Editorial: Agricultura esencial
Editorial: Agricultura esencial En la última década se ha revalorizado el rol de la agricultura como proveedora de alimentos. Crisis sanitarias, geopolíticas y económicas desempolvaron el concepto de seguridad alimentaria, entendido como el acceso de todo individuo y nación, en todo momento, al alimento que necesite para satisfacer sus necesidades. Este objetivo se puede conseguir reduciendo la dependencia alimentaria de otros países, al menos en aquellos productos que componen la dieta básica.
Sin embargo, el modelo económico de nuestro país los últimos 40 años ha promovido la especialización en un contexto de globalización y libre comercio, lo que nos ha llevado potenciar aquellos rubros que son competitivos, en desmedro de aquellos que no, como los cultivos tradicionales. Como consecuencia de ello, el cultivo de trigo, arroz y leguminosas han ido perdiendo la competencia por el suelo agrícola, donde además se multiplican las plantaciones forestales y de frutales y las parcelas de agrado.
Actualmente, más de la mitad del arroz que se consume en Chile es importado, igual que los lácteos y el trigo, y qué decir de las lentejas y la carne de vacuno, donde necesitamos importar el 90% y 70% del producto necesario para las necesidades de la población nacional. Ante este escenario hay varios caminos de solución, ninguno excluyente.
Políticas específicas de apoyo -como se ha hecho hasta ahorasin caer en groseros subsidios es una medida coherente para un país que aspira a desarrollar su sector agroalimentario, sin romper acuerdos comerciales que le permiten llegar a mercados de todo el mundo. Igual hay bastante por hacer a nivel interno, en materia de instrumentos financieros pensados para el negocio agrícola, lo mismo que en grandes obras de riego que llevan décadas de espera. Pero además del apoyo del Estado, los agricultores tienen en sus propios modelos de negocios una herramienta que podría mejorar su actividad.
En el caso de los productores de trigo, un sistema de agricultura de contrato con los molinos, para producir en función de la demanda, es un “experimento” impulsado por INIA que es visto con atención por todo el mundo agrícola, pues podría ser una respuesta a la inestabilidad que sufre este rubro, muy arraigado en Ñuble, con una superficie de más de 28 mil hectáreas.
Días atrás, su director, Carlos Furche, fue entrevistado por La Discusión, confirmando que si la experiencia funciona adecuadamente se podría dar un paso adelante en la relación entre la molinería y los productores de trigo, candeal o panadero.
Lo importante -bien destaca el experimentado ingeniero agrónomoes adecuar el tipo de producción a la demanda de los diferentes eslabones de la cadena, porque los molinos también tienen que responder a la demanda de la industria panadera y esta a los consumidores.
Algo parecido aplica para los productores de arroz, donde los que se suban al carro de una producción más eficiente y sustentable, e incorporen nuevas variedades, tendrían un futuro auspicioso, por la posibilidad de extender la superficie con menor demanda de agua, como por la articulación con la industria arrocera.
Hay que seguir con atención cómo evolucionan las dimensiones aquí expuestas y el desarrollo de rubros agrícolas que no solo son muy importantes para nuestra economía e identidad, sino también para la seguridad alimentaria del país. EDITORIAL. Además del apoyo que les puede entregar el Estado, algunos rubros del agro tradicional tendrían en sus propios modelos de negocios una herramienta para mejorar la actividad.
En el caso de los productores de trigo, un sistema de agricultura de contrato con los molinos para producir en función de la demanda es un “experimento” impulsado por INIA visto con atención por todo el mundo agrícola, pues podría ser una respuesta a la inestabilidad que sufre este rubro muy arraigado en Ñuble, con una superficie de más de 28 mil hectáreas. EDITORIAL