Autor: BANYELIZ MUÑOZ

La historia despertó de Mufasa, el auto que el entusiasmo tuitero
Doctora en complejidad social explica que el deseo de personalizar los vehículos se produce “porque nos generan emociones y de alguna manera nos encariñamos con ellos”. C C ¡ auto se llama Mufasa. Es un Peugeot 206 del año 2006 y lo compré en 2008.
Le tengo cariño a este pedazo de chatarra (... ) ¿ Ustedes les tienen nombre a sus autitos?”. El cineasta Pablo Roldán ((proldanlopez) lanzó el comentario en Twitter y dice que no se esperaba las 231 respuestas y los más de 300 likes: la comunidad tuitera le respondió contándole cuáles eran los nombres de sus vehículos, entre los cuales estaban la Matute Móvil, el Halcón Milenario y el Chiquitín. Desde Concón, donde reside, Roldán (48), quien ganó un premio como mejor director en el Standalone Film Festival por su corto A.D.A. M (se entrega en el Mann's Chinese Theater de Hollywood) y ha recibido otros 15 reconocimientos internacionales, cuenta que “la gente prendió con el tema.
Yo siempre comparto lo que hago, pero mis temas (de cine) no tienen tanta repercusión como estas cosas que son más lúdicas”. En el hilo que se generó “hubo algunos nombres más picarones que otros y por lejos ganó la presencia femenina”, dice. Una de ellas fue la experiencia de la técnica en mecánica automotriz Luisa Fuentes (31, (OLimonadal020), quien contó que a su Chevrolet Corsa 2003 lo apodó Agustín Emilio. "Lo tuve por 12 años. Soy mamá de dos hijos y ellos querían tener un hermanito. Con mi marido decidimos que no. Cuando compramos el auto, fue como una ocurrencia rápida: les presentamos el auto como su hermano.
Agustín Emilio era el nombre que teníamos elegido antes por si “El auto es como Mufasa: las aguanta todas”, afirma el cineasta, quien vive en Concón. 199.530 KILÓMETROS acumula el Peugeot 206 en sus 16 años de vida. Cineasta Pablo Roldán bautizó así a su Peugeot porque su hija adoraba al personaje de Disney uno de nuestros niños era varón, pero resultó mujer. Ha sido el auto más aperrado que tuve y lo recuerdo con mucho cariño. Lo vendí en febrero pasado, ya estaba muy viejito y nos había quedado chico, porque mis hijos crecieron. El nuevo es un Renault Duster y se llama Agustina Emilia”, detalla. El súper compañero Roldán cree que bautizar a los autos "tiene que ver con un tema de apego. Es inevitable que uno no se encariñe. Y cuando uno se encariña con algo lo nombra: es una forma de demostrar afecto. De hecho, soy el único de mis amigos que ha tenido un solo auto.
Prefiero gastarme la plata en otras cosas”. El gusto por esta práctica se remonta a su época de juventud. "Cuando tenía 27 años, un amigo tenía un furgón que lo usábamos para llevar las tablas de surf y lo llamábamos La Clementina.
Otro amigo le puso a su auto el Alambique Veloz y otro le decía el Tocomocho (risas)”. El cineasta dice que bautizó a su Peugeot como Mufasa “después de ver El Rey León con mi hija Montserrat, que entonces tenía cuatro años. Lo había comprado usado con 30 mil kilómetros, estaba a buen precio. Ella quedó encantada con el personaje y como la marca Peugeot también tiene el escudo de un león, lo quise bautizar con ese nombre. Desde entonces lo llama de esa forma. Hoy tiene años y anda para arriba y para abajo en él”. A su juicio, el compacto francés "es como como Mufasa: las aguanta todas. Y como cineasta me gusta mucho Disney. Entonces todo fue por un tema más simbólico. El auto me salió súper bueno: nunca me ha dejado tirado. Es un vehículo bacán y súper compañero: hemos ido a muchas partes juntos. Conservo muchos recuerdos lindos, sobre todo con mis hijos.
Tenemos muchas fotos con el auto”. ¿Qué hace a los seres humanos querer ponerles nombre a sus vehículos? El sicólogo y doctor en Educación, Daniel Sánchez, académico de la Universidad Central, dice que esta tradición responde a un tema cultural. “Está la idea de que de que las cosas materiales tienen un valor en términos del esfuerzo que significan, por lo que se tiende a ponerles afecto”, comenta. Y destaca que, en el caso de los autos, algunas personas "los consideran un miembro más de la familia: les colocan calcomanías, los cuidan y hasta les hablan como si fueran seres vivos. Conozco a muchos que dicen que van a cambiarle los zapatos al auto cuando tienen los neumáticos gastados. Esto es como humanizar las cosas.
El componente afectivo que se les pone es producto del esfuerzo que le significó a la persona”. Identidad y cariño Oriana Figueroa, magíster en sicología clínica, doctora en Ciencias de la Complejidad Social y académica de la Universidad del Desarrollo, apunta a que bautizar al auto “puede ser por tradición y también porque, al ser objetos que nos acompañarán por mucho tiempo, queremos personalizarlos porque nos generan emociones y de alguna manera nos encariñamos con ellos”. Precisa que desde la psicología se puede explicar "porque necesitamos ir imprimiendo aspectos de nuestra personalidad: en este caso el hecho de poner nombre a tu auto también muestra ciertos aspectos clave de tu identidad”. En tanto, el académico Ángel Muñoz, doctor en Sociología y profesor e investigador de la Universidad Mayor, quien es especialista en temas de comportamiento humano, aporta que este es un fenómeno que se produce “cuando las relaciones humanas comienzan a vaciarse de contenido profundo.
Al no tener relaciones ricas desde el punto de vista del alma humana, la gente pareciera que empieza a sostener relaciones con las cosas o con los animales”. "De hecho, muchas parejas ya no tienen hijos, sino que mascotas como perros o gatos, a quienes tratan como si fueran personas. Lo mismo pasa con las cosas: se personifican. Al darle un nombre o personificarla, yo establezco una relación con esa cosa, en este caso, el auto”, analiza.