KENIA por libre
KENIA por libre La vida en una matatu El medio de locomoción elegido para esta ruta por carretera, la matatu, el transporte colectivo más extendido entre las clases populares, no goza de la mejor reputación. La mayoría de guías y blogs de viajes desaconsejan directamente utilizar estos claustrofóbicos furgones para moverse por el país.
Es cierto que no cuentan con demasiado espacio para el equipaje; que no cumplen los requisitos mínimos de confort y seguridad; y que aparecen, con más frecuencia de la deseada, en las páginas de sucesos de los diarios. Pero si lo que se pretende es recohombres masái contemplan el atardecer a las afueras de este poblado del condado de Narok. RESERVA MASÁI MARA.
Elefantes africanos en el área para avistamiento de fauna salvaje rrer Kenia por libre, vivir una experiencia genuina y ahorrar un puñado de chelines kenianos, es importante tener claro dónde paran, en cada ciudad, las socorridas matatus. Hay que aguardar a que se llenen y rezar para que no te toque viajar sentado en una chaqueta colocada directamente sobre la palanca de cambios.
A apenas una hora y media de la capital, Nairobi, el lago Naivasha no es solamente uno de los pocos lugares del país donde es posible realizar un safari a pie rodeado de grandes herbívoros, es también la meca keniana de la observación de hipopótamos CRESCENT ISLAND. Una jirafa en esta reserva situada en una isla en pleno corazón del Lago Naivasha. y el avistamiento de aves. Si se dispone de poco tiempo, esta debe ser la primera parada.
Tras los últimos barrios de tierra y hojalata de Nairobi, el terreno comienza a empinarse dejando al descubierto una panorámica del Gran Valle del Rift, el más extenso del mundo, esculpido sobre una fractura geológica interminable que nace en el Líbano y muere en Mozambique, 5.000 kilómetros después, si es que algo de tal magnitud puede llegar a morir en alguna parte. “La cuna de la humanidad”, le llaman; uno de esos paisajes que no se miran, se piensan, porque la vista no alcanza a interpretarlos.
La mejor opción en el lago Naivasha, Patrimonio Mundial de la Unesco, es combinar el recorrido en barco con una visita a la reserva de Crescent Island, uno de los principales escenarios naturales del rodaje de la película Memorias de África.
Durante la navegación, cuya tarifa debe ser convenida con los barqueros que aguardan en la orilla de la playa Karagita, es posible avistar una enorme cantidad de aves de gran tamaño, como pelícanos, marabúes o avutardas. Pero es al desembarcar en Crescent Island cuando comienza el verdadero espectáculo, el privilegio de poder pasear durante horas al lado de hipopótamos, cebras, avestruces, antílopes acuáticos o jirafas.
El precio de la entrada, 4.000 KES (unos 30.000 pesos chilenos) no solo supone una buena inversión, sino también una alternativa, mucho más económica y menos masificada, a la visita al Parque Nacional del Lago Nakuru, el más conocido de la región de los grandes lagos.
La fiebre de los safaris Kenia puede alardear de una increíble amalgama de paisajes y de una infinidad de zonas geográficas que abarcan prácticamente todos los ecosistemas, pero si por algo es mundialmente conocida la nación es por sus safaris. El propio término, que proviene del suajili (la lengua oficial del Estado, junto con el inglés), hunde sus raíces aquí. Pero hay un lugar cuya merecida fama destaca por encima del resto; el área protegida, dicen, con mayor concentración de vida salvaje del planeta: la Reserva Nacional Masái Mara. Para llegar desde Naivasha a la tierra ancestral del pueblo masái, una minoría étnica en Kenia (unas 900.000 personas), hay que dirigirse al suroeste. El viaje en matatu, con escala obligada en Narok, capital del condado, es largo, pero cuesta apenas 3.000 pesos chilenos al cambio. Seis horas de ruta, decenas de paradas y cientos de silbidos el código mediante el que se comunican aquí los kontactas, encargados de conseguir clientes, los conductores y los pasajeros nos separan de nuestro destino.
