La democracia y sus rituales
La democracia y sus rituales Terminadas las vacaciones, con sus luces y sombras, entramos en un año electoral. El debate político comienza a ser absorbido por los cálculos que realizan los distintos partidos y coaliciones sobre los candidatos y las alianzas que más convienen para acceder al mayor número de cargos. Nuevamente, los chilenos asistiremos al ritual republicano que se repite en los actos eleccionarios. Los comicios son parte esencial del ejercicio de la soberanía que corresponde a la ciudadanía.
Sin embargo, de un ciudadano republicano debemos y podemos esperar más que emitir un voto, particularmente cuando somos testigos del desencanto con las instituciones que resultan en parte del ejercicio de la ciudadanía, pero especialmente del comportamiento de muchos de quienes cumplen o han cumplido recientemente funciones públicas. Por eso resulta muy relevante recordar el concepto de virtud cívica republicana orientada hacia la búsqueda del bien público y como motivación para la acción pública. Para ello, corresponde al ciudadano manifestarse en el escrutinio riguroso y serio de quienes ejercen y han ejercido los cargos públicos. Las instituciones representativas, incluyendo a diputados, senadores, alcaldes, han sido con razón cuestionadas en su capacidad de ejercicio, en su disposición al diálogo, incluso en su probidad moral en el ejercicio de los cargos.
La democracia exige un ejercicio responsable de la ciudadanía, pero también una deliberación responsable de parte de los dirigentes políticos, que excluya el mero cálculo electoral y privilegie la designación de candidatos que, de ser electos, contribuyan a prestigiar a quienes ejerzan cargos públicos. El desencanto con la política democrática y la desconfianza en los políticos es un fenómeno mundial que clama, en el caso chileno, por cambios institucionales.
Sin embargo, aunque necesarios, no todo pasa por ellos, pues la democracia descansa sobre una comunidad política concebida como una red de relaciones cívicas y de convivencia, orientada hacia el bien público y el cumplimiento de los fines de la asociación. El país ha resentido el deterioro de la convivencia, pero también la ciudadanía ha dado muestras de su capacidad de expresarse superando el sectarismo que parece impregnar la convivencia. Recientemente, con motivo del fallecimiento del expresidente Sebastián Piñera, hubo signos esperanzadores de lo que puede ser la expresión de una comunidad política. En vida, Sebastián Piñera tuvo seguidores y también detractores.
Sin embargo, como sucede cuando la república y la democracia se expresan en sus dimensiones rituales --el ritual fúnebre es el ritual comunitario por excelencia--, aflora una forma de ciudadanía cuya manifestación recupera esa dimensión intangible de la democracia que se relaciona con los elementos culturales que distinguen una comunidad política de otras formas de asociación. En estos días se cumplió un mes del accidente que costó la vida al expresidente. Su despedida fue demostración de que, ante la majestuosidad de la muerte, puede aparecer lo mejor de antiguos rivales. Lo demostró el Presidente Boric, y también Cecilia Morel en ese sobrecogedor abrazo que conmocionó al país.
Nada de ello perdurará si el debate público mantiene su mediocridad y las próximas elecciones continúan negociándose con la pequeñez de quienes no son capaces de mantener la grandeza con que la ciudadanía reaccionó espontáneamente ante la muerte de un expresidente. Aunque haya sido su enemigo político. Lo anterior debe exigirse a todos los sectores que disputarán las próximas elecciones.
En vez del "quien tiene mantiene", los partidos y coaliciones debieran realizar un riguroso escrutinio del ejercicio en sus cargos de "quienes tienen", así como privilegiar candidatos que cuenten con la preparación y el rigor necesarios para su función. Este sería un buen punto de partida para que la ciudadanía comience nuevamente a confiar en los poderes del Estado, algunos de cuyos miembros están en deuda con dar el ejemplo de buenas prácticas. Porque a ellos corresponde reivindicar la buena política y hacer que el ritual eleccionario dignifique la república.
El excelente ejemplo de pedagogía republicana que se vivió con motivo del funeral del expresidente Piñera es un desafío para quienes ahora tendrán la oportunidad de estar a la altura que corresponde a la política, y ofrecer al país un proceso eleccionario con candidatos que permitan recuperar las necesarias confianzas.
La democracia y sus rituales "... en vez del `quien tiene mantiene', los partidos y coaliciones debieran realizar un riguroso escrutinio del ejercicio en sus cargos de `quienes tienen', así como privilegiar candidatos que cuenten con la preparación y el rigor necesarios para su función... ". ANA MARÍA STUVEN Profesora titular PUC/UDP.