Autor: POR Pablo Besser. EDICIÓN: Sebastián Montalva W.
El lago misterioso de la Patagonia
El lago misterioso de la Patagonia BÚSQUEDA.
“Es lo que a mí me motiva: poder explorar territorios desconocidos y tener esa sensación de ser la única persona que ha estado allí”, explica Besser sobre el impulso que lo ha llevado a hacer estos viajes.
“P ara mí, el lago Greve era algún minuto tenía que ir a conocer. que tengo marcados en uno más de esos puntitos el mapa de Chile y que en Un lugar del que sabía desde la época en que armamos nuestra expedición para cruzar longitudinalmente Campos de Hielo Sur, a fines de los noventa: yo sabía que era una salida hacia el Pacífico que no había que hacer, porque si llegábamos a ese lago, quedaríamos perdidos ahí.
“El lago era un misterio que rondaba en mi cabeza hace años, sobre todo por lo que se sabía respecto de su formación: en su libro Andes patagónicos, el padre Alberto de Agostini, pionero en la exploración de esta zona, y quien había fotografiado este lago junto con un colono noruego que se había instalado ahí, evidenciaba cómo el glaciar Pío XI había avanzando y se estaba comiendo el valle, lo que finalmente daría origen al lago Greve, al encajonar un río que antes tenía salida, un proceso que comenzó a partir de 1925. “Su relato era en realidad un par de párrafos, no más que eso.
Y posterior a eso, no sabía de más registros que el de una expedición de Cristián Donoso (en 2007; 40 kilómetros en kayak desde su extremo sureste hasta el desagüe), y el científico Camilo Rada, que había estado haciendo unas investigaciones en el glaciar, me había dado unos datos de cómo entrar. Pero nadie había caminado por el costado, entre el hielo y la montaña, para acceder al lago.
“De esta forma, el Greve era un lugar donde podríamos hacer el tipo de expedición que nos gusta: una travesía exploratoria de varios días en un packraft (un bote inflable que se reduce hasta un paquete de un kilo y medio de peso, que se puede llevar en una mochila, y que también puede transportar toda la carga en el agua). “Así, con más incertidumbres que certezas, partimos a explorar nuevos mundos extraños, como diría el Capitán Kirk de Star Trek. Solo teníamos algunas imágenes satelitales de Google como referencia, pero no había mayores detalles. “Eso era justamente lo que nos atraía”. “Hay personas que son capaces de cruzar el mundo para vivir este tipo de experiencias verdaderamente salvajes en la naturaleza.
Mi amigo José Mijares es uno de ellos: es español, pero vive en Noruega, y ha venido varias veces a Chile para hacer expediciones, como la que hicimos juntos en 2015, un viaje en packraft de 30 días por el istmo de Ofqui. “José Mijares y el inglés Charlie Tokeley que también ha vivido en Chile fueron mis compañeros en esta expedición, y en rigor fueron ellos los organizadores: yo me sumé a última hora. Ellos le habían puesto fecha: viajarían en abril de 2024. “Para mí no era el mejor mes porque llueve harto, pero de repente en conversaciones me encontré con que estaban armados y dije: Ok, vamos. “Soy médico traumatólogo independiente, y para hacer estos viajes debo dejar de trabajar. Aunque no son precisamente vacaciones, son viajes que hago por gusto casi todos los años. “Esta vez sería una salida de tres semanas, en la que volveríamos a estar lejos de todo y de todos.
Para eso, primero debíamos llegar a Puerto Natales, luego tomar el ferry hacia Puerto Edén y desde allí un bote que nos llevaría hasta la entrada del glaciar Pío XI por su pared sur, que da al Pacífico. “El traslado de Natales a Puerto Edén en ferry duró tres días, en un viaje que no tiene ninguna comodidad: tiene apenas unas butacas duras. En cambio, el barco que charteamos para llegar al glaciar Pío XI era muchísimo mejor: hasta tenía conexión a internet. Era un R E S S E B O L B A P : S O T O F al lago mismo. Una tarea que en total nos demandó cuatro días y que hicimos conscientes del riesgo que implica este tipo de expediciones: no conocíamos el terreno por el que caminaríamos.
