Autor: POR CAROLA SOLARI
LA DESPEDIDA de Gustavo Ponce Lerou
LA DESPEDIDA de Gustavo Ponce Lerou Es martes en la tarde.
Afuera de Yogashala, la escuela que Gustavo Ponce abrió en 1996 y con la que fue precursor de la enseñanza del yoga en Chile, hay un cartel que anuncia que la propiedad está a la venta. Adentro, las tres salas lucen vacías, mientras en el segundo piso, él, delgado y vestido de negro, toma un té sin azúcar, rodeado de fotos propias y de sus maestros en posiciones difíciles de yoga.
Tiene 78 años y dentro de los cultores del yoga es muy conocido porque por su escuela han pasado muchísimos estudiantes y se han formado varias generaciones de profesores, junto con contribuir a la difusión del conocimiento teórico de la práctica a través de numerosos libros. Es, además, el hermano menor de Julio Ponce Lerou, mítico hombre fuerte de SQM y exyerno de Augusto Pinochet. Él dice de sí mismo que fue la oveja negra de su familia porque no quiso seguir una vida convencional y, en cambio, se inventó un camino propio. Hijo de padres médicos de La Calera, desde los 10 años practicaba judo influido por unos amigos japoneses, los Suzuki. También aprendió en forma autodidacta posturas de yoga, a través de un manual con fotografías de Selvarajan Yesudian que había encontrado en una librería de segunda mano. Sus padres no le permitieron estudiar Educación Física o Psicología, como él quería, y en cambio lo animaron a estudiar Derecho en la Universidad de Chile, carrera que cursó hasta cuarto año.
Pero apenas cumplió los 21 y alcanzó la mayoría de edad de entonces, dejó la universidad, tomó un bus a Buenos Aires y ahí se embarcó, el 15 de enero de 1968, en un carguero holandés que cuatro meses después lo dejó en el puerto de Köbe, en Japón. "Fue la decisión más importante de mi vida", asegura.
En Japón no solo logró cumplir su sueño de estudiar en el Kokodan, la meca del judo, sino que aprendió otras artes marciales como el aikido y el karate, en las que llegó a ser cinturón negro.
Además aprendió a hablar y escribir muy bien japonés --estudió incluso unos años de Literatura en la Universidad de Jochi--, y el dominio de esa lengua le abrió muchas puertas, entre ellas trabajar en la televisión en ese país y que le ofrecieran el puesto de intérprete y asistente del gerente general de Marubeni Corporation que, en 1976, estaba abriendo oficinas en Chile. Ese cargo terminó siendo el trampolín para que iniciara una carrera diplomática. --Estando en Chile, íbamos con este gerente japonés a visitar diferentes empresas y organismos e instituciones del Estado. Y fuimos a una reunión con Odeplan, donde en ese momento estaba Roberto Kelly. Yo fui de intérprete porque el japonés no hablaba castellano. Después de la reunión, Kelly me pidió que me quedara un momento y me preguntó dónde había aprendido tan bien español. Yo le pregunté si era una broma porque soy chileno. No lo podía creer. Ahí le conté toda mi historia en Japón, conversamos mucho. Al día siguiente, cuenta, recibió un llamado del edecán de Pinochet que le pedía presentarse esa tarde en el edificio Diego Portales. --Me puse nervioso. Fui y tuve que esperar como dos horas. Cuando finalmente me tocó, me dijo "Ah, tú eres Gustavo. El ministro Kelly me habló maravillas, me dijo que tú eras la persona que andábamos buscando para ProChile en Japón.
Si no tienes inconveniente, te mando de vuelta para allá". Resulta que ProChile, un organismo cuya misión es promover las exportaciones y atraer inversión extranjera, se había creado hace poco y buscaban un represente para Japón. Yo le expliqué que llevaba solo seis meses en Chile trabajando para la Marubeni. "Bueno, los intereses del país están por sobre lo demás.
Te voy a mandar a que vayas a hablar con Hernán Büchi y Hernán Felipe Errázuriz para que te hagan un entrenamiento", me dijo. --Su hermano Julio estuvo casado con una hija de Pinochet. ¿Acaso usted no lo conocía? --Nada. Yo había vivido toda mi vida afuera. Me había ido a Japón en 1968, entonces no tenía un vínculo familiar con él.
Dice que fue así como partió de vuelta a Japón y se quedó otros 13 años en los que ocupó los cargos de secretario comercial de ProChile, ministro consejero y finalmente embajador en ese país, entre 1987 y 1990. A la par que ocurría todo esto, en su vida privada, él seguía practicando intensamente artes marciales. Hasta que llegado a los 35 años, las lesiones en rodillas y hombros le impidieron continuar. Fue entonces que se volcó completamente al yoga, que él asegura ha sido su pasión más duradera. Como siempre fue viajero y deportista, se formó en India con grandes maestros de la disciplina, como B.K.S. Iyengar y Pattabhi Jois. Cuando en 1996 regresó a Chile, decidió abrir Yogashala, en una esquina de Sánchez Fontecilla en la comuna de Las Condes, escuela que se distingue por su construcción en madera de estilo oriental.
