Autor: SOFÍA BEUCHAT.
LAS BARRERAS culturales DEL TRABAJO FEMENINO
Una encuesta global muestra que, en Chale, el 34,2 % de las personas cree que cuando el mercado laboral está dificil, el hombre tiene más derecho a acceder a un empleo que la mujer. Sorprendentemente, esta idea concita apoyo incluso entre el 28% de las mujeres. Según los expertos, la explicación para este resultado está en nuestra cultura, que aún tiende a atribuir las tareas domésticas y de cuidado al género femenino.
O Ada cinco años, la encuesta internacional World Values Survey —nacida en 1981 en la Universidad de Michigan— arroja luz sobre lo que piensan las personas de distintos países en torno a valores relacionados con la política, la economía y la religión, adem culturales y reli de aspectos sos. En julio de este año, mostró datos sobre la valoración del trabajo femenino en la región que no han pasado inadvertidos.
Según sus Hallazgos, recopilados durante 2018, en nuestro país el 34,2 % de las personas cree que cuando el mercado laboral está difícil, el hombre tiene más derecho a acceder a un empleo que la mujer.
En concreto, el 10,7 % está “muy de acuerdo” con esta idea, y el 23,5 %, “de acuerdo”. Este apoyo es alto incluso entre las mujeres, donde el respaldo llega a un no menor 28%. Lo más sorprendente es que, en países con los que compartimos una cultura relativamente similar, los resultados son muy diferentes. En ArgentiNo habrá un cambio cultural, “si no hay una reforma de la vida privada, doméstica y reproductiva”, dice Sonia Montecino.
“El posnatal masculino ha sido muy subutilizado porque culturalmente es mal visto que ellos lo tomen”, dice María José Bosch Na, sin ir más lejos, la opción “muy de acuerdo” tuvo O aprobaciones, incluso menos que en países como Holanda (1%) o Alemania (1,1%). Paula Urien, periodista del diario La Nación Argentina especializada en temas de género y mercado laboral, tiene una explicación para esto: —La mujer en Argentina comparte cada vez más la responsabilidad de mantener el hogar. Hace ya décadas que no solo piensan en su desarrollo profesional: trabajar es una necesidad.
Desde hace por lo menos 10 años, cuando el país dejó de crecer, se ha Venido produciendo una caída en el poder adquisitivo de los hogares: ya no es posible sostener los gastos familiares con un solo salario —acota. Es una realidad similar a la que vive gran parte de la clase media chilena.
Entonces, ¿qué pasa en nuestro país? —Chile es un país sexista —opina Josefa Aguirre, de la Escuela de Gobierno de la UC—. Otras preguntas de la encuesta World Values Survey muestran que el 36% de los chilenos cree que, si la mujer gana más que su esposo, esto causará problemas en el hogar, y que más de la mitad de los chilenos (53%) piensa que, cuando la mujer tiene un trabajo remunerado, los hijos sufren Estos valores, acota la académica, explicarían porqué tantas personas creen que, si hay escasez de trabajo, el hombre tendría prioridad a la hora de acceder a un empleo, al menos en su formato tradicional, con contrato, imposiciones y algún grado de estabilidad. A nivel cultural, aún se entiende que el hombre es el principal proveedor de sustento para la familia y que el aporte de la mujer a la economía familiar, si existe, es secundario.
Esto pese a que, según la Encuesta Casen 2019, el 39,4 % de los hogares en Chile tienen una jefatura femenina En esta línea, María José Bosch —directora del Centro Trabajo y Familia del ESE Business School, Universidad de los Andes— afirma que el mercado laboral en Chile premia la paternidad, asumiendo que el hombre que es padre será más trabajador y responsable, y castiga la maternidad, dando por sentado que una mujer, por el hecho de ser madre, será más irresponsable y menos trabajadora. Es, asegura, un prejuicio culturalmente instalado, pese a que diversos estudios y estadísticas muestran lo contrario.
Y contribuye a fomentar la idea de que el “trabajador ideal” es un hombre padre de familia, pero que pueda delegar el cuidado de los hijos a una mujer, ya sea su pareja o bien una persona a la que se le paga por esa labor.
Además, como hace notar Sonia Montecino —académica del departamento de Antropología de la Universidad de Chile y Premio de Humanidades y Ciencias Sociales 2013—, el mercado actual del trabajo no siempre resulta ser lo suficientemente atractivo para la mujer: —Las mujeres asumen el trabajo asalariado con una carga de dobles y triples jornadas. Además, los empleos femeninos son casi siempre precarios y, cuando no, están subvalorados. El acceso a una carrera dentro de un espacio laboral siempre es más arduo para ellas. El trabajo remunerado no siempre es sinónimo de “realización”, dadas las estructuras desiguales y la discriminación y segregación de género que prevalece —acota.
