COLUMNAS DE OPINIÓN: Donde viven las preguntas, el arte de mirar
COLUMNAS DE OPINIÓN: Donde viven las preguntas, el arte de mirar n el Día del Padre, un regalo para mi padre y que comolos padres miramos a nuestros hijos. Hay formas de mirar que no se aprenden en el colegio, en libros ni enla academia. Hay miradas que no leen, sino que pareciera que escuchan. Que no interpretan, sino que intuyen.
Luego de quela sensación se transforme en acción justo después del comienzo del segundo septenio -como señala la antroposofía y la pedagogía Waldorf-, cuando el alma del niño comienza a desplegar sus alas hacia lo social, hacia el mundo del otro, la mirada se afina, se vuelve ética y estética ala vez.
Una niña de siete años, sentada en la banca de una plaza, puede ver en el cielo una historia entera: el movimiento lento delas nubes es para ella más narrativo que una película de tresactos. ¿Cómo se mira el mundo cuando aún no se sabe del todo leer, pero se sabe sentir con cada célula? Antonela, que tiene siete años y lleva en sus ojos el asombro intacto, no distingue aún entre el símbolo o elícono, entre lo dicho y lo sentido. Cuando ve una hoja caer, no dice "otoño", dice que el árbol se está peinando.
Cuando ve una paloma, no piensa en la paz ni en el mensaje de Picasso, piensa en que ese pájaro debe tener frío porque sus patas parecen 00 Con el advenimiento de la IA, donde todas las instituciones se han enfocado en ofertar planes, programas y asignaturas que tributen a la IA, quizá también es momento donde debiéramos fundar una escuela donde se enseñe a mirar como niños. Donde el primer ejercicio sea seguir con la vista una hoja que cae Donde se dibujen carteles que solo los gatos puedan leer. Donde se enseñe que un ojo no es solo un ojo, sino un campo de juego. Que la pupila también sueña. El futuro de la educación visual en juego. No hay juicio, sólo exploración. La infancia no necesita que se cargue de metáforas, porque ya vive en ellas. Enlos libros de Maurice Sendak, como por ejemplo"Donde viven los monstruos" la imaginación infantiles una fuerza que reorganiza el mundo. Max, su protagonista, no escapa de la realidad: la transforma.
En cada monstruo hay una posibilidad. ¿Por qué nos cuesta tanto sostener esa forma de mirar al crecer? ¿ Por qué la alfabetización visual se enseña desde la sospecha y no desde la maravilla? Antonela, dibuja como quien habla: sin pedir permiso. En su cuaderno hay personas, paisajes y animales que flotan. Lo que en la educación tradicional se marcaría con rojo como error, en su universo es posibilidad estética, porque detrás de esa narrativa sí hay ética.
Pienso, por ejemplo en el libro "El erecho a la ternura" (2014) de Luis Carlos Restrepo, donde el autor nos plantea que la educación emocional comienza por validar otras formas de habitar el mundo, No hayternura sin atención, y no hay atención sin mirada. También recuerdo "Petit", la serie basada en el libro de Isol Misenta. En uno de sus episodios, Petit quiere saber por qué los adultos repiten lápices mojados. La mirada infantil esla que aúnno ha sido domesticada por la semiótica adulta. Pienso en esto cada vez queanalizo Pienso en esto cada vez queanalizo no está en las pantallas, ni en los softwares, ni siquiera en los paper. Está siempre las mismas frases. Él decide inventar unidioma nuevo, lleno de sonidos que sólo él entiende. Eso es mirar: inventar un lenguaje propio, visualmente una campaña política, una red social o un mapa visual urbano. Me doy cuenta de que en todos los análisis falta la ternura, falta la pausa, hemos tecnificado en demasía el lenguaje en pro de marcar propiedades y parcelaciones. El mundo infantil no es ingenuo, es profundo.
Un buen ejemplo En la película "Hotel Florida" (2017), de Sean Baker, la protagonista Moonee --una niña que vive en un hostal cercano a Disney Worldtransita entre ruinas y coloridos con una mirada que convierte la decadencia en los ojos abiertos de una niña de siete años, que todavía no distingue entre el arte y la vida. Y que, por lo mismo, las honra a ambas por igual aunque nadie lo traduzca. En un ensayo de John Berger, "Modos de ver" (1972), se señala que ver viene antes que las palabras. La niña que mira noestá traduciendo, está siendo. El adulto que mira ya está demasiado entrenado para sospechar. De ahíque la educación visual deba partir por desaprender. Las películas de Hayao Miyazaki -como "Mi vecino Totoro" (1988)también son clases de visualidad desde la infancia. Totoro no existe en el mundo adulto, pero tampoco necesita existir: basta que la niña lo vea. La imaginación no se justifica, se respira. La visión infantil es política, porque es resistencia a la normalización de la mirada. Esos amigos imaginarios, que se personifican solo en su mundo, un mundo concreto y terrenal como muchos otros. En una clase reciente, uno de mis estudiantes de diseño gráfico me preguntó por qué nunca les enseñaron a mirarcon lentitud. Lo anoté como consigna: mirar lento. Como quien pela una mandarina en invierno. Como quien observa el vapor de su aliento en la ventana. Ahí donde la imagen se vuelve ética. Antonela me enseña a diario que ver noes registrar, sino sentir. Que mirares también preguntar. Cuando observa una pintura me pregunta por qué no tiene música. Cuando ve una tipografía me pregunta si las letras también se cansan. No son preguntas ingenuas: son preguntas estéticas.
Con el advenimiento de la IA, qué todas las instituciones se han enfocado en ofertar planes, programas y asignaturas que tributen a la IA, quizá también es momento donde debiéramos fundar una escuela donde se enseñe a mirar como niños. Donde el primer ejercicio sea seguir con la vista una hoja que cae. Donde se dibujen carteles que sólo los gatos puedan leer. Donde se enseñe que un ojo no es sólo un ojo, sino un campo de juego. Quela pupila también sueña.
Y al final del día, cuando ella se recuesta y me dice que la luna hoy la está mirando, yo comprendo que el ojo más sabio no es el que detecta mejor los patrones, sino el que todavía puede enamorarse de un reflejo en un charco. El futuro de la educación visual no está en las pantallas, ni en los softwares, ni siquiera en los papers. Está en los ojos abiertos de una niña de siete años, que todavía no distingue entre el arte y la vida. Y que, por lo mismo, las honra a ambas por igual. ambas por igual. Alejandro Arros Aravena Doctor en Educación, Académico Departamento de Comunicación Visual UBB Comunicación Visual UBB.