Autor: Constanza León A.
“En La Pincoya viví los años más lindos de mi vida”
Por Á Acá hay unos escándalos sociales que no podemos permitir. Tener cabros que llegan a Cuarto Medio sin ninguna aspiración, que no se saben ni las tablas de multiplicar. ¡Esas cosas tienen que darte rabia!, pero esa rabia tienes que canalizarla de manera posi. Tiva. A mí lo que me mueve, al final, es el amor al otro... Mi nombre es Tomás Vodanovic, tengo 22 años, y trabajo en Formando Chile en La Pincoya. Para nosotros la población más bonita del mundo”. Así hablaba el entonces estudiante de Sociología en la UC para el programa “Bienaventurados”, de Canal 13. Llegó ahí a los 18 años para hacer un preuniversitario popular, se quedó ocho años trabajando y transformó su vida para siempre. A los 18 años comenzó a trabajar con jóvenes en riesgo social y fue una causa que no Hoy, a los 30, se E Tomás Vodanovic, alcalde de Maipú: “Fuimos con mucha ignorancia. Yo dije: Listo, a estos cabros con dos clases a la semvana les hacemos sacar 600 puntos en la PSU. Porque yo veía que mis compañeros más flojos del curso sacaban 600 con mucha facilidad. ¡Y nada! Ese año nos matamos estudiando con los chiquillos y los puntajes no pasaron los 450. El problema requería una intervención mucho más profunda. Así creamos la fundación Formando Chile. Convocamos a más de 300 voluntarios, trabajábamos con las familias y con las juntas de vecinos. Empezamos a hacer un mini municipio en La Pincoya”, dice sonriendo Tomás instalado en una cafetería de Maipú, que funciona como su centro de operaciones.
Hoy, militante RD, es a sus 30 años el nuevo alcalde de Maipú, el que dio la sorpresa al desbancar a Cathy Barriga con el 46.82 % de la votación. 90.284 votos que lo transformaron en el edil con más votos en Chile. “Es muy linda la acción territorial local, pero muy limitada en su impacto.
Sí quería realmente transformar de fondo la realidad que estábamos combatiendo, tenía que dar el paso a la política”. —“Uno tiene que estar donde están sus pasiones”, decías entonces. ¿Hoy tus pasiones están en Maipú? —Esas pasiones no tienen una ubicación geográfica tan específica, diría que tienen que ver con una convicción, con una lucha de construir condiciones de vida más justas en una sociedad profundamente desigual, donde no hay pisos mínimos de dignidad para muchas personas. Tratar de combatir eso es mi gran pasión y eso, obviamente en el tránsito de la vida, puede tener expresión en distintos lugares. Tomás salió de la universidad y, en 2014, se fue a estudiar a Europa. Al regreso, volvió a trabajar en Enseña Chile.
“Ahí entré a la Carlos Prats, la escuela más postergada de La Pincoya, donde nos hacíamos cargo de todos los cabros que echaban de otras partes”, —Uno de los niños decía en ese capítulo “uno siempre anda triste, pero viene para acá y los tíos igual me sacan una sonrisa”. Una realidad tremenda. —Es frustrante. Hubo casos muy bonitos de personas que pudieron cambiar sus trayectorias de vida, o al menos les pudimos abrir espacios para hacerse ciertas preguntas, pero hay fracasos muy duros, la mayoría. Hay cabros que te los matan, que caen presos, que empiezan arobaroa vender drogas, los mismos a los que tú les Cuando chico me agobiaba el dolor ajeno, lloraba, lo encarnaba. Y eso me movilizaba a cambiarlo”. Hay cabros que te los matan, que caen presos, que empiezan arobaroa vender drogas, los mismos a los que tú les dedicaste mucho tiempo. Personas maravillosas, pero que todo el entorno los empuja a otras cosas”. dedicaste mucho tiempo. Personas maravillosas, pero que todo el entorno los empuja a otras cosas. Ese porrazo es constante.
Y la pregunta es ¿ qué hace el Estado con esos cabros? Un niño que crece con una madre sola, con adicciones, históricamente postergada, antes de nacer tú ya sabes con un 95% de certeza adónde va su vida.
Nosotros estando todo el día ahí, en el pasaje, trabajando con ellos, no pudimos hacer cambios muchas veces. ¿ Cómo nos hacemos cargo de eso? —¿ Te dieron ganas de renunciar muchas veces? —Me frustré muchas veces, llegué a llorar en la sala de clases, pero siempre tuve claro que había que dar la pelea. Siempre pensaba en toda la gente que le había fallado a mis estudiantes, y yo no quería ser parte de esa lista.
