COLUMNAS DE OPINIÓN: El Estado aprueba... tu ayuno
COLUMNAS DE OPINIÓN: El Estado aprueba... tu ayuno Martina Aburto Quezada Estudiante de Derecho Universidad de Valparaíso.
Si el Estado chileno fuese un estudiante, reprobaría con honores `Gestión de Plazos I'. Mientras miles de universitarios sobrevivimos a base de ingenio y `picás' de dudosa procedencia, el Beneficio de Alimentación para la Educación Superior (BAES) de JUNAEB brilla por su ausencia con una performance digna de un thriller burocrático.
Desde marzo de 2025, el suspenso continúa: algunos esperan desde el primer día de clases, otros recibieron pagos con la rapidez de un reloj de arena, y quienes accedieron a la gratuidad a mitad de año descubrieron que este `beneficio universal' no incluye a todo el `universo' (los rezagados en proceso de Acreditación Socioeconómica). El arte de la demora estatal alcanza aquí niveles de maestría. Esos $48.000 mensuales se manejan con la premura de un trámite en el inframundo.
Las explicaciones oficiales («validaciones en proceso», «reajustes técnicos») suenan a eufemismos para decir: »El sistema colapsó, y nos dio lo mismo» o simplemente, «estamos haciendo mal la pega». Lo irónico es que, en un país donde modificar esa sagradísima planilla Excel de recursos estatales destinados a beneficios y transferir este monto toma más tiempo que, al parecer, cursar nuestras carreras. Mientras tanto, los estudiantes practican una exquisita dieta de ayuno involuntario: nueva versión de la dieta intermitente donde el único nutriente es la esperanza. Para las autoridades, $48.000 no son más que chauchas bajo su sillón.
Para un estudiante foráneo, son la diferencia entre proteína animal y soya texturizada disfrazada de `carne', el pase mágico para no depender de la solidaridad del compañero que siempre pide `dos empanadas, por si acaso' o el antídoto contra convertir la tarjeta de crédito en un instrumento de tortura.
La genialidad del sistema radica en su capacidad para transformar una ayuda en un `curso intensivo de estrés financiero'. Mientras las familias recortan gastos con la precisión de cirujano («¿ Seguro que la abuela necesita esas vitaminas?», «este mes podemos quedarnos sin té igual», «¿y esos $200 pesos en el velador? Son para mis hijos/as»), el Estado ofrece como gran consuelo una ambigüedad con la que debemos quedarnos sonrientes: sobrevivir con gratitud y deuda.
Por supuesto, aquella gota de positivismo de mamá que dice «por lo menos tienes gratuidad» se agradece en momentos de preocupación, pero ¿ realmente es justo estar obligados a ser felices con lo mínimo que nos corresponde (que ni si quiera está completo aún)? Y aquí llega esa gotita que rebalsa el vaso: quienes obtuvieron gratuidad a mitad de año descubrieron que la BAES no es vinculante con este beneficio. Es como ganar un auto sin ruedas.
Se esgrime como argumento que `el beneficio ha alcanzado su tope de cupos autorizados, por lo que aquellos estudiantes que hayan conseguido gratuidad en mayo NO serán asignados con la BAES hasta finales de año'. Traducción: Por ahora busquen qué comer. Lo paradójico es que la gratuidad, bandera de inclusión, excluye la necesidad más básica (incluso respaldada por los DD.HH. ): COMER.
Mientras los discursos oficiales hablan de `derechos garantizados', la realidad murmura: »Garantizado no es lo mismo que Entregado». A todas luces el Estado, imparte asignaturas implícitas en la malla curricular de las universidades del DEMRE: 1. Taller de Paciencia Activa: Ejercicios de respiración cada vez que el `SIGE' cierra por mantenimiento. 2. Seminario de Autogestión: Trueque de apuntes por sándwich y/o completos. 3.
Clínica de Ironía Fina: Disfrute la poesía de un correo automático que le dice: »Su situación será resuelta en 1 a 45 días hábiles (o quizás nunca, recuerde que nadie sabe nada en este país y todo se `resuelve' con respuestas vagas e inútiles)». Nota mínima de aprobación: El dulce sonido de un estómago hambriento, una mente fatigada reflejada en aquellas ojeras y un aliento a café, y lo más importante, un corazón joven decepcionado por la ausencia de aquellos mandos medios no más, que hagan la pega. ¿Aún se preguntan por qué hay una baja participación de votantes jóvenes? Lamentablemente, el verdadero humor negro surge cuando comprendes que, mientras un estudiante tiene que calcular si le alcanza entre la micro o comer algo de colación, alguna repartición pública gasta ese mismo monto en imprimir informes que nadie leerá. ¿Cuándo se perdió el sentido común? Señores del aparato estatal, el filo de mi pluma es reflejo del hambre de los estudiantes chilenos, rogamos que prioricen lo humano sobre lo digital, si el sistema falla, usen lápiz y papel, el mundo no siempre fue tecnológico. Recuerden que la urgencia no es subjetiva, el hambre no entiende de `procesos técnicos'. No pretendemos caviar en nuestras mesas, pero al menos que nos alcance para comer algo digno. Mientras nuestra malla curricular avanza, aprendemos con rudeza que la resiliencia se financia con indignación y memes. Y si de casualidad algún funcionario estatal lee esto entre su almuerzo subsidiado, recuerde: cada día de atraso es un menú estudiantil convertido en aire. Transferir $48.000 no es filantropía, es deber. Señores(as) autoridades estatales, ¿recuerdan cuando cursaban la universidad? Están reprobados en todas sus asignaturas: Dignidad Humana Básica: REPROBADOS. Administración de Recursos: Reprobados. Manejo del Tiempo de los Beneficiarios: Reprobados. Creación de Hambre y Ansiedad a aquellos que llaman `futuro del país': APROBADÍSIMOS CON HONORES....