Autor: JAQUELINE GÓMEZ, PH.D.
Columnas de Opinión: El techo de cristal
Columnas de Opinión: El techo de cristal OPINIÓN Hace un año, este diario publicó en su primera plana de Economía y Negocios “Cinco decanas de Economía revelan los desafíos que enfrentan desde el máximo cargo de la disciplina”. Una de esas mujeres soy yo, y señalé que el camino a estas posiciones, siendo mujer, es complejo por distintas razones, pero no por falta de preparación.
El problema está en cómo el mercado le pone valor a la participación femenina en áreas como la economía, y hasta qué rangos ser mujer no es un “tema”. La curva de empleabilidad femenina se estanca en el mando medio, más aún cuando se da la encrucijada entre avanzar a escenarios altamente competitivos y/o la crianza. Ahí, muchas derechamente salen del mercado. Este es un problema estructural. En Chile y otros países faltan incentivos y espacio para la participación femenina en esta área, y para que la crianza no sea un impuesto duro de pagar.
No es suficiente un posnatal, ni la ley de conciliación familiar ni la denominada “Más Mujeres en Directorios”. Es más, creo que recurrir a un proyecto de ley para aumentar la participación de mujeres en los directorios de las sociedades anónimas abiertas y sociedades anónimas especiales es un reconocimiento tácito de que, aun manteniéndose en la maratón corporativa, no se logra entrar por la razón (vía méritos, experiencia y credenciales), y entonces, hay que entrar por la fuerza: por cumplir una cuota, que igual no se cumple. Dato mata relato: de las 29 empresas IPSA, solo una mujer tiene el cargo de CFO. En el Banco Central, solo una ha alcanzado la posición de presidenta. En el Instituto de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, solo una ha sido nombrada directora. En las 500 empresas más grandes del país, solo el 25,6% de las gerencias de primera línea son mujeres; esto baja al 22,1% en el caso de los directorios. La realidad es abrumadora.
El mercado, en esta área, tiene un techo de cristal que ni la ley, ni el mérito, ni los pergaminos rompen, con sesgos y brechas que persisten, donde para entrar también importa “quién te conoce”. Esta realidad me preocupa y me ocupa. La educación, la universidad, están llamadas a formar agentes de cambio hombres y mujeres, cerrar brechas, crear puentes, contribuir al desarrollo del país. Pero no podemos cambiar las dinámicas del mercado en las salas de clase. El discurso de la integración y la diversidad en áreas predominantemente masculinas choca con un techo de cristal. Veo con sentido de urgencia la necesidad de voluntades, diálogos, espacios e incentivos que releven lo virtuoso de integrar y co-construir, sumando la visión, el conocimiento y el liderazgo femenino. Si no, ¿para qué educamos y nos preparamos? n “El mercado, en esta área, tiene un techo de cristal que ni la ley, ni el mérito, ni los pergaminos rompen”..