Autor: Profesor de historia
Columnas de Opinión: Torniquetes
Columnas de Opinión: Torniquetes Rodrigo Ojeda E reino de Chile se encuentra en una encrucijada mas alla de lo contingente y electoral. Padecemos una decadencia individual, social y nacional. Las ideas fundantes y civilizatorias de orden y convivencia, respeto y autoridad, están bajo asedio y en via de extinción en una sociedad consumista, hedonista y egoista. No pocos saltan los torniquetes. En paralelo, hay ruinas a nuestro alrededor, materiales e inmateriales, que ya son parte de lo cotidiano. Los padecimientos son invisibles a los ojos de las autoridades y de las elites. La sociedad está repleta de accesorios "inteligentes", pero somos incapaces de mirar a los ojos y de preocuparnos por el prójimo. El deterioro es real y el bien comun tambalea. La trampa está legitimada y justificada en un: "todos lo hacen". Saltar los torniquetes y hacer trampa es cotidiano. Un desprecio por las normas y el bien común. Cada salto refleja degradaciones en los compromisos y en las instituciones. Los primeros saltos se remontan al 2019. Un grupo de escolares capitalinos llamo a evadir por diversion. Dicen que comenzó como "un juego adrenalinico". Después, apareció la consigna y el descontento: "Evadir, no pagar, otra forma de luchar". Los evasores pasaron de la diversión al desorden tras el asambleismo escolar. Trasladaron el recreo a las estaciones de metro, acompañados de las redes sociales y de adultos fascinados por la desobediencia. Fue un recreo de destrucción y descontrol en los espacios públicos y privados. En la actualidad, en distintas estaciones de Santiago y Valparaiso, los jovenes saltan y la contorción es invisible. Desobediencia y anomia que no son baladies y afectan al prójimo. ¿ Por qué saltan? Sólo ellos y sus "teléfonos inteligentes" tienen la respuesta. Chile no está mejor después del estallido, hay problemas urgentes y las marchas están paralizadas. No cabe duda que las movilizaciones obedecen a un diseño y conducción. Las demandas del 2019 fueron presionadas con "violencia extorsiva" en lo discursivo y factual, parafraseando a Lucy Oporto. Las evasiones y las destrucciones contaron con un trasfondo ideológico y objetivos. Se busco derrocar a Piñera y refundar el pais en el relato y en los hechos. La democracia fue superada por la violencia de la calle. Hoy, nos dicen que los problemas sociales serán resueltos desde el amor y que no debemos temer al comunismo. En Valparaíso, existe una decadencia transversal que se expande en lo visible e invisible. Es el arquetipo de ruinas vivientes y el desprecio por las personas, y los espacios públicos y privados. Calles rayadas y basura por doquier. El puerto refleja el abandono social y la desidia política de miles de diagnósticos y mesas de trabajo. No es simple nostalgia por el puerto principal, sus fachadas y su pasado literario. El abandono de una ciudad histórica es reflejo del deterioro de la sociedad actual. Valparaiso se hunde entre las ruinas y las buenas intenciones. Fue la tercera ciudad más afectada y vandalizada en todo Chile tras la revuelta incendiaria que, no pocos, vieron como un espectáculo transformador del activismo y vandalismo. El patrimonio porteño recibió varios tiros de gracia durante la asonada de octubre. Es urgente el trabajo conjunto entre lo público y privado en favor de lo patrimonial, la gente y los cerros pintorescos reconocidos en todo el mundo. El olvido, la vandalización, las evasiones y las respuestas tardias traicionan el pasado y el presente de Chile. Necesitamos acciones en favor del projimo y de la sociedad más allá de las promesas electorales. La buena educación parte por casa..