Editorial: SMA y sensibilidad puertomontina
Editorial: SMA y sensibilidad puertomontina El 20% de las fiscalizaciones de la entidad el año pasado se concentró en la capital regional.
Tal cifra refleja el desafio que hay. esde que la ciudadanía de Puerto Montt se organizó el año 2016 para proteger el humedal Llantén, amenazado entonces por obras de una empresa inmobiliaria, se ha generado un D amplio y organizado movimiento para ir en protección de estos ecosistemas.
La presión social que se produjo hace ya nueve años derivó en 2020 en la promulgación de la Ley de Humedales Urbanos, una normativa que apunta a cautelar la preservación de estos espacios naturales dentro del radio de las ciudades, amenazados, por tanto, por el natural crecimiento dado por proyectos de viviendas, industriales o del entramado vial. Esa movilización, y la amplia presencia de humedales en Puerto Montt, terminó galvanizando una sensibilidad especial en la ciudad para resguardarlos.
Ello quizás explica que, tal como lo describió esta semana la jefa de la Superintendencia de Medio Ambiente (SMA) en su cuenta pública -y que realizó precisamente en la capital regionalel 20% de las fiscalizaciones realizadas por la institución el año pasado se concentró en la capital regional.
De las 5.700 inspecciones en terreno efectuadas por personal de la SMA, 1.045 se efectuaron en Puerto Montt, lo que refleja un desafio para la respuesta oportuna de la superintendencia, como también para los parámetros en que se mueve el sector privado y el rol del municipio.
Las fiscalizaciones de la SMA, en gran parte motivadas por agrupaciones medioambientales que se han constituido en un ejemplo de resguardo de los ecosistemas, frecuentemente han derivado en presentación de cargos en contra de las empresas y posteriormente multas y derivación de los antecedentes a las instancias judiciales. Reaccionar con diligencia a la realidad local requiere eficacia de la SMA y eventualmente revisar las dotaciones de personal en su oficina local.
Las empresas inmobiliarias, en tanto, motor del desarrollo de una ciudad que crece vertiginosamente y que necesita de espacios para concretar su expansión urbana, debiese estar a la altura de la sensibilidad puertomontina y proteger a los humedales. Ya la superintendenta dio en su cuenta cuál es la opción: integrar a los humedales en los proyectos, en lugar de mutilarlos. Es la misma receta que ha planteado insistentemente el alcalde Rodrigo Wainraihgt. En una ciudad en la que los humedales ya son frecuente materia de opinión pública, es imposible pensar en arrasarlos entre gallos y medianoche.. E Editorial