EDITORIAL: CHILE Y EL ESPEJISMO DEL CRECIMIENTO
EDITORIAL: CHILE Y EL ESPEJISMO DEL CRECIMIENTO En En un país donde la economía se ha transformado en el oráculo al que todos consultan, la reciente columna del economista Roberto Pizarro ex decano de la Facultad de Economía Política de la Universidad de Chile nos obliga a repensar las bases de nuestra obsesión nacional: el crecimiento económico.
En su texto publicado por El Mostrador, “La ceguera del crecimiento”, Pizarro desenmascara una ilusión instalada transversalmente en el debate público: que basta con que el P18 crezca para que todo lo demás se acomode solo. El autor no lo plantea como una simple discrepancia técnica. Su crítica va al corazón del modelo económico chileno, uno que desde los años de la dictadura privilegió la expansión del producto sobre cualquier consideración de equidad, diversidad productiva o sostenibilidad.
Ysi bien voces como la del propio Alejandro Foxley en su tiempo en Cieplan advertían sobre las limitaciones de este paradigma, el giro ideológico de la transición, como también destaca Pizarro, normalizó una visión economicista y reduccionista del desarrollo. Crecimiento no es desarrollo, nos recuerda el autor, y para ejemplificarlo no se limita a Chile. Casos como Guinea Ecuatorial y la Guyana contemporánea, que exhiben cifras espectaculares de aumento del P18 sin traducción en bienestar social ni desarrollo estructural, muestran con crudeza lo que significa crecer sin dirección. Porque, en definitiva, cuando ese crecimiento se concentra en sectores extractivos, altamente rentistas y ajenos a la innovación, lo que queda no es prosperidad sino dependencia, desigualdad y agotamiento.
En ese sentido, la crítica no es al crecimiento per se, sino al “crecimiento ciego”, al que no distingue si el empleo que se genera es precario, si el capital se concentra aún más, si el territorio se desequilibra, si los sistemas sociales quedan desprotegidos, y si se sigue postergando el conocimiento, la ciencia y la tecnología. Chile, señala Pizarro, necesita una economía con dirección.
No basta con alcanzar cifras positivas en los informes del Banco Central si esas cifras no impactan en la calidad del trabajo, en la descentralización productiva, en la protección del medioambiente o en la mejora del sistema educacional. El país no puede seguir atrapado en un modelo basado casi exclusivamente en la extracción de materias primas, sin avanzar hacia un tejido industrial que sume valor, conocimiento y equidad. La reflexión no podría ser más oportuna.
Con un escenario político nuevamente agitado por elecciones y discursos economicistas, urge reponer una pregunta que parece olvidada: ¿ para quién y para qué queremos crecer? Como bien lo resume Pizarro, citando al Nobel Amartya Sen, “el crecimiento no es más que un número”. Y si ese número no se traduce en desarrollo humano, social y sostenible, entonces es apenas un espejismo en el desierto. Uno que ya no podemos seguir persiguiendo sin preguntarnos seriamente hacia dónde queremos caminar como país. Tz).