“Chile es un país sexista”, opina Josefa Aguirre, de la Escuela de Gobierno de la UC, Paula Urien, periodista del diario La Nación Argentina especializada en temas de género: “La mujer en Argentina comparte cada vez más la responsabilidad de mantener el hogar". “Estudios internacionalesindican que mujeres con madres trabajadoras tienen una mayor probabilidad de trabajar”. EL EFECTO DE LA PANDEMIA Desde su mirada como antropóloga, Sonia Montecino atribuye los resultados del World Values Survey a los simbolismos que en nuestro país están asociados a la mujer y su rol en la sociedad. —Chile es un país con un neomachismo galopante y por ello no resulta extraño que sea amplia esa idea de que un hombre tiene más derecho a un trabajo remunerado. Da cuenta del lugar simbólico que los hombres chilenos les asignan a las mujeres —dice al respecto.
A su juicio, ese “lugar simbólico”, que describe como “muy arraigado” y de “larga data”, mantiene una fuerte ligazón entre la identidad de mujer y la de madre, mientras que la contraparte masculina aún tiene desapego con la paternidad, pese al creciente número de mujeres que se hacen cargo solas de sus hijos. —Todo lo que se deriva del sistema domésticoreproductivo está asociado fuertemente a las mujeres y a la categoría de lo femenino, así como la crianza y el cuidado —acota.
La pandemia, como recalca María José Bosch, nos ha puesto a hablar, como nunca antes, de la corresponsabilidad, concepto que pone en jaque el rol tradicional masculino dentro del hogar y que ayuda a la mujer en su rol laboral.
Pero, al mismo tiempo, ha tendido a reforzar la idea de que es la mujer la que debe postergar su empleabilidad en pos de la familia: según estudios de Comunidad Mujer, el 88% de las mujeres que perdió su trabajo en el último año no ha salido a buscar empleo.
En su mayoría esgrimen razones como la necesidad de que, con colegios en su mayoría cerrados, alguien se haga cargo de los niños y las tareas domésticas, volviendo a insertar a la mujer en el rol simbólico que describe Sonia Montecino. El trabajo aporta autonomía a la mujer y contribuye al crecimiento de los países. Por eso, a Josefa Aguirre le preocupa el efecto que el escenario actual pueda tener a futuro.
La mirada conservadora en torno al empleo femenino que refleja la encuesta World Values Survey, explica, da lugar a una relación bidireccional entre trabajo femenino y participación laboral: mientras más tradicional es la visión que un país tiene respecto al rol de la mujer, menor es su participación laboral y mayor es la tasa de fertilidad. —Estudios internacionales indican que mujeres con madres trabajadoras tienen una mayor probabilidad de trabajar y que hombres con madres trabajadoras tienden a casarse con mujeres que trabajan. Así, las visiones culturales que se transmiten al interior de la familia son importantes a la hora de explicar cambios en las tasas de participación laboral femenina.
Por eso, uno de los riesgos de la panDemia actual es que sus efectos sobre el empleo femenino puedan perdurar incluso más allá de esta generación e influir en la visión que las generaciones futuras tengan respecto al rol de la mujer —advierte.
LA CULTURA ES TODO Para atenuar el retroceso en la participación laboral femenina que ha dejado la pandemia y contribuir a cambiar la visión reflejada en la World Values Survey, Josefa Aguirre sugiere fomentar la visibilidad de las mujeres mejor posicionadas en la fuerza laboral, con el fin de generar más modelos a seguir.
Algo en lo que, dice, “Chile está bastante atrás comparado con otros países”. Además, recalca la importancia de crear políticas públicas o empresariales que impulsen el empleo femenino, como la flexibilidad, y la distribución equitativa entre hombres y mujeres en la cobertura para el cuidado de niños, adultos mayores y personas postradas.
Pero estas políticas, según los expertos, no siempre obtienen los resultados esperados en el corto plazo, porque el peso de la cultura es más fuerte. —Lo que hemos visto en Chile es que son las mujeres las que usan los beneficios laborales relacionados con la maternidad y el cuidado, aunque sean para todos. Es lo que ha pasado con el posnatal masculino, que ha sido muy subutilizado porque culturalmente es mal visto que ellos lo tomen. En nuestro contexto, las políticas públicas en esa línea no siempre consiguen lo que se busca porque el hombre piensa: esa medida no es para mí —dice al respecto María José Bosch.
Los datos que maneja la Subsecretaría del Trabajo en este ámbito respaldan la visión de Bosch: apenas el 0,2% de los hombres utiliza su derecho a tomarse un posnatal y menos del 20% pide los cinco días libres a los que tienen derecho luego del nacimiento de un hijo. Al respecto, Sonia Montecino agrega enfática: —Sin cambios culturales profundos, se pueden implementar muchas políticas públicas, pero sus efectos no serán los deseados.
Tanto las identidades de género como las relaciones sociales que de ellas se desprenden obedecen a estructuras simbólicas y políticas que se asientan en hábitos, creencias y costumbres e ideologías de género heredadas y transmitidas. (... ) En general, en América Latina las labores de reproducción, lo doméstico y el cuidado está ligado a las mujeres; si no hay una reforma de la vida privada, doméstica y reproductiva, digamos una revolución en la división sexual del trabajo doméstico o un cambio en los valores asociados a este, no habrá transformaciones reales en las relaciones sociales de género. M