Autor: JUAN ANTONIO MUÑOZ H.
Padre Jorge Leng:
“Es un camino muy rico vivir con una mujer y formar una familia”
Viudo y padre de tres hijos, con nueve nietos y un bisnieto, fue diácono durante casi tres décadas. Después de un largo camino, a comienzos de enero fue ordenado sacerdote y ahora tiene a su cargo la parroquia Nuestra Señora del Sagrado Corazón en el cerro Mariposas de Valparaíso.
Un miércoles o jueves de agosto pasado, el diácono Jorge Leng Salas (75) bajó desde su habitación en la parroquia Nuestra Señora del Sagrado Coraen el cerro Mariposas de Valparaíso, y se dirigió al templo. Era ya de noche, de manera que puso una luz indirecta y se arrodilló ante el Santísimo. Estaba dominado por lo que él llama un “ardor interior”, una suerte de bella angustia, una necesidad que lo superaba. Derramó unas lágrimas orando y le dijo al Señor: “Tú sabes lo que quiero. Sé la edad que tengo, pero no sé por qué me arde otra vez esto. Tú sabes que estoy angustiado.
Por favor, dame una respuesta, sea esta sí o no, para quedarme tranquilo”. El viernes siguiente, cerca de las 10:00 de la noche, estando ya acostado y rezando las plegarias nocturnas, recibió un llamado urgente del padre Pedro Nahuelcura, vicario pastoral de la Diócesis de Valparaíso. “A esa hora tenía que ir a verlo. Me vestí y partí. Me hizo esperar adrede. Tomó el celular, me miraba muy serio.
Y me dice: “El obispo preguntó por ti, se dieron buenos antecedentes tuyos y aceptan que presentes los papeles”. Al comienzo, no reaccioné; solo me sentí un poco avergonzado de haber presionado al Señor, lo que es una tontera, porque el Señor no puede ser presionado”, relata Leng con emoción en su voz. Fue así como se enteró de que su tiempo como diácono iba a terminar y que pronto podría ser ordenado sacerdote. Ahora sería un cura viudo con tres hijos, abuelo de nueve nietos y bisabuelo de uno. El camino para lograr eso no fue fácil. Jorge Leng es profesor de Biología y durante 27 años se desempeñó como diácono permanente, el máximo grado dentro de la jerarquía eclesiástica al que puede aspirar un laico casado. En 2015, la muerte de su esposa, Elvira Ulloa, reavivó el sentimiento de consagrar su vida a la labor pastoral, pero como sacerdote. Habló con el obispo de la época y le planteó la idea de ser ordenado, pues algunos viudos habían conseguido la aprobación para ello. Sin embargo, la respuesta fue negativa, lo que fue reiterado por su reemplazante. Cuando hace un año y medio monseñor Jorge Vega Velasco asumió como obispo de Valparaíso, el prelado se interesó en conocer a fondo el caso de Leng. “Don Jorge dijo que realizaría las consultas respectivas al Vaticano y también al consejo de presbíteros de Valparaíso. La respuesta, esta vez, fue positiva. Así, a comienzos de enero fui ordenado por él en la catedral del puerto”. Jorge Leng se había iniciado como diácono en la parroquia Madre de Dios, que estaba a cargo del padre Enrique Opaso. Cuando este fue trasladado a San Expedito en Reñaca, Jorge Leng colaboró allí durante 11 años. Más tarde, ejerció años en Achupallas, dos en Recreo y un período breve en Rapa Nui.
Tras la muerte de su esposa, le fue asignada la parroquia Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Valparaíso, que no tenía sacerdote, y de la que depende, entre otras, la capilla del Hospital Carlos Van Buren.
