Autor: Por Franco Fasola
Brodsky: "Una vez oí a Boric recitar un poema de Lihn"
ENRIQUE LIHN MURIO DE CANCER EN 1988. DEJO A SUS AMIGOS UN “DIARIO DE MUERTE” CON SUS ULTIMOS POEMAS ESCRITOS. Oberto Brodsky (1957) pasó los últimos cinco años afinando su tesis de doctorado en literatura de la Universidad Católica. También, haciendo clases en Nueva York.
La investigación de su tesis terminó siendo un incentivo para internarse en uno de los temas que más lo apasionan: la obra del poeta Enrique Lihn (1929-1988), quien en los años ochenta tomó un ritmo estrambótico, autodestructivo, carnavalesco y estridente. Con ese material armó “La casa que falta”, publicada como libro por la editorial Peter Lang Inc. Lihn, quien en la última década de vida se multiplicó entre poeta, narrador, dibujante, crítico de arte, agente contracultural, dramaturgo, teórico de la literatura y profesor universitario, murió meses antes del plebiscito de 1988. Hoy, el presidente electo Gabriel Boric lo cita como referencia literaria y política personal, con libros como “La musiquilla de las pobres esferas”. “Boric es el primer presidente chileno que dice haber leído a Lihn. Una vez oí a Boric recitar un poema de Lihn para presentar un proyecto de ley. Nosé si eso se traducirá en una “demagogia poética, ojalá que no', advierte Brodsky. ENTENDER UNA LÁPIDA “Sobre Chile pesa una lápida... ”, decía Lihn respecto al espeso ambiente de los años ochenta en los que le tocó crear. Roberto Brodsky, quien fue su alumno en el Instituto de Estudios Humanísticos, se sumergió en el intento de entender esa lápida.
Brodsky, el editor Álvaro Matus, la filósofa Lucy Oporto y su hija, Andrea Lihn, presidenta de la Fundación Enrique Lihn, presentaron (la semana pasada) “La casa que falta”. “¿ Qué había hecho Lihn en los años ochenta que a mí me había impactado einfluido tanto? Ni la prensa ni la academia se habían interesado en ése Lihn. Mi única posibilidad fue “irme de tesis””, explica Brodsky sobre cómo abordó al “poeta del discurso”, muerto por un fulminante cáncer pulmonar a los 58 años.
En la presentación, el editor chileno Álvaro Matus sostuvo que “La casa que falta” recupera la zona más inasible de la obra de Enrique Lihn, un conjunto de textos, videos, performances, obras de teatro y cómics que algunos han definido como una “marginalia”. ““En Roma, la loba”; 'Adiós “La casa que falta” es el libro más reciente del escritor chileno Roberto Brodsky.
Allí analiza los últimos años de la vida y obra de Enrique Lihn, el poeta de “La musiquilla de las pobres esferas”. a Tarzán”, “El paseo Ahumada', “La república independiente de Miranda' o *Derechos de autor”, así como en esas otras formas expresivas que Christopher Travis bautiz Óó como locos”, habría entonces un hilo común con “La pieza oscura”, “París, situación irregular” y 'A partir de Manhattan”, y por cierto en la propia biografía de Lihn.
El contexto, fines de los años '70 y los “80 en Chile, son los que le dan un carácter más urgente y también más inventivo: Lihn debía llevar el lenguaje al extremo: utilizar la parodia y la máscara, el humor y la locura, la gratuidad y el salvajismo, el híper intelectualismo y la payasada, para clavar su lanceta en el núcleo del fascismo”, planteó Matus al hablar de la obra del poeta. LOS AÑOS LOCOS Para Brodsky, Enrique Lihn se salva cuando desbarata su discurso: “Cuando se convierte en inhabitable, porque al contrario de ser eufórico, lo que hace Lihn es disfórico. Algo completamente opuesto al placer del texto. Trabaja contra el acomodo. Todo en un contexto de excepción, que es el Chile de los setenta y ochenta. Sin pasarse al populismo, Lihn se mantiene en la incomodidad”, afirma. uno de los tantos ejemplos de este Lihn indomable es el corto de Lihn “Basuras” (1985), dirigido por Pedro Pablo Celedón. En él, se habla de la mendicidad y la relación entre arte y política mientras un grupo asiste a un coctel en una galería de arte. “Nadie quería montar obras de Lihn, porque no iba a llegar gente: se espantaban. Pero él no hacia teatro para el público, sino para reírse y destrozar. Todos esos últimos proyectos tiran el discurso literario por la ventana. El poema *Paseo también está en esa línea y habla de “que Dios se lo pague”, una consigna que ya usaba en esos tiempos”, indica Brodsky. “En la casa familiar y en el colegio olos colegios en los que estudió Lihn, conoció la inestabilidad, el deambular, cuando noel rechazoo la expulsión. Su vida laboral fue más o menos una proyección de esa precariedad: recién encuentra un trabajo más continuo en el Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Chile en los años70.
La vida amorosa fue el espejo de surelación con la propiedad: una mudanza permanente”. Espor eso que Matus indica que no es aventurado afirmar que “su casa fue el lenguaje, el habla, como lo dice en uno de sus poemas más célebres: “Nunca salí del horroroso Chile”, ven “Qué sería de mí sin mis palabras”, incluido en “París, situación irregular”, un título que bien podría ser considerado la antesala delos “proyectos tratados en “La casa que LA ÚLTIMA CASA La filósofa Lucy Oporto sostiene que Lihn se diferencia por la radicalidad que adquiere su obra en la década del ochenta: “Lihn no renuncia a encarnar la violencia del poder, proponiendo un imaginario alterno al mercado. Tampoco renuncia al diálogo con el lector”. Matus apunta que crear en un “estado de excepción”, “implica que Lihn se aferra a lo más humano que tenemos: el lenguaje. Y lo lleva al límite, lo performatiza e incluso hace de la perorata una puesta en escena alucinada, llena de contenido, subrayando que tal cháchara no tiene nada vacío.
Muy por el contrario, lo vacío, lo que impide pensar, estaría en el discurso solemne del poder”. Para Oporto, autora de “El Diablo en la música”, en la etapa postrera de su vida, Lihn pareciera haber ingresado en una espiral autodestructiva.
“Su discurso pasa a ser una utopía imposible, un mundo insoportable y fallido, una casa siniestra dominada por fuerzas oscuras que actúan quebrando todo orden, reduciéndolo a escombros, al avance de la anomia y la barbarie. Hundimiento, catástrofe, demolición, completa ruina del mundo, lenguaje en proceso de descomposición y abolición de la individualidad”, indica la filósofa viñamarina. Además, argumenta que el poeta pareciera actuar como un exorcista: “El último Lihn que presenta Brodsky coincide con la imagen de un abismo altamente autodestructivo. Lihn dio forma y encarnó esa ruina desde sí mismo y a costa de sí mismo. Fue una prefiguración de su propia muerte”, remata. (4