“La incertidumbre era saber qué tan fácil iba a ser el bosque, o si una vez sobre el hielo íbamos a poder avanzar: a veces está lleno de grietas que en las imágenes satelitales se ven chiquititas, pero en realidad tienen 100 metros. También estaba el riesgo de una caída en un terreno abrupto: un resbalón por un paso mal dado en el hielo o en la pendiente podía ser grave. “Afortunadamente, ese no fue el caso y pudimos avanzar sin mayores dificultades, salvo por un gran error que cometí. Apenas desempaqué al bajar del barco, noté que solo tenía una bota de montaña, la otra quizás la había dejado en el viaje de ida. Así que me vi obligado a usar una de las botas de goma que tenía para andar en pantanos, y amarrarle crampones en las partes en que lo necesitara. Fue terrible para mi tobillo, porque me lo dañé con el amarre, pero había que aguantar nomás: si total eran cuatro días para adentro, hasta llegar al lago. “Mi compañero Charlie Tokeley también tuvo un problema: una de las válvulas de inflado de su packraft se dañó, quizás por haber tenido mucho tiempo el bote guardado. Pero pudo hacerle un arreglo provisorio y con eso resistir el viaje. “Aunque no nos guiábamos con GPS, sí habíamos descargado el mapa de la zona en nuestros celulares, lo que nos permitiría geolocalizarnos aunque no tuviéramos señal. Pero en rigor, para orientarnos, siempre teníamos la referencia del bosque y el glaciar a un lado. “A poco andar, fuimos experimentando la particularidad de este territorio: era un lugar solitario, donde no había ningún vestigio de nada, con muy poca vida. No había ni siquiera gaviotas, por más que estábamos cerca del mar. Se sentía abandonado.
O mejor dicho, un lugar donde nunca estuvo nadie”. barco pequeño, que se dedica a la extracción de luche en esta zona, y era la única forma que nos permitiría bajar con nuestros equipos frente al glaciar.
“El Pío XI forma parte del Parque ni en Puerto Edén ni en Conaf sabían de la existencia del lago Greve, por más que esté considerado el sexto más grande de Chile, con 240 kilómetros cuadrados de superficie. “Como iba con dos extranjeros, yo había pedido un permiso en Difrol para ir a esta zona, por tratarse de Campo de Hielo Sur. La Armada me lo pidió en el zarpe: fue una suerte tenerlo. Así, tras unas seis horas de navegación desde Puerto Edén, finalmente desembarcamos y llegamos a nuestro punto de partida en el glaciar.
“Es curioso, pero hay personas a las que les da un poquito de angustia cuando se van y te dejan ahí botado, solo, pero yo lo siento de otra forma: en ese momento es cuando la expedición realmente comienza; sobre todo para quienes disfrutamos con esta cosa más masoquista. Antes solo habíamos sido un bulto transportado por todos lados, pero desde ahora todo dependía de ti, y eso a mí me da más tranquilidad”. “El movimiento comenzó de inmediato. Juntamos nuestros equipos y comenzamos a portearlos poco a poco con el objetivo de instalar varios campamentos en la montaña antes de llegar EQUIPO. José Mijares (izquierda) y Pablo Besser han hecho varias expediciones en Patagonia. El tercer integrante fue Charlie Tokeley. AMBIENTE. El silencio, la soledad y la escasa fauna son características de este lago. FAUNA. A orillas del lago encontraron una pequeña población de huemules. ÚNICO. El glaciar Pío XI es uno de los pocos que está creciendo: desde 1945 a la fecha ha avanzado alrededor de 11 kilómetros. HISTORIA. El lago Greve aparece en los relatos del padre Alberto De Agostini, pionero en la exploración de esta zona. Desde entonces estaba en el imaginario de los aventureros. ESCENAS. Durante el regreso tuvieron que remar entre las nubes. Al lado, una becacina grande, un ave muy difícil de ver. Nacional Bernardo OHiggins, pero. Es el sexto más grande de Chile, pero también uno de los más desconocidos: se formó a partir del crecimiento del Pío XI, el mayor glaciar de Campo de Hielo Sur. Un explorador estuvo allí en una expedición de tres semanas y pudo documentar una geografía ciertamente salvaje. De las últimas que van quedando así en el planeta.
