Autor: Francisco Klapp PROFESOR ASISTENTE UAI PHD U. DE CALIFORNIA - IRVINE
Qué Lujo
Qué Lujo Comienza otro año de clases, y algo que nunca deja de sorprenderme es el prejuicio de muchos de mis alumnos frente a la idea de que el crecimiento económico juega un rol central en mejorar, en el sentido más amplio, la vida de las personas. Y es así como nunca faltará un astuto estudiante que rápidamente retrucará con las limitaciones y problemas de nuestra más tradicional forma de medir el crecimiento económico, la tasa de cambio del PIB.
Y es que, si bien es cierto que el PIB falla en capturar directamente las cosas importantes de la vida como salud, seguridad, democracia, reducción de la pobreza, oportunidades, medioambiente o tiempo libre, en efecto un mayor PIB sí está estrechamente relacionado con todas y cada una de ellas. La correspondencia entre cualquier índice de satisfacción con la vida o desarrollo humano (como el de la ONU) y el PIB per cápita hacen de este punto algo evidente.
Visto así, como alguna vez dijera Robert Lucas, Premio Nobel de Economía en 1995: "Una vez que comienzas a pensar en crecimiento (económico), es difícil pensar en cualquier otra cosa". Pero entonces, ¿qué ha pasado en nuestro país que al parecer las generaciones más jóvenes sí han estado pensado en cualquier otra cosa? O más precisamente, ¿por qué nuestros dirigentes parecen haber mostrado una cierta indiferencia, o incluso desdén, respecto al crecimiento económico, que bien nos recuerda a estos jóvenes alumnos? El psicólogo Rob Henderson, quien en su reciente libro "Troubled: A Memoir of Foster Care, Family, and Social Class" recuenta su increíble travesía desde hogares de acogida hasta doctorarse en la Universidad de Cambridge, ofrece una posible respuesta. Este autor ha popularizado el término "creencias (o ideologías) de lujo", una noción que no es demasiado nueva, pero que vendría al caso cuando pensamos acerca de nuestra complicada relación actual con el crecimiento.
Estas "luxury beliefs", en el inglés original, serían creencias que le permiten a las élites presentarse como superiores o más sofisticadas que el resto, pese a que la adopción de estas mismas significarían un perjuicio para el resto de la sociedad.
Así, la forma actual de mantener reputación y prestigio no estaría dada por el consumo conspicuo de antaño o la acumulación de pergaminos académicos, sino por compartir, y, qué duda cabe, profesar a viva voz estas creencias de lujo.
Entre estas creencias el autor incluiría ideas progresistas como desfinanciar las policías, sospechar de la libertad individual o la desvalorización de la familia, y a las que creo no nos equivocaríamos en agregar la indiferencia ante algo que podrá parecerle pedestre y materialista a las vanguardias, pero que Chile desesperadamente necesita: un foco en el crecimiento económico.
Más temprano que tarde, la realidad se impone, y estas lujosas creencias parecen estar finalmente dando paso al vulgar pragmatismo, reflejado, aunque tímidamente, en iniciativas como aquellas que buscan reducir la "permisología" para destrabar la inversión. Ojalá que así sea, pues el 2% de crecimiento recientemente proyectado por el Banco Central para los próximos años es simplemente insuficiente. Qué Lujo Francisco Klapp PROFESOR ASISTENTE UAI PHD U. DE CALIFORNIA-IRVINE.