Autor: Patricio Meza García,
Administrador en Seguridad Pública
Columnas de Opinión: Inseguridad, percepción y abandono: el desafío pendiente en nuestras ciudades
Columnas de Opinión: Inseguridad, percepción y abandono: el desafío pendiente en nuestras ciudades Cada vez que un noticiero abre con una crónica policial o cuando una portada de diario destaca un nuevo hecho delictual, la percepción de inseguridad en la ciudadanía se intensifica. Esto no es casual ni menor. Los medios de comunicación tienen un rol fundamental en la configuración del imaginario colectivo respecto de la seguridad pública. La reiteración de imágenes violentas, titulares en rojo y testimonios dramáticos construyen, muchas veces, una realidad aumentada del temor. No se trata de negar que la delincuencia exista o que el país atraviesa momentos complejos en esta materia. Pero también es cierto que el sensacionalismo se ha convertido en una moneda corriente en la forma en que se informa sobre seguridad, alimentando una percepción muchas veces desproporcionada frente a los datos reales. A eso se suma el uso político del tema, que ha transformado a la seguridad en una consigna, más que en una política integral. Sin embargo, y pese a esa sobrerreacción mediática, hay algo que no podemos obviar: las ciudades están sobrepasadas por las incivilidades.
No estamos hablando necesariamente de grandes delitos, sino de todos esos actos cotidianos que deterioran la vida urbana: plazas mal iluminadas, sitios eriazos sin intervención, rucos improvisados al pie de escuelas, personas con consumo problemático de drogas actuando sin control en la vía pública, individuos con enfermedades mentales que deambulan sin contención ni asistencia, haciendo sus necesidades a plena luz del día. Esa suma de factores lo que técnicamente se denomina falta de prevención situacional genera un caldo de cultivo perfecto para el miedo, la desesperanza y la percepción de abandono. No basta con que Carabineros y la PDI patrullen las calles o detengan a los responsables de los delitos. Ese es solo un fragmento del problema. Y es injusto desconocer que las policías, con recursos limitados y una institucionalidad muchas veces presionada políticamente, hacen un trabajo que en más de una ocasión es incomprendido por la ciudadanía. Pero el punto central es que la seguridad no se construye solamente con detenciones, sino con un trabajo constante y transversal, que aborde las causas profundas del deterioro urbano. La prevención situacional, esa que se basa en el diseño y mantención del espacio público, es esencial.
Porque un lugar oscuro, sucio, lleno de basura o con estructuras abandonadas es terreno fértil para el delito y la descomposición social. ¿Dónde están las luminarias? ¿ Dónde están los programas municipales de limpieza diaria? ¿ Qué se está haciendo con las personas en situación de calle más allá del operativo de invierno? ¿ Existe un catastro real de quienes viven en rucos o tienen problemas de salud mental y adicción? ¿ Hay un trabajo sostenido, día tras día, para copar y recuperar espacios degradados? Pareciera que no. Y lo que se percibe desde la ciudadanía es que estamos en una situación de abandono, no solo por parte de las instituciones del Estado, sino también por una falta de articulación entre estas. Porque mientras no haya una estrategia conjunta entre municipios, policías, Ministerio de Salud, Ministerio de Desarrollo Social y organizaciones comunitarias, seguiremos poniendo parches a una herida que requiere cirugía profunda. Los resultados de seguridad no se reflejan en un parte de prensa con cifras de detenidos, ni en el anuncio de una inversión millonaria en cámaras de vigilancia.
Se reflejan en la tranquilidad con la que una madre puede caminar con su hijo al colegio, en la recuperación de una plaza para el juego y el encuentro, en la sensación de pertenencia que produce un entorno limpio y cuidado. Por eso, es clave entender que el trabajo de seguridad debe ser permanente y colaborativo. No hay solución mágica ni exclusiva. Los copamientos policiales deben continuar, pero acompañados de presencia territorial del Estado. Las juntas de vecinos, lejos de ser actores pasivos, pueden ser los ojos del barrio, los sensores de las primeras señales de deterioro. Pero necesitan apoyo, recursos y articulación. La lucha contra la delincuencia y el abandono urbano no puede limitarse a la reacción. Es tiempo de apostar por la prevención en serio, de escuchar a los vecinos, de intervenir con sentido de urgencia, pero también con mirada de largo plazo. Solo así lograremos avanzar hacia comunidades más seguras, más humanas y más dignas. Lo demás, por ahora, seguirá siendo solo un titular..