Pero a veces sientes que lo que haces no impacta como te gustaría, porque hay una estructura social muy pesada detrás, y hay un grupo de la sociedad, pequeño pero muy poderoso, muy responsable de todo esto, que sencillamente mira para el lado.
Para el estallido social yo pensé “¡ Por fin vamos a despertar, se van a dar cuenta!”. Pero la mayoría de la elite decidió refugiarse en el miedo antes que abrirse a los cambios. —¿ Te viste como alcalde de Huechuraba para poder intervenir La Pincoya en algún minuto? —Era un sueño, porque yo pensaba: ¿ la calidad de la educación de quién depende? De la gestión municipal. ¿Los consultorios? Del municipio. ¿Los planes de seguridad barrial? Del municipio. ¿La intervención del espacio público? Del municipio. ¿Los planes de cultura, deporte, medio ambiente, DD.HH., de género?. El municipio es lejos la institución del Estado que más impacta en la vida de la gente. Un “error del sistema” En cada uno de estos proyectos sociales figuran los tres hermanos Vodanovic: Benjamín, Andrés y Tomás, el menor. Inseparables incluso en el Centro de Alumnos del Colegio Cumbres. “Yo espero construir un país donde el colegio no sea un dato relevante en la biografía”, acota sonriendo. “Tengo diferencias ideológicas profundas con todo ese mundo, pero tengo mucho cariño por mis profesores y amigos. Podemos haber tomado distintos caminos de vida, pero los quiero. Igual mis compañeros siempre me dicen que no lo entienden. “¿Cómo vienes del Cumbres y estás acá? Eres un error del sistema”, comenta con una carcajada. Su madre es psicopedagoga. Su padre hoy vive en Elqui, alquilando una casa para turistas. “Ellos nos inculcaron el preocuparnos por el otro, el entender que todos tenemos la misma dignidad. Yo a mi vieja la veía llegando a las 9 y media de la noche a la casa porque se sacaba la cresta trabajando para sostenernos. Mi familia no es de mucha plata, pero nunca me faltó nada. Sí me acuerdo que había problemas para pagar el colegio. Eso sí, siempre existió una gran red de apoyo, amigos que me invitaban a todos lados.
Tuve una muy buena vida en ese sentido”. El Mercurio, en 2012, publica un reportaje donde aparece la carta con las que cuatro jóvenes —los mismos que ya habían fundado formando Chile— contaban acerca de sus motivaciones para abandonar sus comodidades para irse a vivir a La Pincoya. “Pertenecemos a un sector de la sociedad que vivió absolutamente aislado de la realidad de su país, y sin un ápice de mala voluntad, no es capaz de cuestionarse de manera crítica esa situación”, escribían. “Fue una carta al mundo, porque nos cuestionaron mucho. Mi familia fue muy comprensiva, porque ya me tenían sacada la foto desde muy chico. Pero mis compañeros venían de familias un poco más conservadoras.
Era un poco para decir que no era un paseo, no nos íbamos a hacer turismo, era una genuina decisión de ir a construir”. Se quedó a vivir casi tres años, y desde ahí viajaba a San Joaquín para sacar su carrera. “Era difícil, en nuestra casa en La Pincoya era imposible estudiar, estaba llena de gente hasta las 11 de la noche.
