Caminar por Victoria bajo la lluvia: una carrera de obstáculos que nadie planeó
Caminar por Victoria bajo la lluvia: una carrera de obstáculos que nadie planeó pero si que se diseñe una ciudad resiliente, amigable con quienes la habitan, pensada para todas las estaciones y todas las edades. Veredas amplias y antideslizantes, sistemas de drenaje eficientes, rampas accesibles, semáforos peatonales que funcionen, pasos sobreelevados donde el agua no anegue. .. Todo eso no es lujo: es justicia urbana. Lo que necesitamos es voluntad política, criterio técnico y, sobre todo, empatía. Porque caminar por la ciudad no debería ser un desafio reservado para los mas ágiles o valientes, Caminar por Victoria, incluso en dias de lluvia, debería ser una experiencia segura, digna y accesible para todos.
Y hasta que eso no se cumpla, seguirán los charcos, las esquinas traicioneras, y los adultos mayores con paraguas en mano, mirando con resignación el mar de agua que se interpone entre ellos y la farmacia más cercana. Ya es hora de pensar la ciudad desde los pies, no solo desde el parabrisas. Caminar por las calles de Victoria en días de lluvia es, francamente, una odisea. Las veredas se convierten en trampas resbaladizas, las calles se transforman en rios improvisados y los cruces peatonales dejan de ser seguros para convertirse en zonas de riesgo. Pero esto no es solamente una consecuencia inevitable del clima. Esta realidad habla de algo más profundo y preocupante: la falta de planificación urbana con visión de largo plazo y de empatía hacia quienes caminan la ciudad. Uno podría entender que las lluvias intensas colapsen una ciudad de manera excepcional, pero en Victoria ya no es excepcional: es rutina. Cada invierno se repite la misma historia.
Las bocacalles se inundan, los sumideros no dan abasto o directamente no existen, y las veredas, en muchos sectores, son tan estrechas o deterioradas que caminar se vuelve un acto de fe más que un derecho garantizado. Y en medio de este caos, los peatones son los grandes olvidados. Lo más lamentable es que estas condiciones afectan especialmente a los más vulnerables. Pensemos, por ejemplo, en nuestros adultos mayores.
Muchos todavía deben salir a hacer sus tramites, ir al consultorio o simplemente comprar el pan del día. ¿ Qué opciones reales tienen cuando se enfrentan a veredas en mal estado, rampas inexistentes o pasos de cebra borrados? El solo hecho de salir de casa implica sortear charcos profundos, vehiculos que salpican sin remordimiento y un entorno urbano que parece haberse diseñado para todo, menos para ellos. Y aquí hay que hacer una pausa importante: los conductores.
Porque si bien la infraestructura urbana es una parte del problema, la actitud al volante es otro factor que agrava la situación. ¿ Cuántas veces hemos visto autos que no reducen la velocidad al pasar junto a peatones bajo la lluvia? ¿ Cuántos aceleran aun sabiendo que van a levantar una ola de agua sucia que empapara a quien espera en la esquina? Esa falta de empatía es una señal de algo más preocupante: una cultura vial centrada en el automóvil, donde el peatón es visto casi como un estorbo, no como un ciudadano con los mismos derechos. Victoria ha sido escenario de múltiples intervenciones urbanas en los últimos años. Se han remodelado plazas, pavimentado calles y embellecido avenidas. Pero da la sensación de que en todas esas planificaciones hubo un olvido estructural: que en esta ciudad llueve, y mucho. Que el invierno en La Araucania no es un detalle anecdótico sino una parte clave del entorno. Y que, por lo tanto, las obras publicas deben pensarse considerando no solo como se veran en primavera, sino cómo funcionarán en julio. No se trata de exigir soluciones mágicas. Nadie pide que se acaben las lluvias,. David Lagos L.