Tras la ordenación, su primera misa la ofició en la iglesia del cerro Mariposas. pa “¡ Aparécete! Cuando el padre Leng serefiere al nacimiento de su vocación, lo primero que surge es “il Poverello”, San Francisco de Asís, y esos momentos del santo en la Porciúncula, la pequeña iglesia semidestruida en la que comenzó el movimiento franciscano. “Fue ahí donde su vida dio un vuelco y él se entregó por completo. Siempre me quedó grabado eso”, dice y recuerda así el minuto en que él mismo sintió el llamado: “Debí tener unos 7 u 8 años. Yo vivía en el cerro Barón, pero iba siempre a Los Andesa casa de mis abuelos. La casa era grande y yo siempre me iba al segundo patio, al sector de los naranjos. Algo ocurría ahí y hacía que me hincara y me pusiera a orar. No sé por qué. Y decía una palabra que nunca se me ha olvidado. Sabía que algo había ahí y yo le decía “¡ Aparécete!”. Obviamente, no se me aparecía nada. Con el tiempo me fui dando cuenta de que Él siempre estuvo ahí y yo no lo veía. Después fui teniendo otras experiencias. Se me ocurría hacer cruces. Donde iba, buscaba palitos, los amarraba, las ponía en la tierra y me ponía a rezar”. A sus padres no les llamó nunca la atención esta dedicación de su hijo. “Era algo muy normal para ellos y para mí. Recuerdo que cuando mi mamá me llevaba al Mes de María un día me intrigó escuchar un murmullo.... Era el rezo del Rosario.... Otro descubrimiento. Hice la Primera Comunión en la iglesia de San Francisco en el cerro Barón. Después iba con otros niños al Mes de María, porque más que todo íbamosa mirar a las chiquillas. Era otro tipo de devoción... ”. Papá a los 18 años El amor llegó bien pronto. Frente asu casa en calle Caupolicán 51 llegó a vivir Elvira, su futura esposa: “La conocí cuando ella tenía 13 años y yo un poco más de 14. Me enamoré de inmediato, pero ella pololeó antes con otros niños. Yo era muy pajarón, pero me hice amigo del hermano. Éliba a mi casa y un día ella lo fue a buscar. Después Elvira se hizo amiga de mi mamá e iba bien seguido a la casa... Bueno, fui papa a los 18 años... No nos habíamos casado todavía. Tuvimos guagua antes de casarnos, yo estaba saliendo de cuarto de humanidades”. Jorge pertenece a la generación que tuvo que dar por primera vez la Prueba de Aptitud Académica (1966). “No sabíamos cómo responder. Nunca tuvimos ensayos en el colegio. El puntaje me dio para estudiar Laboratorista Químico en la Universidad de Chile de La Serena. Me partí a matricular y allí me ocurrió otra cosa bien especial, que me marcó la vida. Yo estaba al final de la fila. Había pocos delante de mí y escucho que alguien anuncia que todavía quedan dos vacantes en Pedagogía en Biología y Ciencias. De repente, un señor me toca el hombro y me pide que lo siga. El llevaba puesta una capa blanca impecable, como las que usaban entonces los profesores. Era alto, imponente. Mellevóa un laboratorio y yo me quedé mirando y pensé si podría estar toda mi vida en un lugar así. Después me llevó a su oficina y me empezó a explicar la carrera sin que yo le dijera lo que quería estudiar. A medida que me explicaba, yo me daba cuenta de que no me gustaba para nada y pensaba “me voy a ira matricular a Pedagogía en Biología”. Me despedí agradecido, sin darle la mano. Y me matriculé. Cuando comenzaron las clases, quise ir a saludarlo. Fui a la oficina y me encontré con la jefa de carrera a quien le pregunté por un señor de tales y tales características. Ella me dice que no hay nadie así allí y que nunca lo ha habido, y que esa oficina es de ella. Nunca más lo vi”. El padre Leng estuvo dos años en La serena y cuando su esposa fue a matricular a su hijo Juan Pablo al Colegio Salesiano, volvió a Valparaíso. Estudiaba y trabajaba tanto en el colegio de su hijo como en uno de monjas. “Sin tener aún título, pude trabajar como profesor. En esos tiempos se podía”, cuenta. “Al poco tiempo, yo tenía todo el horario y a veces no podía ir a clases a la universidad. Entonces, iba Elvira, que tomaba excelentes apuntes para mí. No recuerdo bien cuándo nos casamos; ella se habría enojado de que no supiera la fecha. Comencé a ser papá poco a poco. Me costó al principio, sobre todo con mi hijo, porque como estuve dos años en La Serena, lo vi poco. Tuvimos dos hijas más, Danissa y Daniela”. Diácono con autorización de la familia Comenzó a trabajar en catequesis en el Colegio Salesiano, porque los profesores jefes debían hacerlo.
