Un paseo emocional con voces que laten en el centro histórico
Un paseo emocional con voces que laten en el centro histórico H I S T O R I A S D E O VA L L E D E S D E S U S R A Í C E S C ada ciudad tiene un corazón palpitante: en Ovalle, ese pulso se siente entre los pasillos del Mercado Municipal y las bancas de la Plaza de Armas. Allí, donde los adoquines guardan huellas de pasos antiguos y las hojas de los árboles susurran recuerdos, nacen historias tejidas por generaciones que se resisten a morir. En este viaje íntimo, la memoria barrial cobra vida a través de dos familias que, con su trabajo cotidiano, han convertido estos espacios en su hogar y en el alma de nuestra ciudad. MERCADO MUNICIPAL: CUNA DE AROMAS Y HERENCIA VIVA Por décadas, el Mercado Municipal de Ovalle ha sido más que un lugar de comercio: es un punto de encuentro, memoria colectiva y herencia familiar. En medio de sus pasillos llenos de aromas, colores y voces, el puesto 28 de frutas y verduras sigue siendo uno de los últimos bastiones de la tradición verdulera del mercado.
Ahí, entre tomates, apios y cajones de manzana, Jaqueline Contreras mantiene viva la tradición de su madre, Nelly del Rosario Flores Álvarez, quien llegó hace más de 40 años a instalar su pequeño gran imperio de productos frescos. "Aquí nos criamos", comenta con orgullo Jaqueline, con una cálida nostalgia como la que comparten varias familias que han visto los años pasar desde este mercado. "En este lugar yo crié a mis niños en cunas hechas de cajas de plátano y cuando crecieron dormían en camas de dos plazas hechas con cajones manzaneros", recuerda Jaqueline entre risas. En los últimos años, el mercado ha experimentado una transformación evidente.
Donde antes había chancherías y carnicerías a montones, hoy hay puestos de gastronomía, frutos secos y productos veganos. "Gente joven ha traído un aire nuevo, pero las raíces siguen", dice Jaqueline, orgullosa de que aún sobrevivan locales antiguos con harta historia. Para Jaqueline, el mercado no es solo su lugar de trabajo. Es parte de su vida, su historia y su orgullo. "Este lugar es un patrimonio, lo defendimos cuando quisieron venderlo. Lo luchamos y quedó como patrimonio de la ciudad", comenta con convicción.
Recuerda incluso cómo su madre fue homenajeada como una de las locatarias más antiguas del recinto, recibiendo un galvano de manos del alcalde de entonces. "Es que mi mamá tiene la misma edad del mercado actual: 79 años. Ella lo vio crecer y también lo ayudó a mantenerse en pie", comentó con orgullo. En el puesto 28 no solo se venden verduras. Se entregan historias, se preserva una forma de vida y se respira identidad. Jaqueline como muchas otras personas que conforman la familia del Mercado, esperan que el histórico punto ovallino siga encantando a los visitantes por muchos años más. Por ahora, mientras haya clientes, micreros, turistas curiosos y memoria viva, el corazón del mercado seguirá latiendo, al ritmo de los pregones y del orgullo de quienes lo han hecho parte de su historia. PLAZA DE ARMAS: COLORES, CONFITES Y ENCUENTROS BAJO LOS ÁRBOLES A pocos pasos, la Plaza de Armas se revela como un refugio de luz y calma.
Allí, bajo arboDesde el Mercado Municipal hasta la Plaza de Armas, dos familias ovallinas abren las puertas de su historia cotidiana, resistiendo al paso del tiempo y recordándonos que el alma de la ciudad late en sus rincones más tradicionales. Un paseo emocional con voces que laten en el centro histórico con una sonrisa cálida y el orgullo de décadas de trabajo. Jaqueline Contreras, matrimonio ovallino, que con dedicación y calidez han sabido ganarse el cariño de quienes transitan diariamente por la Plaza de Armas.
Patricia Yáñez y Fidel Araya, Patricia Yáñez y Fidel Araya, Heredera de la tradición verdulera del puesto 28 en el Mercado Municipal de Ovalle, mantiene viva la historia de su madre, Nelly del Rosario, entre cajones de manzana, frutas frescas y memoria barrial.
El tradicional carrito amarillo y rojo, más que un puesto de golosinas es un ícono del centro de Ovalle, lleno de recuerdos, dulces y encuentros cotidianos.. Un paseo emocional con voces que laten en el centro histórico Este lugar es un patrimonio, lo defendimos cuando quisieron venderlo.
Lo luchamos y quedó como patrimonio de la ciudad" Jaqueline Contreras Locataria del puesto 28 de frutas y verduras del Mercado Municipal de Ovalle ledas que han presenciado más de medio siglo de historias, el carrito de confites de don Archibaldo Yáñez bajo la sombra de los árboles se alza con sus colores vivaces.
Dirigido hoy por su hija Patricia Yáñez y su esposo Fidel Araya, resiste como testigo de más de 30 años de encuentros. "Aquí hemos visto pasar a niños del colegio, que hoy vienen con sus propios hijos a alimentar a las palomas, como lo hacían ellos con sus padres cuando eran más pequeños.
Me emociono cuando alguien pregunta por mi papá, como si él fuera un viejo amigo que nunca nos deja", comparte Patricia, con la voz entrecortada por la emoción. "Desde la pandemia mi padre ya no puede trabajar aquí, pero seguido nos acompaña sentado. La gente que pasa, lo reconoce y vienen a saludarlo. Siempre que esto pasa, él recupera ese brillo en los ojos al recordar más de 30 años sirviendo aquí", comenta con una sonrisa Patricia.
Con sus latas pintadas de azul y amarillo, el carrito despacha confites, jugos y aquellas típicas semillas que atraen a decenas de palomas y a cientos de personas, que diariamente disfrutan de ver el espectáculo de las aves comiendo en bandada y que con los años se ha convertido tanto en una atracción como en una tradición. "Un turista me dijo: nunca había visto tantas palomas juntas.
Para los turistas es algo único, casi poético como un cuadro viviente y no se equivocó", añade Fidel, mientras un grupo de palomas gira en círculo del carrito, como danzando en honor a esta historia compartida. Actualmente la plaza sigue regalando momentos de sosiego: fumadores que buscan un rincón, abuelos que alimentan a las aves, transeúntes que se recargan de energía contemplando el ir y venir con tranquilidad. A pesar de su encanto, la plaza encara desafíos: el sol intenso de verano y las exigencias de mantenimiento.
La familia Yáñez Araya sueña con ver nuevos árboles creciendo junto a las bellas flores características de la plaza que pintan de color cada sendero. "Es un patrimonio vivo y como tal, debemos cuidarlo: reforestar, limpiar, proteger a la fauna urbana y mantener el espíritu de comunidad que nos une en este rincón" añadió Fidel con gran entusiasmo.
HILOS INVISIBLES QUE NOS UNEN HILOS INVISIBLES QUE NOS UNEN Mercado y plaza son dos caras de la misma moneda: espacios donde el tiempo fluye y se detiene al compás de un saludo, una venta, un gesto de cariño. Estos emblemáticos lugares comparten un hilo invisible: el de la comunidad que los habita. Son espacios donde generaciones aprendieron oficios, crearon sus historias y encontraron refugio bajo una sombra amiga.
Hoy mientras nacen nuevos árboles y se repintan las bancas, las voces de Jaqueline, Patricia y Fidel nos recuerdan que la ciudad de adentro no está hecha solo de concreto, sino de lindas anécdotas en primera persona. Ellos defienden el patrimonio vivo: el aroma de la fruta fresca, el brillo del adoquín y el arrullo de las palomas..