Entonces el yoga no era popular como es hoy día, pero él contribuyó con esta escuela a masificar su práctica en Chile. --En su momento fue muy importante porque por aquí han pasado miles de estudiantes. Aquí se han formado todos los profesores de yoga del país sin excepción, porque fue la primera escuela. Y esos profesores a su vez han formado a otros.
Estos nuevos que están terminando este año su formación no tienen idea quién soy yo. ¿Por qué? Porque soy una persona que siempre les hizo mucha sombra a los profesores, entonces esto que dice Freud, de matar al padre, porque del árbol frondoso nada crece debajo. Entonces mejor no hablar de mí. ¿Considera que han sido ingratos sus alumnos? --Es un factor psicológico. No todos, pero la mayoría. Sin embargo, en el extranjero, donde he formado a cientos de profesores, es otra cosa. Hay un reconocimiento. ¿Será que los chilenos son menos dados al reconocimiento? --Yo diría que sí. En Brasil, por ejemplo, me adoran: son genuinos, dicen lo que piensan. Primero que nada te dan un abrazo. Son cariñosos. Desde que cerró la escuela, hace justo un año, se ha estado despidiendo de sus alumnos. Viene llegando de Brasil donde, cuenta, dio una última clase para 500 personas. Y en enero de 2026 tiene planeado hacer su último retiro de formación en Canal Om, el espacio que tiene junto al mar en Los Vilos, y que también tiene a la venta. Todo esto porque, dice, llegó al final de un ciclo. --Yo he estudiado mucho el hinduismo --dice y toma un sorbo de té--. No soy religioso, pero hay aspectos interesantes.
Y una de las cosas que me llama la atención del hinduismo es que plantea que después de los 75 años, el hombre debe abandonar todo lo que lo ata y dedicarse a la vida contemplativa y espiritual. Yo tengo 78, pero a partir de los 70 años me di cuenta de que tenía que prepararme para el retiro. --¿ Por eso decidió poner a la venta la escuela? --Voy a soltarlo todo. Yo he ido cultivando el desapego no solo hacia las cosas, también hacia las personas. Es decir, las relaciones humanas son importantes, pero no estar apegado porque hay muchas personas que te succionan, te chupan la energía. Personas que no pueden estar solas, por ejemplo. Yo vivo solo. --¿ Qué entiende por desapego? --No quiero tener nada, quiero deshacerme de todo. Quiero repartirles a mis hijos --tengo dos hijas en Australia y un Exembajador en Japón y una figura relevante en la enseñanza del yoga en Chile, Gustavo Ponce está preparando su retiro.
Puso a la venta su escuela Yogashala y el espacio que tiene en Los Vilos, Canal Om, porque dice que quiere andar liviano. "Yo he ido cultivando el desapego no solo hacia las cosas, también hacia las personas", afirma a sus 78 y con deseos de pasar sus últimos años en Japón, donde dice sentirse en casa. POR CAROLA SOLARI LA DESPEDIDA de Gustavo Ponce Lerou "Yo he estudiado mucho el hinduismo.
Y una de las cosas que me llama la atención es que plantea que después de los 75 años, el hombre debe abandonar todo lo que lo ata y dedicarse a la vida contemplativa y espiritual". SER GIO ALF O N SO LÓ PEZ "Quiero deshacerme de todo. Quiero repartirles a mis hijos y quedarme con lo suficiente para vivir diez años más, que fue lo que me pronosticó mi astrólogo védico en India. Es decir, yo a los 88 ya no estaré en este mundo". A fines del 2003 le descubrieron un cáncer muy agresivo. Junto a la quimioterapia, comenzó a investigar sobre hábitos saludables, lo que lo ayudó en su recuperación y terminó plasmando en un método que llamó Yoga Hormonal. GEN TILEZA G U S TAV O PO NC E. LA DESPEDIDA de Gustavo Ponce Lerou hijo en Noruega-y quedarme con los suficiente para vivir 10 años más, que fue lo que me pronosticó mi astrólogo védico en India. Es decir, yo a los 88 ya no estaré en este mundo. --¿ Cómo está tan seguro de eso? --Yo tengo plena fe porque todo lo que me dijo --todo sin excepción-se ha cumplido. Con el paso de los años todo se ha dado. Y cuando me dice que voy a vivir hasta los 88 años, digo fantástico. --¿ Cuándo le anunció esto? --En 1997. En ese entonces faltaba un montón de tiempo. Pero ahora me están faltando menos de diez años, pero estoy feliz de que así sea porque creo que voy a morir sano. El número 88 es muy significativo, además: es el doble infinito. Las personas que llegan a los 88 denota que llegan en un estado de estabilidad emocional, de conocerse a sí mismos.
