrar luego a los pescadores con sus sardinas y anchovetas, tan ricas en proteínas que fueron fundamentales para la dieta caralina. Poder acercarse con cierta aprensión a la Pirámide Mayor, sin saber bien cuál era su uso.
Pioneros en el uso de la fuerza del viento -el Principio de Venturi fue descubierto hacia el 1800-, hay ductos subterráneos que alimentaban los fogones que mantenían los fuegos vivos en lo alto de la estructura. Tal vez subiríamos por la escalera central, oyendo los tambores que acompañan un rito desconocido. Sus dioses eran el Agua, la Tierra y el Sol.
PRENSA PROYECTO CARAL / AFP La arqueóloga que los descubrió y sigue investigando todos sus avances, Ruth Shady, celebra especialmente las amunas, ríos subterráneos para conducir el agua sin que se evapore y así alimentar manantiales donde hay escasez del recurso. En lo alto de la pirámide miraríamos la constelación hacia la cual fue orientada, en medio de la enorme bóveda estrellada. En la piel, luego de sentir el frío de la noche desértica, gozaríamos la sensación cálida de los fogones ardientes, sonoros, casi intimidantes.
Los andinos se fijaban en las figuras que surgían entre las estrellas, las siluetas oscuras en medio de la luz: ¿ Intentarían divisar el rostro de los dioses, más allá de las estrellas? ¿ Le temerían a la muerte o partirían en paz a un viaje que les prometía una experiencia más plena que en este mundo? Ahí en Perú, en Bolivia, en el norte de Chile, esperamos acercarnos cada día más a Caral, la cuna de la civilización en este lado del mundo, la andina, mientras no se encuentre otra más antigua aún.