Autor: Por Constanza León A.
“Vivir en Inglaterra es rico, pero yo lo único que quería era volver a Renca”
É Quédate con quien te quiera como Renca quiere a su alcalde”, decía uno de los tantos memes en redes sociales tras el abrumador triunfo de Claudio Castro. Con el 92.7 % de los votos se transformó en primera mayoría nacional. Probablemente, un hito en cualquier elección edilicia.
Claudio Castro Salas, independiente, ingeniero civil, cumplió 38 años el 26 de mayo, días después del final de la reelección en la comuna que dirige desde 2016, que estuvo marcada por un dramático episodio que casi lo deja sin carrera, cuando su postulación fue declarada fuera de plazo. “La pega del alcalde es muy intensa y por cómo vivimos nosotros la campaña, con altos y bajos, alta tensión, hubo momentos muy duros. Cuando se corrió por última vez la elección, tuvimos dos semanas en cuarentena y estuve en mi casa encerrado.
Con mi señora y mis dos hijos, Estando en Manchester, memorizó todas las estadísticas de la comuna y se abocó a estudiar programas sociales para preparar su aterrizaje en la zona que lo reeligió con mayoría histórica.
Claudio Castro, el alcalde del 92.7 % de los votos maría (4) y Santiago (2), que salieron súper papones de esas dos semanas”, relata riéndose Castro, instalado en La Fábrica, un moderno y colorido centro de innovación para la comuna. —Entre la gente de su equipo se habla de “justicia divina”, tras estas elecciones ¿ cómo fue para usted? —El primer capítulo de esta historia fue el 23 de enero cuando vimos nuestra candidatura rechazada. La información del Servel era que iban a rectificar, todas las señales eran “esto va a ser un trámite”, porque habían reconocido su error. Ni nos imaginábamos terminar en el Congreso. La UDI le puso un precio a la opción de revertir lo que me había pasado: reponer una candidatura en San Bernardo, con características distintas a lo que a mí me estaba dejando afuera. Fue una situación compleja, incómoda, que rápidamente alineó a la oposición. Pero, por lejos, el momento más duro fue cuando el proyecto no alcanzó el quorum en el Senado. Fines de marzo, ya llevábamos dos meses sin poder hacer campaña, con Renca movilizada además. Se jugaba mi derecho a ser reelegido, pero más importante, el derecho de Renca a elegir. Un jueves por la noche se le vino todo encima. “Conversé con mi señora y le dije “ya tengo que dar vuelta la página”, porque corríamos el riesgo de retroceder en muchas de las cosas que nosotros habíamos hecho. Al día siguiente, convoqué a una reunión de todos los equipos directivos muy temprano.
Les dije “se inicia el fin”. La gente se empezó a dividir, algunos dirigentes se pusieron del lado del candidato que, en ese momento, era el futuro alcalde”. —¿ Lloró en ese espacio más íntimo? ¿ Con su gente? —Sí. Soy malo para demostrar mis emociones, pero lloré con el equipo directivo, en un zoom, veía sus caras, todos llorando, yo tuve que apagar la mía porque no podía seguir hablando.
Percibí ese sentimiento de que nos quedamos sin liderazPara mis padres fue muy importante que yo llegara al Instituto Nacional, como una forma de salir del barrio, de conocer una realidad distinta”. En cuarto medio llegó mi principal logro, en la Guerra de bombitas de agua, yo era el negociador”. go, y era la verdad. Entonces, asumí que incluso ese proceso de transición había que conducirlo y también el proceso político, teníamos que hacer que ganaran nuestros concejales.
Pasó mucho que a los candidatos les decían: “mientras no se solucione lo de Claudio no voy a ir a votar”. Se dificultó la campaña para todo el mundo. —¿ Fue una sorpresa el triunfo? —Fue una tremenda sorpresa, no por el triunfo, pero sí por el 92.7 %, que significa muchas cosas. Mucha gente se siente parte de esto. En Renca el Apruebo alcanzó un 88.9 %, era muy difícil pensar en superar ese número.
En 2017, estábamos en lo que llamamos la “jornada santuario”, en el cerro, cuando nos preguntamos: “¿ cómo se imaginan la portada del diario el día después de la elección” (del 2019). Alguien dijo “el alcalde Castro se reelige con la mayoría nacional”. Tenía que ver con indicadores de una gestión bien hecha. Nuestros 3 ejes de trabajo han sido muy consistentes: Renca orgullosa, Renca participa y Renca crece.
