Autor: Marcelo Trivelli
COLUMNAS DE OPINIÓN: Ética del bien común
COLUMNAS DE OPINIÓN: Ética del bien común Marcelo Trivelil El El vacio que han dejado las id. eologiss clásicas clásicas ha sido ocupado por una nueva forma de pensamiento donsin. ante: donsin. ante: la ideologia tecnocrática. Bajoel manto de lactlcieneiayl, a oeutralidadtécnica, esta lógica ha promovido una cultura de individualismo individualismo yegoismu que penetra todas las dimensiones de nuestras cridas. No reconoce el valor de ia convivencla en comunidad, al mucho menos el principio ético del bien común. En Chile se ha instalado una falsa narrativa que ha adquirido un estatus de dogma de fe: que, si cada persona persigue y logra satisfacer su interés privado, ci bienestar colectivo llegará por afiadidura. Pero eso nunca ocurrió. La realidad chilena es una ciudadanía fragmentada. atrapada entre la. sobreviveneia, la proliferación de pre juicies y la indiferencia, dondelasiasjusllcias se normalizan y el tejido social se deshilacha. Lo vemos en la evasión masiva del transporte público, en las licencias médicas fraudulentas, en la corrupción institucional, en las colusiones empresarialesyen una legalidad que parece más una sugerencia que una obligación. El bien común no es la suma de bienes individuales. Es el conjunto do condiciones sociales, económicas, culturales e institucionales institucionales que pcrmiten a todos y cada uno alcanzar su propia realización. La persona humana no es un ser aislado, sino cm ser en relaeidn, que se realiza con otros y entre iguales en dignidad. Tanto el Estado come el mercado mercado ofrecen zoluciones parciales. parciales. El primero, desde tse paternalismo paternalismo que cree caber lo que es mejor sin escuchar. El segundo, abandonando a las personas al arbitrio de una “marso invisible” que prcmla a los más fuertes. Ambos modelos han fracasado en garantizar justiei. a, equidad y cohesión social. La legalidad ca necesaria, pero insuficiente. En Chile, cumplir la ley se ha vuelto el techo, cuandu debiera ser el piso. La ¿ tica del bien común debe animar nuestras instituciones, instituciones, nuestras relaciones y nueatras deciaionea públicas y privadas. Porque cuando la ótica del bien común desaparece, la democracia se convierte en un ritual vacio, Y una sociedad sin el alma ética del bien común no solo ce empobrece: se dorada y se desintegra. Este debate no es técnico. Es moral. Se trata de recuperar el sentido de vivir en comunidad. Y para eso necesitamos abrir una cueva conversación nacional sobre el bien cormln. La educación puede sor el punto de partida. No aolo como sistema de transinixión de cootnnidoa, cootnnidoa, sino como espacio de formación de ciudadanea crlticos, cmpáticos y compromeddos con los demás. Fonnar para la convivencia, convivencia, para el discernliniento ético y para la acción colectiva ea clavo ai queremos evitar que la democracia mucrapor dentro. Chile no necesita solo reformas reformas institucionales, sino un renacimiento ético. Una ética que reconozca que la dignidad humana no se ncgoeia, que los otros no son amenazas, sino aliados en la construcción de un destino compartido. Una ática que devuelva sentido a la política, política, propósito a la educación y humanidad a la economia. Solo reeneontrándonos como comunidad, podremos edil5ear un país toAs justo, cohesionado y verdadcrsntcntc democrático. Ética del bien común iC! ,ts_::-c. %).