EDITORIAL: Ríos amenazados
EDITORIAL: Ríos amenazados EDITORIAL Ríos amenazados El debate no se limita a la "falta de cultura" de quienes arrojan desechos en los ríos, aunque esa falta de conciencia es innegable. También involucra la responsabilidad de las autoridades de proveer infraestructura, fiscalización y educación ambiental sostenida en el tiempo. De nada sirve instalar letreros que prohiben botar basura si detrás no hay fiscalización ni sanciones ejemplares. Tampoco basta con organizar campañas de limpieza una vez al año, si el problema estructural sigue intacto. E l hallazgo de basurales en la ribera sur del río Chillán, en el camino a Pinto, volvió a sacudir la conciencia ciudadana.
Un video viralizado en redes sociales dejó al descubierto el abandono, y una posterior fiscalización, a la altura del kilómetro 6,5 constató almacenamiento ilegal de residuos industriales e hidrocarburos, lo que derivó en un sumario sanitario de la Seremi de Salud. Un segundo procedimiento quedó en suspenso a la espera de identificar al propietario del terreno en el kilómetro 7 de la misma ruta. Lo más alarmante es que no se trata de un hecho aislado. Nuestro equipo constató la misma situación en distintos afluentes cercanos a la capital regional: Ñuble, Cato y Chillán. En cada recorrido se repite la escena: botellas, sacos, neumáticos, colchones, sillones, electrodomésticos, restos de vehículos, escombros de construcción y plásticos de todo tipo. Las voces de vecinos y de las organizaciones de regantes coinciden en la gravedad del problema. La basura no solo contamina las aguas y daña la vida acuática, también aumenta las probabilidades de inundaciones al obstruir los cauces. En el caso de la agricultura, advierten que esos elementos contaminantes se traspasan a las cosechas y luego llegan a las mesas. La evidencia científica respalda esta preocupación.
Estudios de la Universidad Católica de la Santísima Concepción muestran cómo la actividad ganadera, los residuos sólidos y las faenas de construcción afectan directamente la calidad del agua de riego, amenazando a la salud pública y a la agricultura de exportación. Las comunidades ribereñas, cansadas de convivir con la incivilidad, piden soluciones concretas. Vigilancia nocturna, cámaras de seguridad, rondas de seguridad ciudadana y contenedores en puntos estratégicos son medidas que surgen de los propios vecinos. Jóvenes voluntarios realizan limpiezas esporádicas, pero ese esfuerzo es insuficiente. La basura vuelve a acumularse, porque la sanción a los infractores es escasa o inexistente. El debate, por lo tanto, no se limita a la "falta de cultura" de quienes arrojan desechos en los ríos, aunque esa ignorancia es innegable. También involucra la responsabilidad de las autoridades de proveer infraestructura, fiscalización y educación ambiental sostenida en el tiempo. De nada sirve instalar letreros que prohiben botar basura, si no hay fiscalización ni sanciones para quienes no cumplen. Tampoco basta con organizar campañas de limpieza una vez al año, si el problema estructural sigue intacto. Ñuble se ha propuesto proyectarse como una región sustentable y rica en naturaleza, pero esa imagen se erosiona con postales como esta. Los ríos son parte de nuestra identidad, sustentan a la agricultura y el turismo, y son el patrimonio natural que recibimos de generaciones pasadas. La pasividad frente a este problema equivale a hipotecar el futuro. Es hora de que la educación ambiental se instale como política pública transversal, pero también de que la fiscalización deje de ser aparente para transformarse en permanente. La tarea es compleja, pero impostergable..