Autor: Antonieta de la Fuente
“Los liderazgos femeninos lo han hecho muy bien en la pandemia”
Compara la crisis con su propia experiencia en la guerra. Y dice que para liderar al país hay que reconocer la rabia de la población. A guerra, el miedo, las bombas. La abogada Nicole Nehme (46) llegó a los nueve años a Chile con su familia escapando del conflicto armado en el Líbano. Una experiencia que la marcó para siempre y que la pandemia le ha traído al recuerdo. “Mis papás salieron del Líbano con una maleta. Ni una muñeca me pude llevar”, recuerda. “La guerra te hace sentir la fragilidad y, en este momento, tenemos la fragilidad de la vida súper encima... Parte de lo que me ha pasado en esta pandemia es que he revivido eso. Lo hablamos con mis hermanos el otro día por zoom. Todos recordamos ese sentido de fragilidad. En ese caso era la bomba, ahora es un virus”. Desde su casa en El Arrayán, donde está en cuarentena desde marzo, la abogada de la Universidad de Chile ha seguido tan ocupada como siempre. Sucede que Nicole Nehme tiene varios sombreros.
Fundadora y socia principal del estudio jurídico Ferrada Nehme, es una de las expertas en libre competencia más respetadas del país, según los ránkings Chambers €: Partners, Best Lawyer e International Law Office, y sus casos han marcado un antes y un después en materia de colusión en Chile. Fue ella la abogada de Farmacias Ahumada que en 2009 utilizó por primera vez la polémica figura de la delación compensada que desbarató el cartel de las farmacias. Es también desde hace ocho años directora de Icare y presidenta del Círculo Legal de esa agrupación empresarial, desde donde se ha involucrado en los grandes debates de negocios de la última década. Como profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, ha tenido que adaptar sus clases al formato ne. Le ha ido bien en eso y vaticina que una vez que volvamos a la normalidad las clases serán en formato híbrido, entre virtual y presencial. Nicole Nehme, abogada: En abril pasado entró como directora de Comunidad Mujer, organización a la que ha estado ligada desde hace varios años.
Y es directora también de Espacio Público, el centro de estudios independiente que durante la crisis sanitaria ha marcado pauta con sus informes en los que ha rebatido varias veces al gobierno en la manera como contabiliza los datos de contagiados y muertos.
Aunque ella no participa de esos informes, sí es parte de un grupo del think tank que a raíz de la pandemia está preparando un trabajo sobre los liderazgos que se requieren y cómo identificarlos en la sociedad. Este sinnúmero de actividades paralelas no le ha impedido dedicar parte de su tiempo a la lectura. Está dedicada a obras de mujeres.
Una de las que más le ha impactado es la biografía de la jueza estadounidense Ruth Bader Ginsburg, que se ha hecho famosa por sus fallos con los que ha ido ampliando las barreras en los derechos de la mujer.
Aunque no ve muchas series, porque confiesa que le generan adicción, le llamó mucho la atención una danesa que vio hace un tiempo que se llama Borgen y que es la historia de la primera ministra de Dinamarca. “Es súper pertinente para los tiempos que corren. Ahí ves que en esa cultura hay un nivel de cohesión y de igualdad bien notables. Ella es primera ministra, pero llega a su casa y se encarga de su hijo adolescente, y hace el aseo y tiene una pareja.
Muestra, Unasociedad tan horizonMe chocó mucho el diagnóstico de Bloomberg: un país que tomó políticas del primer mundo cuando tiene grupos importantes pobres”. Si la emoción pública dominante es la rabia, eso debería ser un elemento importante al pensar políticas públicas”. Tal y tan distinta a la nuestra.
El rol de la mujer ahí es bien predictor de lo que ha pasado con las mujeres en el manejo de esta pandemia”, dice. -Como Jacinda Ardern en Nueva Zelandia. -Como Jacinda y también otras, como la primera ministra finlandesa, la danesa, Angela Merkel en Alemania, la presidenta de Taiwán. Hay un grupo de mujeres que lo ha hecho increíblemente bien para manejar la pandemia y eso me ha hecho reflexionar mucho sobre los liderazgos femeninos. Más con que sean mujeres, esos liderazgos tienen que ver con ciertos atributos que históricamente hemos vinculado a lo femenino.