El orgullo tenía que ver con superar este estigma de “Renca la lleva”. Yo estaba en la anterior campaña cuando un estudiante, en una feria, me dijo: “yo acabo de entrar a la universidad, soy primera generación de mi familia que lo hace, estoy feliz, pero todo se me vino al suelo cuando se me enteraron de dónde venía y empecé a ser el “Renca la lleva'. Por favor, tenemos que sacar ese letrero que dice “acá vive gente pobre”” y le pone techo a lo que podemos lograr”. —Era un concepto muy difícil de erradicar, no solo el letrero. —Claro. Hicimos todo un trabajo de reconstruir la identidad.
Hay una gran historia en las tierras de Renca, tenemos el cuasimodo y la parroquia más antigua de Chile, el “Señor de Renca”. Hay un Renca en Argentina donde se realiza una fiesta similar a la Tirana, una de las fiestas religiosas más importantes del país, y esa historia partió acá. Es muy difícil construir un futuro mejor cuando uno vive en un lugar que te da vergilenza. Acá eso existía y de una manera muy injusta. Es pega de los alcaldes construir un futuro mejor acá. Porque para un ciudadano que vive fuera del cono oriente, el futuro mejor está allá. Y no solo requiere el que me guste el lugar donde vivo, sino también la construcción de esas oportunidades acá. “Hay una desigualdad muy frustrante” Hace poco Castro estuvo conversando en Renca con Camila Merino, alcaldesa electa de Vitacura.
“Una cosa es que Vitacura tenga 5 0 6 veces el presupuesto per cápita que nosotros, pero además, en términos de cuidado del espacio público, ellos tienen una subvención muy grande de parte de los vecinos. Y puedo entender que tengan decenas de vehículos de seguridad comunitaria, globos aerostáticos con cámaras, pero no entiendo que el Estado de Chile les ponga más Carabineros. Cuando fuimos a ver el vacunatorio de Las Condes, una dupla de carabineros nos dio la bienvenida. Justo cuando en Renca tuvimos un choque y Carabineros no tenía personal. Eso tiene que ver con un Estado desigual. Lo mismo con las autopistas, el único lugar donde Américo Vespucio pasa bajo tierra es en el sector oriente. Es muy frustrante. El estallido es, básicamente, el hastío de esa desigualdad.
Acá un vecino sale todos los días de una casa donde vive hacinado, camina por una vereda que está mala, pasa por luces que no funcionan, espera transporte público en un paradero que está destruido y que no tiene techo, la micro se demora o pasa llena y no para... La primera persona que murió fue una vecina de Renca, porque las comunas en cuarentena eran del sector oriente. La pandemia nos sumó un factor adicional: la incertidumbre. Porque pobreza y desigualdad hemos visto siempre en Renca”. En 2001, recién entrando a la universidad, Castro fue el coordinador del proyecto Construyendo futuro en La Pincoya. “Generamos un involucramiento afectivo con las familias muy fuerte.
Fue el primer momento en que a mí me hizo un click, desde la ingenuidad del voluntario, de que el Estado era fundamental para la vida de las personas”. Entró en política universitaria y fue presidente de la FEUC. “Y después llegué a Techo, al que no le teníamos mucha buena, porque nosotros sí éramos voluntarios de verdad”, dice riendo. Él había creado “Al otro lado del pizarrón”, un proyecto que llevaba los cursos universitarios a distintos campamentos. Felipe Berríos lo invitó a repetir esta experiencia a nivel nacional. —Y en 2008 asumió la dirección social de TECHO para Latinoamérica y el Caribe. —Llegué a abrir oficinas en 21 países. Cuando mi mamá les contaba a sus amigas que yo andaba en Costa Rica, ellas se imagi. Naban ¡ lugares maravillosos! (risas) y yo andaba en “pueblos fantasmas”, como les dicen en Centro América. Estaba esa idea de la precariedad máxima. Nosotros reaccionamos al terremoto en Perú y al de Haití, donde caminábamos por escombros que todavía tenían cadáveres abajo. Fue muy fuerte. Fue muy impresionante porque fue conocer la dimensión de la política y de las instituciones en todo el continente. Coincidió con que en Chile estábamos planificando llegar al 2010 sin campamentos, teníamos 28 mil familias, se podía. Mientras, en Perú o Brasil un solo campamento tenía esa cantidad de familias.
