El peligro del dogmatismo económico
El peligro del dogmatismo económico El debate económico en nuestro país se ha vuelto tedioso y repetitivo, carente de nuevas ideas. Nos estamos acostumbrando a escuchar a un cerrado claustro de economistas que participan de la discusión pública recitando mandamientos. El más trillado de sus sermones: que la participación del Estado en la economía desincentiva la inversión. El peligro de este dogmatismo es que, irónicamente, está estancando el crecimiento económico, ese mismo que tan celosamente pretende proteger.
La doctrina de crucificar al Estado en base a su eficiencia es falaz porque el valor del Estado en la economía no radica en hacerlo mejor que los privados, sino que en proveer bienes y servicios públicos donde estos no llegan. Y uno de los bienes colectivos más valiosos que nos entrega son las instituciones que enmarcan y hacen posible el funcionamiento de la economía. El Estado juega un rol crucial en construir un contexto adecuado para que la actividad económica se desenvuelva. El crecimiento no puede ocurrir si no hay primero un Estado que garantice un ambiente propicio para la inversión privada.
La prédica de mantener al Estado al margen de la economía es cortoplacista y perjudicial para el desarrollo porque, bajo el pretexto de mejorar las condiciones inmediatas, se termina erosionando el terreno para la inversión en el futuro. Una economía desigual trae naturalmente un ambiente de polarización e incertidumbre, tremendamente adverso para los inversionistas. Somos testigos directos de cómo las décadas de descontento social y de demandas insatisfechas desencadenaron una revuelta con consecuencias económicas de las que todavía no nos hemos recuperado. Pero a pesar de nuestra dura historia reciente, el dogmatismo económico ha seguido deteriorando el ambiente, oponiéndose a saldar, una tras otra, las principales deudas del Estado. Quizá la más preocupante de todas es la reforma tributaria.
Los datos no solo indican que recaudamos 8 puntos del PIB menos que el promedio de la OCDE, sino que además tenemos un sistema tremendamente regresivo, donde la elusión y la evasión nos cuestan otros 7 puntos de recaudación. Aún así, en contra de la evidencia y de la recomendación de diversos organismos internacionales, el precepto económico de que los impuestos desincentivan la inversión se ha mantenido intransigente. A un año de que se rechazó la idea de legislar, vuelve al Congreso la oportunidad de avanzar hacia una sociedad más cohesionada. Porque, a pesar de que el descontento social esté temporalmente reprimido por un contexto económico adverso, la realidad es que los problemas estructurales de octubre del 2019 siguen siendo prácticamente los mismos. Por el bien del desarrollo económico del país, esperemos que esta vez la discusión tributaria la conduzca la evidencia, y no los mismos dogmas anticuados de siempre. El peligro del dogmatismo económico Talento emergente Gian Luca Carniglia, PHD DE NYU Y PROFESOR ESCUELA DE NEGOCIOS UAI.