En un mundo tan cambiante e incierto, lo que vale ahora es saber escuchar, es tomar la opinión de los expertos y expertas, y de las personas que conocen del tema y comunicar bien, desde la sencillez, la empatía, el afecto. No tener miedo a liderar desde el cariño, desde la propia fragilidad y reconocerla. Creo que esas han sido cosas bien notables que han generado más cohesión.
La rabia -Es inevitable que la pandemia nos haga reflexionar sobre cosas a las que antes no le poníamos suficiente atención o que se nos abran nuevas perspectivas sobre problemáticas que ya existían. ¿ Qué te ha pasado a ti? -Creo que hay varias cosas. Lo primero es la fragilidad de la sociedad, basada a su vez en la fragilidad de los lazos sociales que tenemos. Y eso hace que haya grupos que tiendan a pensar en sí mismos como referentes de una sociedad que a través de los años se ha ido haciendo cada vez más diversa. Pero cuando los tomadores de decisiones miran parcialmente esas realidades, no cubren esas necesidades de manera global.
Creo que todos sabíamos que los niveles de desarrollo eran frágiles, y se había hablado harto de que la gran clase media estaba compuesta en realidad de grupos muy distintos, muchos con una capacidad de volver a la pobreza y lo estamos viviendo hoy.
Y me chocó mucho este diagnóstico de Bloomberg, cuando dice que este es un país que tomó políticas del primer mundo cuando en realidad tiene grupos importantes pobres y desvalidos. -¿Qué es lo que te chocó de eso? -Me chocó que es una realidad brutal y que te la tengan que decir desde afuera... -¿ Crees que no existía conciencia de parte de las élites de esa realidad? -Había conciencia, pero no había vivencia. La conciencia racional creo que está, pero la vivencia es la que vinculada a la empatía te hace tomar decisiones, sabiendo que vas a impactar a otros. Esa vivencia es algo que nos hace falta. En nuestros liderazgos y en las elites hay una mirada muy racional y las emocionalidades públicas son las grandes ausentes de las políticas públicas. Y los seres humanos nos movemos con emociones públicas. Las reglas que se nos imponen nos geneRan emoción. En un podcast, escuché hace poco una encuesta a propósito del covid que planteaba que el mayor sentimiento que tienen las personas hoy en Chile es rabia. Después viene miedo, frustración, esperanza. Y la rabia la podemos vincular fácilmente al estallido social.
Si la emoción pública dominante en un país es la rabia, eso es muy importante en el momento de pensar qué políticas públicas hacer. -¿ De dónde viene esa rabia, a tu juicio?-La rabia significa muchas cosas. Una sociedad muy frustrada por promesas no cumplidas.
Chile tiene una sociedad, y esto se lo escuché a otra persona, no lo pensé yo, que recibió muy bien los valores de libertad que le entregó la democracia, pero que recibió también una promesa de igualdad con la cual estaba ansiosa y esa promesa no se materializa. Porque la libertad también lleva a que las brechas se incrementen. Entregar la promesa y no dar las herramientas y no facilitar las soluciones, creo que es, en parte, lo que concibió esta rabia de la que nos tenemos que hacer cargo.
Lenguaje y amistad cívica -¿ Cómo has visto desde Icare, tu sombrero más empresarial, lo que ha pasado en Chile con el estallido social y la pandemia? -Yo no me siento parte del empresariado como para hablar desde el empresariado. Lo que puedo hacer es decirte lo que veo como observadora, que es parte de mi trabajo. Creo que el cambio venía de antes, en la última década, de la mano de un cambio generacional.