Renca es una comuna que fue muy importante para el Techo porque aquí nació la primera asociación de dirigentes de campamentos y barrios, hubo proyectos muy emblemáticos, yo traje a todos los equipos directivos de América Latina a conocer Renca. “Mi papá es para mi el reflejo de la superación” Claudio Castro nació en La Florida. A los 6 años se fue a Isla de Pascua por el trabajo del padre, detective. Su madre, profesora de Educación Física, es oriunda de Valdivia. Para Claudio, con 1.93 mts., el básquetbal fue pasión hasta la universidad. “De mis primos por el lado de mi mamá yo soy de los chicos”, acota riéndose. Él tiene dos hermanas menores. “En Isla de Pascua viví una época de una conexión con la naturaleza, con mis amigos, con salir del colegio e ir a tirarme un piquero a la playa. Es muy bonita y potente la cultura Rapa Nui”. “Me iba muy bien en el colegio —relata—. mi profesora jefa me marcó mucho, recuerdo los libros que me regaló. Y me acuerdo de una polémica en segundo básico, cuando yo gané el concurso del que mejor hablaba Rapa Nui. ¡No podía ser un conti el que ganara””. Su padre se crió en Valparaíso. “Mi papá es para mí el reflejo de la superación. Él vivía en los cerros, eran muy pobres, y para él meterse a la PDI, en ese tiempo, era una forma de encontrar un futuro. Se vino a Santiago con hartas renuncias. Pero mi papá fue siempre el mejor en lo que hacía. Escuchaba cassettes de conversaciones en inglés, así aprendió y logró ser policía de Interpol y del FBI. Yo estudié inglés y francés también por él”, señala. “Para ellos fue muy importante que yo llegara al Instituto Nacional, como una forma de salir del barrio también, de conocer una realidad distinta. En 7mo básico, recién llegado, me eligieron presidente de curso y yo me puse a llorar.
Yo era ñoño, me bastaba con el básquetbol y la presión académica. ¡Y todos votaron por mí! Como en las películas. ¡Lloraba! Y no fui presidente, pero hasta hoy mis compañeros se ríen de eso... En cuarto medio llegó mi principal logro, en la Guerra de bombitas de agua, que era lo más importante en el Nacional, yo era el negociador”. Sus padres lo acompañan hasta hoy en cada uno de sus logros. “Sé lo que les costó y sé que hoy eso es una tremenda fortaleza para mí. Yo conozco realidades muy distintas, porque las he vivido. Y no es que diga “yo nací en pobreza y en campamentos', porque no es verdad, pero los conozco bien. En el Nacional tenía compañeros que vivían en una mediagua”. Castro estaba militando en la DC cuando Cristián Bowen era el candidato para sacar a Vicky Barahona de Renca.
Él había debutado como jefe de campaña de Juana Palma en Huechuraba, “que no tenía ninguna opción de ganar, no tenía ni Facebook, pero me di cuenta de que yo sí quería llegar a la Municipalidad”, comenta. En 2013, se casó y se fue a estudiar Políticas Públicas a Inglaterra. “Al poco tiempo allá, me contactaron porque Bowen no quería volver a ser candidato”. —¿ Es verdad que allá, incluso, le habían ofrecido trabajo, pero decidió volver a Chile pensando en Renca? —Así fue. Yo volqué mi master a la gestión local, tomé todos los cursos que tenían que ver con desarrollo urbano, mi tesis final la hice en la Municipalidad de Manchester. Me aprendí de memoria todas las estadísticas de Renca. Viajamos un montón con La Pitu, mi señora, hicimos amigos, fue maravilloso, pero ella me decía que yo estaba con la cabeza en Renca. Me sobraba el tiempo allá. Vivir en Inglaterra es muy rico, pero yo lo único que quería era volver a Renca. Y me volqué a la comuna. Hasta hoy creo que no hay nadie que conozca Renca mejor que yo. —¿ Y cómo fue el aterrizaje? —Apenas llegué, vine a caminar por la comuna tres veces. En las dos primarias mis competidores decían “este no es de Renca”. Yo conocía a los dirigentes, las calles, las picadas. Siempre me trataban de pillar. Un día un taxista me paró y me dijo: “Así que usted es el que quiere ser alcalde, ¿sabe dónde está el camino Lo Ruiz?”. Nadie sabía. Y yo, claro que sí. Esa fue mi graduación.