La mayoría de los turistas que viajan a Kenia reservan los safaris desde su país de origen, pero hacerlo directamente aquí, con un operador local, suele abaratar los costes y redundar de forma directa en el territorio. La oferta de alojamiento en Masái Mara es amplia. Uno puede hospedarse dentro del parque en algunos de los lodges más lujosos del mundo, pero también pernoctar a un precio más razonable fuera de la zona de conservación.
Los principales operadores manejan grupos grandes, pero es posible negociar un safari privado por unos 200 dólares al día (4x4 incluido) con alguno de los competentes guías masáis que se han constituido de manera independiente para hacer frente al monopolio de las compañías extranjeras. Es el caso de John, que nos aguarda en un cruce de caminos a las afueras del pueblo de Sekenani. La sencilla tienda en la que pasaremos la noche está situada al lado de una manyatta, una vivienda tradicional masái construida a base de ramas, barro y estiércol. En la parcela contigua hay un poblado, con forma circular y cierre de troncos de acacia. Lo que los masáis llaman boma. Está lleno de niños que interrumpen el juego para acercarse a la empalizada a pedir caramelos. Son los futuros guerreros de uno de los pueblos originarios más asombrosos e icónicos del continente africano, pero también los nietos y bisnietos de la colonización.
La antigua y la moderna; esta que ha terminado por convertir los ritos y costumbres de un pueblo seminómada tradicionalmente dedicado al pastoreo, en otra atracción turística monetizable en un país en que el sector servicios representa más del 60 por ciento del PIB. TRANSPORTE.
Un joven conductor de tuk-tuk en la ciudad coster Este viaje al corazón de la vida salvaje viene a desmontar el falso mito de que la cuna de los safaris es un destino caro, exclusivo o inaccesible. Una ruta de siete días con escalas en Naivasha, la Reserva Nacional Masái Mara y la solitaria costa índica. Un road trip en transporte colectivo, sin nada incluido, en el que cabe casi todo. TEXTO Y FOTOS: Denís Lebón, DESDE KENIA.
Ubicado en la base del denominado Cuerno de África, a la sombra de la segunda cumbre más alta del continente, de la que toma su nombre, Kenia, el país “luminoso”, es seguramente el mejor lugar del planeta para el avistamiento de fauna salvaje.
Cuenta con 23 parques nacionales y una tradición turística plenamente contrastada, pero las tarifas de los circuitos todo incluido que monopolizan el mercado suelen ser privativas o muy elevadas y acostumbran a entregar una imagen del país bastante distorsionada.
Es cierto que los safaris son más caros en Kenia que en otros países de África, como Tanzania, Sudáfrica o Botsuana, pero tanto el transporte como el alojamiento o la comida son bienes muy asequibles que permiten abaratar el coste del viaje si uno se aventura a visitar el país por libre. Kenia es sinónimo de diversidad. A nivel biológico y paisajístico, pero también social.
Más de 70 lenguas y no menos de 44 grupos étnicos conviven en este antiguo protectorado británico donde el 85 por ciento de la población es cristiana, la poligamia (masculina) está blindada por ley y la venta de bolsas de plástico, prohibida desde 2017 para combatir la contaminación.
Los irreparables efectos del colonialismo, el feudalismo étnico implementado después por las élites políticas y décadas de corrupción han aniquilado el desarrollo de una nación que ingresa ingentes cantidades de dinero procedentes del turismo y que presume de ser la primera economía de África Oriental.
La industria del café, el té y la floricultura, los otros motores del comercio, tampoco han logrado transformar la realidad de un país en donde la mitad de la población sigue viviendo hoy por debajo del umbral de la pobreza.. NAIROBI. El Central Business District a primera hora de la mañana. La capital es la ciudad más poblada de África SEKENANI. NAIVASHA. Famoso por su gran población de hipopótamos. Es parte del sistema de lagos del Gran Valle a de Watamu. más famosa del país. DIVERSIDAD. Más de 70 lenguas y no menos de 44 grupos étnicos conviven TEMPORADA ALTA. En 2024, las autoridades doblaron el valor de las entradas al Masai Mara para controlar el TURTLE BAY. Un hombre transporta un pesado bulto en la cabeza mientras camina por una playa de esta bahí