De una mirada que dice que no basta mirar los números, que era la mirada tradicional histórica de la última línea, sino que tengo que ver cómo puedo hacer un aporte real social. -Pero más allá del discurso, ¿ves pasos concretos hacia ese objetivo? -Evidentemente la crisis social deja en evidencia la urgencia: no pueden tomarse los tiempos largos que a veces el mundo empresarial se toma. Esto hay que abordarlo con un sentido de inminencia, porque lo que está en juego es nuestra definición como sociedad y nuestra cohesión social.
Pero creo que la emergencia lo está acelerando. -Hay una discusión bien interesante que planteó este grupo de Un camino posible (que incluye a Javiera Parada y Bernardo Larraín), que plantea la importancia de la transformación cultural. ¿Ves un cambio cultural? -Tengo sentimientos encontrados. Por un lado siento que sí, hay grupos sociales que se han ido dando cuenta y han ido cambiando su percepción y apertura hacia el valor de la diversidad, el valor de la tolerancia. Pero la cultura parte por el lenguaje.
Y cuando veo la dureza y acidez del lenguaje que se usa en lo público, tanto en la arena política como en las redes sociales, qué lejos estamos de generar un diálogo constructivo que permita generar un bien común.
Todavía nos falta mucho En amistad cívica, en tolerancia activa, en reconocer al otro como alguien que puede dar una opinión válida antes que atacarlo y despreciarlo públicamente por sus opiniones. -¿Falta diálogo? -Necesitamos crear mecanismos que nos hagan dialogar más en todas las esferas. En Chile hay muy poco diálogo social. Las clases sociales están separadas y no dialogan. Y ojalá las figuras públicas respetadas que todavía existen, puedan facilitar el mensaje de la importancia de la amabilidad en lo público. El amor en la esfera pública es parte esencial de sociedades dignas, decentes, factores esenciales a la larga para construir una sociedad viable.
Puede sonar cursi, pero la Martha Nussbaum (filósofa estadounidense) tiene un libro precioso que habla de eso. -Sobre esta emoción de la rabia que mencionas, los casos de colusión han sido un aliciente importante. ¿Está Chile y el empresariado en deuda en esta materia? ¿ No se ha comprendido la real dimensión de lo que ocurre socialmente con fenómenos como el de la colusión? -Mira, yo creo que lo que pasado en Chile es que ha habido una gran evolución normativa y cultural en el tema colusión. En los 80 probablemente no existía el tema. Y paulatinamente se fue entendiendo. Una lectura de eso es que el país está peor y hay más colusiones, y eso genera más frustración. Logro entender eso. Pero la otra lectura es que la institucionalidad de libre competencia ha mejorado tanto, que hoy día se identifican las colusiones y se sancionan, y por eso las conocemos. Y ahí está la famosa delación compensada que es medio polémica porque la gente dice: “¿ cómo premian al coludido?”. Pero lo que está detrás, y es bueno decirlo, es desestabilizar a los carteles. Y la legislación desde 2009 se ha modificado para bien; hoy es más fácil perseguir colusiones y además ya existe sanción con penas que van desde 3 a 10 años de cárcel.
Se implementó recién a fines de 2016 y creo que pronto veremos los primeros casos con sanción penal, eso va a llegar. -Desde tu experiencia de la guerra en el Líbano, ¿crees que se puede sacar algo en limpio de estas situaciones de emergencia, como la actual? -Esto tiene varios lados. Sentir la fragilidad de la vida también te hace poner la prioridades, creo yo, donde deben estar, o en la forma que yo creo que deben estar. La guerra en eso humaniza harto. Espero que la pandemia nos permita revalorizar las cosas importantes, buscar lazos y puntos de encuentro. Chile es una sociedad valiosísima, hemos salido de cosas muy complejas. Y ojalá podamos encontrar, guiados por personas de buena voluntad, diversas y dialogantes, puntos de encuentro para salir adelante.
Y que el día de mañana sea como yo recuerdo la guerra, muchos años después, treinta y tantos años después, un recuerdo lejano que fue un aprendizaje, que es parte de mi vida, pero de la cual se pudo salir.