GREVE: EL AUTOR Pablo Besser es médico traumatólogo, montañista y coautor del primer cruce longitudinal de Campo de Hielo Sur (1998-1999). El lago misterioso de la Patagonia “Antes de alcanzar las orillas del Greve, tuvimos que sortear un obstáculo inesperado: una pequeña laguna congelada, que no aparecía en los mapas, la cual cruzamos lentamente y con mucho cuidado en los packrafts, porque los témpanos de hielo podían ser peligrosos. “Una vez al otro lado, ocurrió un encuentro sorprendente: vimos una becacina grande, un ave que entre los ornitólogos es considerada como un fantasma. Muy poca gente la ha visto, pero nosotros pudimos fotografiarla a corta distancia. Un hallazgo que tuvo otro gran complemento cuando ya estábamos acampando a orillas del Greve: vimos un huemul caminando furtivamente por las rocas, y más tarde veríamos tres ejemplares más. Creo que no había registro de una población de huemules en esta zona glaciar. “Nuestro objetivo era darle la vuelta completa al lago, pero no lo conseguimos del todo. Queríamos llegar hasta el desagüe en la otra orilla, pero pronto nos dimos cuenta de que hacer eso nos demandaría al menos tres días más, y la comida se nos estaba acabando. Así que, tras pasar casi una semana dentro del Greve, decidimos volver por la misma ruta que habíamos llegado.
“En los ocho días que estuvimos en el lago Greve, navegando entre témpanos y acampando en distintos sectores, tuvimos la suerte de que nos tocó muy buen tiempo: apenas llovió y los días estuvieO I B M A R A M E G R O J ron despejados, tanto para ver varias veces desde allí la cumbre del volcán Lautaro, otro cerro emblemático al que planeo volver en octubre de este año, pues no he podido hacer cumbre. “La soledad del paisaje y la poca vida que había nos seguía sorprendiendo. Era un lago silencioso. No había insectos, ni mosquitos, ni un pescadito saltando en el agua. Nada. “Un día, durante el regreso, nos tocó remar en medio de las nubes, y aunque apenas podíamos ver dónde íbamos, la tecnología nos ayudaba a orientarnos: el mapa descargado en el celular indicaba nuestra posición.
Y también nos permitía estar comunicados: a través de un mensaje con el sistema InReach pudimos avisarle al barco que nos fuera a recoger en el mismo punto en que nos había dejado, para volver finalmente a Puerto Edén y Puerto Natales. “Nuestro viaje había llegado a su fin, aunque ya vendrán otros. Es lo que a mí me motiva: poder explorar territorios desconocidos y tener esa sensación de ser la única persona que ha estado allí. “Aunque no es una comunidad grande, sí hay gente que está buscando este tipo de lugares, de los que quedan muy pocos en el mundo. Todo está recorrido y ya casi no hay aventura, al menos no como la conocíamos. En todos lados tienes señal de celular, todo está suavizado, humanizado. Pero en esta parte de la Patagonia no ocurre nada de eso”. D EL AUTOR Pablo Besser es médico traumatólogo, montañista y coautor del primer cruce longitudinal de Campo de Hielo Sur (1998-1999). RUTA. El inglés Charlie Tokeley avanza por un terreno que no tenía senderos. CAMBIO. “Aunque no es una comunidad grande, sí hay gente que está buscando este tipo de lugares, de los que quedan muy pocos en el mundo. Todo está recorrido y ya casi no hay aventura, al menos no como la conocíamos”, asegura Pablo Besser. AVANCE. Los expedicionarios llevaron una carpa para los tres y armaron cinco campamentos en las orillas del lago. El hielo a veces era un impedimento para avanzar. A la derecha, el pueblo más cercano al Pío XI: Puerto Edén..