Yo me he pasado toda la vida tratando de conocerme a mí mismo. --¿ Y lo consiguió? --Sí, de sobra. --Usted tuvo un cáncer. ¿Eso fue parte de los vaticinios del astrólogo? --Sí, él lo vio. A fines del 2003 me hicieron la biopsia y resultó que tenía un cáncer muy agresivo: un linfoma no Hodgkin fase 4, con un pronóstico de vida de un par de años, como máximo. Comencé la quimioterapia en enero de 2004 y durante ocho meses tenía que internarme una semana al mes. --Bien intenso. --En 2005 estuve prácticamente aislado en la casa de mis padres porque no tenía defensas. El linfoma es un cáncer al sistema linfático, que es el responsable de la inmunidad; entonces nadie podía entrar a mi habitación, tenía que ponerse mascarilla como en la pandemia. Yo tampoco podía salir hasta sentirme más fuerte y haber recuperado los niveles. Recién en 2006 volví a las pistas y en grande. Di unas tremendas clases en Brasil ante cientos de estudiantes que esperaban que yo me repusiera. Y aquí estoy. --¿ Cree que el haber hecho tanto yoga lo ayudó a recuperarse? --Sí. Justamente durante la quimioterapia en 2004 es donde nació el método de Yoga Hormonal o GPBalance, que yo desarrollé. Porque dije: me dan dos años de vida con quimioterapia. Mis padres son médicos, también mi hermana y todos ellos insistían que me hiciera la quimioterapia. Ahí me hice mi plan de sobrevivencia y empecé a investigar todo lo que había en India del yoga y no había pasado a occidente. Porque a occidente pasó el yoga de los ejercicios. Pero el otro yoga, el verdadero, se quedó en India porque no era interesante para las revistas y el fitness. Ese es el Yoga Hormonal, que son hábitos de vida como el descanso, que es fundamental, el manejo del estrés, la alimentación, entre otros.
Bueno, si yo me logré mejorar, porque tuve una remisión total del linfoma, consideré que era mi deber ético traspasar todo lo que sé sin dejarme nada para que mis alumnos puedan seguir con esto y mejorarlo. --¿ Qué piensa hacer cuando logre vender la escuela? --Si me compran esto, me saco un peso de encima porque de eso se trata: de andar ligero y desaparecer. Me pienso ir a vivir gran parte del año a Japón donde me siento en casa. --¿ Su plan es retirarse en Japón? --Sí, pero no a Tokio ni en Osaka. Tengo visto un par de lugares. Porque Japón es un gran archipiélago, tiene cerca de 6 mil islas. Entonces, pienso en una islita pequeña, de esas donde no ha pasado el tiempo, donde los pescadores van a sacar perlas y te traen pescado fresco sacado del bote. Ahí podría continuar con mis estudios que interrumpí de Shodo: la caligrafía japonesa. Es un arte maravilloso que me encanta. --¿ Le gustaría morir allá? --No he pensado en la muerte. Pero para mí no hay comida que supere la japonesa, me cae tan bien. Y quizás me veo más joven que los 78 que tengo debido a que sigo comiendo comida japonesa que me la preparo yo solo. Además tengo amistades, aunque están todos viejitos. --¿ Mantiene relación con su hermano Julio? --No lo veo nunca, pero nos llevamos bien. Antes nos veíamos para el cumpleaños de mi mamá. Hace poco me invitó a un reconocimiento que le hicieron en Iquique por su trayectoria y porque dejaba SQM y se lo dejaba a la hija. Invitó a todos los miembros de la familia, nos sacamos una foto en el salar. --¿ Se lleva bien con sus otros hermanos? --Somos cuatro, tres hombres y una mujer. Ambos padres murieron a avanzada edad: mi madre murió en 2024 y mi padre en 2015. Pero me llevo súper bien con todos los hermanos, aunque tenemos intereses bien diferentes. Mi hermana es médico, vive en Temuco. Mis dos hermanos trabajan juntos y yo soy la oveja negra que se mandó a cambiar sin terminar la carrera y me he dedicado al esoterismo. Ellos no pueden entender mi vida. --¿ Cree que no la entienden? --Yo creo que no todavía. Para ellos es el negocio, el trabajo, si las acciones suben o bajan. Yo no puedo ni siquiera pensar en llevar una vida así. Mi vida es lo que he contado.
Ojalá estar solo y que nadie me moleste. "Soy una persona que siempre le hizo mucha sombra a los profesores, entonces esto que dice Freud, de matar al padre, porque del árbol frondoso nada crece debajo. Entonces mejor no hablar de mí". Entre 1987 y 1990 fue embajador en Japón. En la foto, junto al Primer Ministro de ese país y Hernán Felipe Errázuriz. GENTILEZA GUS T A V O PO NCE Gracias a su buen dominio del japonés, Gustavo Ponce trabajó un tiempo en televisión en ese país. GENTILEZA GUS T A V O PONCE Luego de años practicando artes marciales, las lesiones en sus rodillas y hombros lo impulsaron a profundizar en el yoga. En la foto, en la India, junto a su maestro, B.K.S. Iyengar. G ENTILEZA G US T A V O PON CE.