Comunidad lectora. Palabras que atraviesan el frío
Comunidad lectora. Palabras que atraviesan el frío /. 7 L__________________________________________________________________________ FOON :ULTURAL 1 inicio de este frío mes de junio, nos encontramos con el grupo de lectores que recorrerá unos meses conversando acerca de autores sureños. Leer en invierno, conversar acerca de las ¡ mpresiones personales, compartir puntos de vista, discrepar... la idea es movilizar pensamiento, emociones g a partir de allí, crear comunidad lectora.
Los encuentros de la Comunidad Lectora se harán en la Casona de la Universidad de Los Lagos en Ancud g el progecto está financiado por el Ministerio de las Culturas, las Artes g el Patrimonio a través de la convocatoria 2025 del Fondo del Libro g la Lectura.
Los recursos se destinarán fundamentalmente a la compra de libros de los autores que serán leídos: Desolación de Gabriela Mistral; Rafn de Gustavo Boldrini; Obras Completas de Maha Vial; Noche de Agua de Sergio Mansilla; Rewind de Clemente Riedemann; Gente en la Isla de Rubén Azócar; Libros Marcados de Antonia Torres; Paganas Patagonias de Oscar Barrientos; Obra Reunida de Edesio Alvarado g Kewarafe de Roxana Miranda Rupaiiaf. Los libros se irán entregando a los participantes quincenalmente, de modo que al reunirnos ha! jan leído el texto g se pueda conversar en torno a lo que haga provocado en cada uno. Al finalizar la serie de encuentros, los libros serán entregados / donados al Liceo Polivalente de Ancud para que enriquezcan su biblioteca. Se hará una ceremonia de entrega en la cual se resumirá la experiencia de Comunidad Lectora frente a estudiantes secundarios.
Para finalizar el progecto, se contará con la presencia del autor Oscar Barrientos Bradasic, quien conversará con los integrantes de la Comunidad Lectora acerca de su libro Paganas Patagonias además de la experiencia de escribir en el sur profundo. ROSABET1Y MUÑOZ FmkddI lectora.
Palabras que aliuviesari elfiío Lo que ahora espero como lector es no aburrirme (fragmento) Alejandro Zambra El niño que enloqueció de amor no fue para mí una lectura obligatoria, al contrario: como dice Wisawa Szgmborska, fue una de mis primeras lecturas no obligatorias, uno de los primeros libros que leí en completa libertad, sin más propósito que entretenerme. En la vida de todos los lectores está ese primer momento.
Cuando se dice que a un niño le gusta leer, lo que en rigor se dice es que le gustan ciertos libros, porque esto suena a trabalenguas si esos libros no estuvieran disponibles g hubiera otros g esos otros no le gustaran, a ese niño no le gustaría leer.
Me parece importante aceptar un momento en que leíamos para entretenemos, sin que nadie nos dijera que los libros nos convertirían en mejores personas o que fortalecerían nuestra imaginación o nuestro espíritu todas esas cosas que suenan tan desesperadas en las campañas de promoción de la lectura. Nadie leía en mi casa, pero de pronto llegaron unos libros g go miré los tftulos y elegí uno que se llamaba El niño que enloqueció de amor. Y aunque era un libro triste, si alguien me lo hubiera preguntado tal vez alguien efectivamente me lo preguntó go habría dicho que era bueno. Quizás hubiera dicho que era divertido, pero no para banalizarlo. Quisiera saber si lloré legéndolo. Creo que es algo que podría recordar. Pero no lo sé. Están las primeras lecturas no obligatorias. Están los libros que leímos cuando ya nos gustaba leer, cuando leer ya era un hábito. Están los libros que leímos porque había que leerlos y comentarlos. Están los libros que leímos porque alguien nos los recomendó. Esto es importante.
Alguien nos dijo: «lee este libro, te va a gustar». Quizás la frase implícita era: «lee este libro, te va a gustar, a mí no me gustó, a mí me pareció una mierda, pero a ti te va a gustar». O bien: «lean este libro, a mí me aburrió profundamente, pero como ustedes son niños y no saben nada, como no tienen experiencia de la vida ni formación intelectual, les va a a gustar». Creo que ahí está el borde.
Lo que voy a decir es absolutamente obvio, pero tiene sentido enfatizarlo, porque a menudo se olvida: un profesor nunca debería trabajar con obras que no le interesen, con libros que no le parezcan, en algún sentido, relevantes. No relevantes para la historia de la literatura, eso da lo mismo, Relevantes para su vida. Un profesor nunca debería dar a sus estudiantes libros que entiende del todo. Debería compartir con sus alumnos los libros que le parecen fascinantes justo porque no los entiende a cabalidad. Eso es la clave, pienso go: lo que nos importa de un libro está asociado a la sensación de que hay algo que no entendimos del todo. La felicidad de la lectura está asociada a lo posibilidad de la relectura. A que sabemos que el libro seguirá ahí, que podremos volver a leerlo.
La mejor situación pedagógica, la situación ideal, es el diálogo entre dos personas que poseen un conocimiento dispar acerca de un libro, un conocimiento que pone en juego una vida entera, y que por lo mismo no puede legitimarse en clave jerárquica. Siempre me ha resultado antipática la imagen del profesor sabelotodo.
Y el comienzo irremontable de esa antipatía está en la escena del profesor que les pregunta a sus estudiantes qué han leído, y como ellos no responden o responden que, en el fondo, ningún libro les ha interesado mayormente, partimos mal. En el mejor de los casos, los estudiantes aceptarán el desafío intelectual. En el mejor y en el más infrecuente de los casos. E(Guardián éeíMito: Rosabetty Muñoz.