¡Chao, jefe!
¡ Chao, jefe! Rodrigo Campusano Villagra Periodista ¿ Cómo le gusta la piña a la tía?, preguntaba juguetona e insinuante una canción de los 90.
Me acordé de la letra ahora que algunas de las melosamente llamadas tías de Junji e Integra quedaron como chaleco de mono con el caso licencias sin escalas, all inclusive, que tiene a más de 25 mil funcionarios públicos en el ojo de la tormenta más rasca de los últimos años en la administración pública. Otras oficinas del aparato estatal secundan la lista, y a funcionarios de municipios como el de Arica siempre Arica no les bastó con el solcito y Tacna. Pero no estamos solos en el mundo. En 2016, el alcalde de Cádiz, José María González Santos, quiso felicitar personalmente al funcionario del ayuntamiento Joaquín García por sus años de servicio en la institución.
No lo encontró en su oficina de la estación de tratamiento de aguas y nadie lo había visto ¡ en 6 años! Su rostro de fantasma público, sumado a que era un dato de pasillo que lo había enchufado el PSOE, a través de su cuñado, un viejo socialista gaditano, desencadenó un escándalo, y García fue multado con 27 mil euros.
No fue a la cárcel porque los tribunales observaron la negligencia administrativa institucional por encima de una eventual malversación directa. ¿Qué responsabilidad tiene cada servicio público en fiscalizar y observar a su personal? Me parece que mucha. Y la cifra de licencias sin fronteras ya es una vergüenza mundial. La Agencia Associated Press distribuyó la noticia bajo el titular “Chile investiga uso fraudulento de licencias médicas en el sector público”. Solo en la Región de Aysén son casi 2.000.
A propósito del Comité de Ausentismo que propone el Gobierno, me acordé del caso del Rey del Ausentismo, el empleado hospitalario italiano Salvatore Scumace que cobró su sueldo durante 15 años sin presentarse jamás en el nosocomio. Llegó a cobrar en total 538 mil euros, algo así como 540 millones de pesos chilenos.
El sí fue arrestado y junto con él sus secuaces del hospital. ¿Tienen cómplices los príncipes del ausentismo de este ordinario paisaje vertical? Esto es una cadena de irresponsabilidades institucionales del tamaño de un Estado tan envejecido como el nuestro. Es inaudito que las instituciones no sean capaces de observar sus propios ambientes internos. En este país aspiracional y copuchento es muy fácil enterarse de todo, pero de esto justo nadie sabía nada. Sin embargo, cuando algunos en su condición de trabajadores del Estado y, por tanto, observantes de la probidad, llaman la atención, muchos y muchas responden pobrecito, no le digas nada, tiene problemas personales, está superenfermo. Pobrecitos resultaron los que estaban desahuciados de guata al sol en el caribe. Y también es cierto que pagan justos, la mayoría, por pecadores, como en todas las cosas mal hechas. Y de pronto, todo se detiene, cierro los ojos y me relajo. Y entonces, aparece pegajosa y rítmica, la respuesta de las tías que gozaron de esas vacaciones pagadas por todos nosotros: ¡ A la tía le gusta la piña colá! Opinión.