Editorial: Hambre en Gaza
Editorial: Hambre en Gaza ellos pensaban que las operaciones militares no necesitaban tomar en cuenta (o muy poco) el sufrimiento de los civiles palestinos.
Sin embargo, en las últimas semanas han aumentado las protestas contra la guerra y a favor del cese del fuego, y se han conocido duras críticas de personalidades, como el ex primer ministro Ehud Olmert; intelectuales, como el escritor David Grossman, y activistas de derechos humanos israelíes. En días recientes, dos de estos grupos han denunciado por primera vez que el gobierno de Benjamin Netanyahu está efectuando “una acción coordinada y deliberada para destruir la sociedad palestina” en Gaza. Hablan de la población “desplazada, bombardeada y hambrienta”, de la “destrucción calculada y sistemática de la infraestructura”, e incluso de genocidio. A estas declaraciones, el gobierno responde que no hay tal, porque “no hay intención” de esto, y que se comprueba con la masiva entrega de asistencia humanitaria.
Las angustiantes condiciones que se viven en Gaza son consecuencia directa de un bloqueo israelí a la ayuda internacional repartida por agencias de la ONU y ONGs occidentales, que comenzó en marzo y duró dos meses.
Luego, Israel implementó un sistema de distribución de alimentos y medicinas a cargo de la Fundación Humanitaria de Gaza, que tiene apoyo de EE.UU., pero que es blanco de duras recriminaciones por la falta de seguridad en los sitios de entrega, donde civiles han sido muertos o heridos por las fuerzas israelíes. El viernes, el enviado especial de Donald Trump a la región, Steve Witkoff, realizó una visita a Gaza, desde donde aseguró que diseñaría un plan para mejorar la distribución. Estados Unidos, que ha apoyado férreamente a Netanyahu, tiene gran responsabilidad en resolver la dramática situación.
Si al inicio la ofensiva israelí contra el terrorismo de Hamas cuyos militantes asesinaron a 1.200 judíos y secuestraron a 251 en un criminal ataque en 2023 fue justificada internacionalmente como un acto de legítima defensa ante la agresión, la prolongación de la guerra, lo destructivo de las acciones militares y el desdén de las autoridades israelíes por las consecuencias de sus operativos en Gaza han ido provocando cada vez más rechazo, incluso de sectores que al comienzo no fueron tan críticos.
En Israel, donde la opinión pública ha apoyado masivamente al gobierno en su esfuerzo por recuperar a los rehenes y destruir a Hamas, crecen los cuestionamientos a lo que algunos han llegado a calificar de “limpieza étnica” y hasta de “genocidio”. Las encuestas mostraban en junio que los israelíes (64,5% ) no estaban preocupados por la situación humanitaria de Gaza, y que dos tercios de No se ven indicios de que Netanyahu escuche los llamados a terminar la guerra y parece imposible llegar a un acuerdo para la entrega de los rehenes que todavía están en manos de Hamas. La última ronda de negociaciones, que se desarrolló por dos semanas en Qatar, a partir del 6 de julio, terminó con ambas partes culpando a la otra del fracaso. Witkoff acusó a Hamas de no actuar de “buena fe”, mientras este dijo que Israel había añadido nuevas condiciones sobre el despliegue de sus fuerzas en Gaza. En paralelo se desarrollan otras iniciativas. La semana pasada, en Naciones Unidas, en Nueva York, se realizó una conferencia en la que se firmó una declaración que insistió en la solución de dos Estados para el conflicto en Medio Oriente.
Tal vez lo más relevante, la misma fue rubricada por los 22 países de la Liga Árabe, los que por primera vez se han sumado a una petición para que Hamas entregue las armas y el gobierno de Gaza. Este pronunciamiento es inédito, porque los líderes árabes habían sido tradicionalmente reacios a condenar a Hamas. El grupo extremista reaccionó con poco entusiasmo.
En una declaración, insistió en que la situación palestina es “un asunto interno”, exigió el reconocimiento “incondicional” de un Estado palestino y elecciones generales en la Autoridad Palestina, hoy en manos del deslegitimado Mahmoud Abbas, representante del partido político contrario a Hamas.
Que entre los firmantes estuvieran Francia y Gran Bretaña, cuyos líderes acaban de pronunciarse a favor de reconocer el Estado palestino, es indicativo de que ambos países buscan presionar a Israel para que termine pronto el conflicto y entrar a negociaciones sobre el futuro del Medio Oriente. Mientras Emmanuel Macron anunció que haría el reconocimiento en la próxima Asamblea General, en septiembre, Keir Starmer dijo que lo haría si no había antes un cese del fuego.
Aunque ambos anuncios han suscitado aparte de críticas de la Casa Blanca controversia respecto de su real eficacia, dan cuenta de un cambio de actitud que se está dando en la esfera global frente a Tel Aviv y entre tradicionales aliados occidentales.
Ello también se refleja en la opinión pública: según una encuesta reciente del Pew Institute, las opiniones positivas respecto de Israel han disminuido nueve puntos porcentuales durante la guerra; otro estudio muestra que, en 20 de 24 países encuestados, las opiniones desfavorables superan a las favorables.
Un eventual aislamiento de Israel dejaría en una difícil situación a Netanyahu, que ve crecer la oposición interna y teme que con el fin de la guerra puede llegar también el de su gobierno, sustentado en parte en el apoyo de los pequeños partidos de ultraderecha, que ven la conquista de Gaza y el desplazamiento de su población como un objetivo prioritario. El Programa Mundial de Alimentos señala que unas 470 mil personas están padeciendo condiciones parecidas a una hambruna en Gaza; entre ellas, 90 mil mujeres y niños.
La grave situación humanitaria provocada por la guerra, que va a cumplir tres años, conmueve e indigna a la Reacción internacional adversa comunidad internacional.. E N F O Q U E S I N T E R N A C I O N A L E S