“Cuando llegué a hacer clases en cuarto medio, un niño me dijo: Usted tiene pasta, pero no sabe llegar a nosotros, a los más grandes. ¿ Quiere que lo ayude”. Y yo le dije que sí, que me ayudara. Me explicó que yo debía tomar las cosas de la vida, las experiencias, para que ellos pudieran hablar de lo que les sucede, de lo que sienten. Y me empezó a ir bien. Los chiquillos empezaron a contar sus cosas y a darsus opiniones. Así aprendí a hacer el trabajo”. “Con el tiempo, nos fuimos a vivir cerca de la parroquia Madre de Dios, en Recreo, y ahí conocí al padre Enrique Opaso. Fui asesor de los jóvenes y con mi esposa hacíamos charlas para matrimonios.
Formamos un grupo de trabajo con otras parejas y un día el padre llegó y nos pasó un librito con la liturgia sin sacerdote y sin diácono, y nos dijo que cuando él no pudiera, nosotros estábamos a cargo de la liturgia. Y nos lanzamos. Más encima, en el colegio un día dos padres salesianos me llamaron a conversar y paseando flanqueado por ellos me propusieron que estudiara para ser diácono. Y lo hice; estudié en el IFAP de la Universidad Católica, donde me dieron una formación excelente. Mi señora me acompañaba en todo; para ser diácono, tuve que presentar una autorización escrita a mano de ella y de mis hijos”. M “Esa sabiduría de la mujer... ” Elvira se enfermó en 2013. Cáncer de médula espinal. “Duró dos años. El 22 de marzo de 2015, un cuarto para las cuatro de la mañana, falleció. Yo estaba con ella y también mi hijo Juan Pablo. Mis hijas venían viajando desde Santiago y desde La Serena. Tenía 66 años. Conversamos mucho y yo le preguntaba si tenía miedo de morir. Ella me decía que no, que tenía miedo de tener dolores muy fuertes. Y tuvo todos los dolores habidos y por haber. Sufrió mucho físicamente”. “Recuerdo que esa noche le dije: “Mi amor, entréguese nomás. Usted es creyente y ama al Señor”. Le digo eso y ella dobló su cabecita... Estaba esperando algo. Yo estuve muy tranquilo. Elvira siempre insistía en que cuando ella muriera yo podría ser sacerdote. Me lo decía con mucho cariño. Ella trabajó siempre junto a mí y sabía mucho.
Yo tenía más estudios que ella, pero Elvira tenía esa sabiduría de la mujer... A veces yo estaba complicado con algo y ella lo leía y de inmediato me decía esto es así y asá... Yo quedaba con la boca abierta... Esa parte de la mujer, esa intuición que te complementa como hombre... ”. Papá y diácono, ahora Jorge Leng es el “padre Leng”. “Antes también me decían pero yo noto que hay ahora una diferencia. Lo siento dentro de mí. Tengo una responsabilidad mayor. Yole agradezco a Dios que me haya llevado por este camino. Es distinto. Muy distinto.
Es un camino muy rico vivir con una mujer, vivir con una compañera, crecer juntos, llorar, experimentar frustraciones, dolores, alegrías, risas, rabias, molestias, peleítas... En la vida de matrimonio uno va aprendiendo y se va madurando recíprocamente, hasta que se produce una simbiosis de conocimiento muy hermosa. Eso me sirve mucho hoy para enfrentar mi ministerio. Vivir la vida familiar es un aprendizaje muy necesario”.
Jorge Lengse inició como diácono en la parroquia Madre de Dios. Luego colaboró durante 11 años en San Expedito en Reñaca y después ejerció 1l años en Achupallas, dos en Recreo y un período breve en Rapa Nui.
Tras la muerte de su esposa, le fue asignada la parroquia Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Valparaíso, que no tenía sacerdote, y de la que depende, entre otras, la capilla del Hospital Carlos Van Buren.
Tras la ordenación, su primera misa la ofició en la iglesia del cerro Mariposas.