Autor: Análisis
CARTA EL CRECIMIENTO DEL QUE NO SE HABLA
En Chile, todos parecemos haber redescubierto la importancia del crecimiento económico. Políticos, empresarios, centros de estudios e incluso ¡ nfluencers dicen ahora que sin crecimiento no hay progreso. Pero mientras el debate se condimenta con cifras, proyecciones y rankings, hay un tipo de crecimiento del que poco se discute. Uno que no depende del PIB per cápita ni de la inversión extranjera, pero que explica, en buena parte, por qué seguimos atrapados en una economia que no despega. Se trata del crecimiento institucional, esa musculatura invisible que sostiene la inversión, la innovación y la confianza de largo plazo.
Porque no se trata solo de hablar de tasas de crecimiento, sino de preguntarnos: ¿ Qué tan predecibles son nuestras reglas? ¿ Qué tan estables son nuestras instituciones? ¿ Cuán coherente es el Estado para acompañar —y no entorpecer— el desarrollo de proyectos y el impulso al emprendimiento? Sin crecimiento institucional no hay crecimiento económico sostenible.
Podemos reducir impuestos o flexibilizar normativas, pero si no hay una convicción transversal de que las reglas no cambian cada cuatro años, que los permisos no se eternizan y que el Estado no se administra como botín de guerra, la inversión seguirá siendo intermitente y temerosa. chile no tiene un problema solo de dinamismo económico; tiene un problema de confianza. Y la confianza se construye, en buena parte, con instituciones sólidas.
La “permisología”, la judicialización creciente, la captura política de organismos técnicos, la volatilidad regulatoria, todo esto conforma una trampa silenciosa para el crecimiento, que se siente en cada directorio que posterga un proyecto o en cada pyme que prefiere no crecer para no exponerse. El 45% de los chilenos cree que el país puede volver a crecer al 5%, según Cadem.
El sistema político debe estar a la altura de esa ambición, que constituye un sustrato fértil para políticas públicas orientadas en esa dirección, bajo el alero de un proyecto país que se juega por el crecimiento. Y eso exige revisar, sin evasivas, la calidad de nuestras instituciones. En esa revisión, hoy tenemos una oportunidad excepcional. Gracias a los avances en inteligencia artificial, podemos diseñar con velocidad y precisión iniciativas que permitan aterrizar en la práctica la discusión teórica. Porque si nos quedamos en los diagnósticos, aun cuando sean compartidos, seguiremos estancados. Sí, los incentivos son necesarios. Pero también lo son las garantías: de un Estado competente, de instituciones no capturadas, de reglas que se cumplen. No es solo un desafío técnico. Es político y también es ético. Porque mientras no enfrentemos esa raíz, seguiremos debatiendo sobre crecimiento... sin crecer.