EDITORIAL: De la autocomplacencia a la arenga
EDITORIAL: De la autocomplacencia a la arenga E l Presidente Gabriel Boric decidió hacer de su última Cuenta Pública un ejercicio signado por la autocomplacencia, el manejo a conveniencia de datos y cifras, y los intentos por revalidar el desgastado ideario de su sector político.
Muchos analistas se preguntaban, días antes del discurso, si el mandatario sabría aprovechar esta oportunidad para entregar alguna reflexión sobre la experiencia de gobernar, y sobre el agudo contraste entre el proyecto refundador con que llegó al poder y la modesta agenda que ha logrado ejecutar. ¿Sería esta la ocasión para reconocer los excesos de su programa original y abrazar genuinamente el realismo y la moderación como norte político? La respuesta fue ayer un claro no.
Boric admitió no haber logrado todo lo que se había propuesto, pero según él la explicación sería simplemente un problema de "correlación de fuerzas". Es decir, no es que la plurinacionalidad, la refundación de las policías, la empresa nacional del litio, la eliminación de las AFP o la condonación total del CAE, por nombrar algunas de sus promesas, hubieran sido en sí mismas malas ideas: fue solo que se careció de las mayorías parlamentarias para sacarlas adelante.
Cabe agradecer el sinceramiento, pero la conclusión es inquietante: si el proyecto político frenteamplista, con toda su radicalidad y su carga impugnadora, sigue vigente, ¿cuál será la actitud de ese sector en los próximos años? ¿ Volverán a levantar la agenda desestabilizadora que impulsaron antes de ser gobierno? Pero, sobre todo, ¿cuál será el estilo de oposición que harán si es que pierden en las elecciones de noviembre? La inquietud solo se acrecienta al reparar en la mirada que el Presidente entregó respecto de los hechos de octubre de 2019 y, más particularmente, en la aguada autocrítica a la conducta de su sector en ese período. Según Boric, si la izquierda cometió un error, fue solo desconocer el progreso que Chile había tenido hasta entonces.
El punto puede ser interesante, pero ¿ de veras piensa el mandatario que la única equivocación fue esa? ¿ No cabe en su análisis una mención a los intentos por impedir que un gobierno democráticamente electo terminara su período? ¿ Y qué hay con la legitimación de la "vía de los hechos" suscrita por toda la oposición de la época en aquella infausta declaración del 12 de noviembre de 2019? Más curiosa aún es la visión ofrecida de los fallidos procesos constitucionales, que llevaron ayer al mandatario a concluir la inconveniencia de pretender "pasar aplanadoras", pero sin decir una palabra del rol jugado por su propio gobierno en el primero de esos procesos, una "aplanadora" por la cual se abanderizó e hizo campaña. En realidad, la casi total ausencia de autocrítica y el imperio de una mirada complaciente operaron como verdaderos ejes de esta Cuenta Pública. De lo primero, los ejemplos son numerosos.
El más evidente fue la referencia a los sucesivos escándalos que han golpeado a esta administración, mencionados casi como una cuestión ajena, omitiendo el papel jugado por figuras del Ejecutivo y hasta por cercanos al mandatario.
Podrá entenderse que el Presidente evitara hablar de casos específicos tan incómodos como Procultura, pero hubiera sido oportuna alguna mínima reflexión respecto de cómo personas de su sector político se han valido de sus vínculos para acceder a millonarios recursos o a prerrogativas especiales: precisamente el tipo de amiguismo que el candidato Gabriel Boric prometió erradicar. Tampoco hubo siquiera una palabra para el caso Allende y los gruesos errores cometidos por el Gobierno. Lo mismo sobre el caso Monsalve y su errático manejo: el silencio. Y respecto del escándalo de las licencias médicas, el mandatario estimó que era la oportunidad para hacer una reivindicación de los funcionarios públicos y de un proyecto de ley publicado hace algunos días. De las deficiencias en el funcionamiento del aparato público, ni una sola palabra. Tampoco alguna para agradecer el trabajo de Contraloría.
En cuanto a la complacencia, bastaría con detenerse en la peculiar forma en que fue abordado el tema del empleo, estirando los números para dar con una cifra de creación de 600 mil puestos de trabajo.
No es solo lo discutible de ese cálculo (si se hace la comparación con el trimestre marzo-mayo de 2022, la cifra se reduce a 504 mil), sino la omisión de un dato mucho más preocupante: en el último año se han creado apenas 20 mil empleos, dando cuenta de una desaceleración que contradice el optimismo gubernamental. Seguramente, los redactores estimaron que ese indicador o la actual tasa de desocupación, del 8,8%, no podían tener espacio en un discurso destinado a ensalzar la política laboral de esta administración. Pero el empleo es apenas una muestra del particular uso de los datos en la Cuenta de ayer. Los ejemplos son muchos.
Desde las finanzas públicas, donde se destacó como gran logro haber reducido el ritmo de incremento en la deuda pública --ninguna referencia a los lapidarios informes del Consejo Fiscal Autónomo-hasta la seguridad, en que se celebra una pequeña reducción de la tasa de homicidios, sin siquiera admitir que ha sido precisamente en este período gubernamental cuando ella ha alcanzado su récord histórico.
En fin, el sentido del ejercicio desplegado ayer por el Presidente se terminó de revelar en la última parte de su discurso, una verdadera arenga destinada a reinyectar entusiasmo en su sector político, complementada más tarde, en cadena nacional, con un impropio llamado a votar en la primaria oficialista.
Buscaron alimentar tal entusiasmo anuncios como la ley de aborto, el cierre de Punta Peuco o los largos e inflamados párrafos respecto de la guerra en Gaza, mientras se omitió cualquier crítica a la dictadura cubana, para no molestar así al Partido Comunista.
Y es que aquella tesis marxista de que la fuerza de las contradicciones hace avanzar la historia parece haber encontrado una particular encarnación en este gobierno, uno que se aplica a sí mismo raseros muy distintos de los que usó para juzgar a sus antecesores y que, sin rubor, en un mismo discurso critica las políticas identitarias para luego hacer de su cuenta pública una suma de gestos a los grupos de presión que lo sustentan, desde el feminismo radical a los animalistas. "Los invito a pensar si es que los logros que hemos obtenido habrían sido posibles en un gobierno de otro tipo", desafió ayer el mandatario.
El problema es que la premisa en que basa su pregunta --la idea de que esos supuestos logros son satisfactorios para la inmensa mayoría de los chilenos-difícilmente podría ser compartida más allá de ese cerrado núcleo de apoyo al que dedicó su intervención. Los sucesivos escándalos fueron mencionados casi como una cuestión ajena, omitiendo el papel jugado por figuras del Ejecutivo y hasta por cercanos al propio mandatario. De la autocomplacencia a la arenga En un mismo discurso, el Presidente critica las políticas identitarias para luego hacer de su cuenta pública una suma de gestos a los grupos de presión que lo sustentan..