Y llegaban a las 2 de la mañana a tocarnos la puerta, con problemas múltiples, rehabilitación de drogas, maltrato familiar, lo que se te ocurra”. —¿ Eso te quebraba a ti? Hay que tener una personalidad especial para estar ahí. —Al principio fue muy, muy, duro. Cuando chico me agobiaba el dolor ajeno, lo sentía muy propio, lloraba, lo encarnaba. Y eso me movilizaba inmediatamente a cambiarlo. Pero cuando tienes 30 casos al día, todos los días... Bueno, cuando decidí irme a estudiar afuera fue porque estaba un poquito quemado por dentro. Demasiado dolor. No es fácil de procesar eso y tuve que tomar distancia. En La Pincoya viví los años más lindos de mi vida, de mayor aprendizaje. Allá tengo alumnos, familia, me junto con ellos cuando puedo. Una de las grandes dificultades para mí ha sido equilibrar mi vida, me dedico a esto con mucha pasión, pero tengo que cui. Darme. Hasta hoy no lo tengo resuelto. Mis más cercanos me dicen: “Tomás, tienes que ser alcalde 3 años y medio. No puedes estar todos los días a las 6 de la mañana en el Metro y llegando a las 12 de la noche a tu casa a comerte un pan parado en cinco minutos. Te vas a reventar”. —Se te pasan las revoluciones... —Sí, totalmente. Duermo poco. Me he tratado de legitimar por trabajar mucho, por ser muy riguroso en un país donde muchas veces personas como yo tienen todo gratis, sencillamente por venir de donde vienen. Nunca voy a poder abandonar ese privilegio, ya nací en el barrio que nací, fui al colegio al que fui, tengo el apellido que tengo. Y quejarme de eso sería una insensatez. Pero cuando llegamos a Maipú pensé, si no soy de la comuna, voy a ser el primero en llegar y el último en irme. Uno tiene que legitimarse día a día. Y ha sido importante rodearme de un equipo que me haga tener los pies en la tierra. Es fácil que se te vaya la cabeza para cualquier lado. Ahora me llamaron de tres matinales (risas). Igual choro, pero paso. No nos eligieron para eso. —¿ Tus padres comprendieron tus decisiones desde el comienzo? —Desde muy chico. Me acuerdo, en primero medio, iba a reparar los campamentos al borde del río en Barnechea, yo alucinaba. “¡ Por qué no estamos todos acá?! Veía los autos bajando y pensaba “pero cómo esta gente se va a esquiar cuando aquí hay otros que no tienen techo”. Y empecé a convocar amigos. Algunos apañaban, pero también se iban a esquiar (risas). Al principio los enjuiciaba, me daba rabia. Hoy lo entiendo. Apenas salí del colegio me fui tres meses a trabajar a las cárceles de El Salvador con un amigo. —Desde La Pincoya te fuiste a Inglaterra. Volviste a la Pincoya y luego a EE.UU. Un tanto violentos esos cambios, supongo. —Me fui a estudiar inglés con la plata de un emprendimiento que hicimos con mis hermanos: organizábamos fiestas de colegio. A Benjamín se le ocurrió este negocio y nos iba súper bien. Así me pagué la universidad. Y sí, los contrastes siempre eran muy duros. Los primeros meses en Europa estaba con la cabeza metida acá. Y cuando ingresé becado a Georgetown teníamos clases de “Cómo aumentar tu red de contactos” y yo peleaba, porque había que parar de reproducir privilegios. Hoy soy un poquito más matizado. “Tenemos que ganar Maipú” El 28 de junio Vodanovic asume como alcalde. “Ojalá estemos a tiempo de generar un traspaso lo más honesto, trasparente y colaborativo”, señala. Cuando recuerda su triunfo dice que fue “como cuando Chile ganó la Copa América, aunque no soy muy eufórico”. Sin embargo, lo único que le hace bloquear su agenda es un partido de la UC. “Soy demasiado fanático, es mi única válvula de escape”. Al equipo que armó en La Pincoya lo llevó al Cumbres, al Saint George, a la Católica, a la ANEP y varios otros enclaves. “Hicimos un convenio con Nike, pero en ese equipo entraban todos, no solo los buenos. Yo les hacía tener conciencia de clase. Veían grandes diferencias, pero entrábamos a la cancha y éramos todos iguales”. De ahí salió Alexander Aravena, estrella de la UC, a quien ha acompañado de cerca en sus logros. “Es un crack y un gran ser humano. Es saborear el lado lindo de la historia”. —¿ Cómo fue tu llegada a Maipú? —Trabajando con Pablo Vidal, en 2016. Nos fuimos vinculando con muchas organi. Zaciones sociales, viendo el impacto que podría hacer un buen municipio en esta comuna. Se podría estar haciendo 100 y se está haciendo 5, y de mala manera. Había abandono, agua corriendo por las calles, la delincuencia disparada.
Todo el mundo decía: “¿ Cómo es posible que Cathy Barriga sea alcaldesa”. Y yo siempre decía: “Es fácil reírse en Twitter, pero hay que ir a ganarle”. El proyecto RD se va a jugar en los gobiernos locales, no en el parlamento. Yo no me voy a reír ni a quedarme en la crítica. Tenemos que ganar Maipú, se lo debemos a la democracia. Aunque no sé cuándo inicié la campaña y cuándo dejó de ser trabajo territorial. Hicimos programas de seguridad barrial, formación cívica en escuelas, apoyamos mucho durante la pandemia. Es muy difícil entrar en una ciudadanía muy cansada de las promesas, frustrada. La estrategia fue establecer vínculos honestos desde el inicio. La cantidad de votos que sacamos hoy eso sí, no lo esperábamos. Esos son datos como para contarle a mis nietos.