Fin de ciclo
Hugo Herrera Prof. Titular, Derecho 'o logramos salir de la Crisis del Bicentenario y estamos entrando en lo que parece ser un nuevo orden, con todos los vicios de una época de franca decadencia institucional. Usualmente las etapas van más separadas: primero es la crisis, luego sus consecuencias, después viene una reacción, la crisis es, al menos parcialmente, superada. En fin, nace un nuevo orden. Nada es perfecto en el mundo sublunar, y el nuevo orden tendrá nuevos problemas. En cambio, en nuestra situación todos los males se suman. El expediente añade alas crisis de 2011 y 2019, de las que nunca en verdad se salió, dos procesos constituyentes malogrados. El malestar sigue latente y las condiciones territoriales, urbanísticas, sociales, sanitarias, económicas de la crisis continúan palpables.
Sin que se haya logrado producir solución de continuidad entre la crisis y un nuevo orden, el “nuevo orden” (llamemos así al régimen del Frente Amplio más el PC y el PS) ya muestra signos de deterioro profundo. A un pensamiento altamente moralizante y, por lo mismo, discriminante, siguió una política de frases altisonantes pero carente de eficacia en la solución de problemas que se van añadiendo unos a otros. Noson hojarasca.
Son muertos en las listas de espera que no corren; un paisaje que se seca; zonas del territorio bajo control de guerrillas mapuche o del narcotráfico y formas de praxis la imaginación más truculenta; es la educación escolar estancada inveteradamente. Es el embancamiento económico y un Gobierno que insiste, pertinaz, en subir impuestos sin proponer medidas decisivas en favor del crecimiento.
Es corrupción en distintos niveles y ámbitos críticos: a las fundaciones y las llamativas prácticas de un abogado conocido de la plaza se une la cabeza de la policía civil, también dirigentes presuntamente destacados de los partidos de Gobierno, de ese FA que venía a redimir la política.
“Sin un cambio drástico, el país amenaza sumar crisis sobre crisis”. Como que vamos entrando en los vicios de un aparente nuevo orden sin haber logrado ni de lejos dar solución a la crisis de legitimidad que se desencadenó en 2019. No parece advenir un cambio de época o mentalidad. Es simplemente un barrial gigantesco en el que todos empiezan a quedar inmovil zados. El lodazal se va secando y la parálisis esclerosa a las fuerzas vivas de la nación.
Eso mientras los grupos delictuales y las redes de corrupción, la influencia de extranjeros y sus gobiernos en el país acontece cada vez más dinámica y patente, sin que siquiera podamos estimar con claridad sus dimensiones por la falta de un aparato de inteligencia competente (ni aún hoy podemos responder quién quemó el Metro). Sin un cambio drástico, el país amenaza sumar crisis sobre crisis, algo delo que no hay memoria en ciclos anteriores, Es cierto que el período radical no fue prístino. Pero al menos se había conjurado ya la Crisis del Centenario.